sábado, 26 de diciembre de 2020

Relación de Ayuda

 Por: Psic. Cliserio Rojas Santes

La palabra que sana

Cuando atravesamos por una crisis o problemas psicológicos y relacionales en nuestra vida cotidiana, los resolvemos – o tratamos de resolverlos - con los recursos con los que contamos, con los que conocemos y de acuerdo con nuestra experiencia. Muchas veces no nos detenemos a pensar, a reflexionar si en realidad estamos utilizando lo mejor de nosotros. Si pusiéramos un poco de atención nos daríamos cuenta de que, sin decidirlo o premeditarlo, tenemos un estilo propio para afrontar todo lo que se nos presenta. Hay muchas personas que lo explican todo con un “así soy”, “así lo aprendí”, “siempre he sido así”, “siempre me ha funcionado”, etc… Por eso encontramos estilos muy varios: el que habla mucho, quien da muchos consejos, quien mucho escucha, quien se pone ansioso, quien se desespera, quien regaña, quien siempre envía a los expertos, etc. Estos diferentes estilos de ayuda relacional sin embargo pasan desapercibidos.

Sucede que, cuando esos recursos no le son suficientes a la persona para resolver o sobrellevar sus problemas, es necesario buscar o pedir ayuda. Aquí nace la relación de ayuda: la tentativa de ofrecer una ayuda relacional por parte de “no – expertos”. A menudo no estamos preparados para esta tarea.

 

¿Qué es este término? Entre los diferentes modos de ayuda, encontramos también una ayuda “a través de la palabra”. Ha existido siempre, pero ha adquirido un nuevo sentido y nueva importancia por el desarrollo de las ciencias humanas del comportamiento que nos ofrecen nuevas herramientas para conocer al interlocutor y desarrollar nuevas y más adecuadas modalidades de comunicación. Pues bien, la Relación de Ayuda “es un tipo particular de relación entre un ayudante preparado y una persona en busca de ayuda”; esta relación aspira - a través de la práctica de actitudes y del uso de técnicas apropiadas –, a favorecer el crecimiento del individuo a nivel personal, intelectual y espiritual.

 

Objetivos de la Relación de Ayuda

La Relación de Ayuda - o Counseling como también se le ha llamado en la cultura estadounidense -, es utilizada para favorecer en los individuos un nivel mayor de realismo, de responsabilidad hacia una mayor armonía interior.  A la vez se busca que la persona descubra y desarrolle sus potencialidades en todas las dimensiones de su ser: físicas, intelectuales, emocionales, sociales y espirituales.

 

En el mundo de la salud, se hace patente la necesidad de profesionales que tengan la capacidad de acoger, escuchar, comprender, respetar y acompañar a los pacientes que deambulan entre un torbellino de dudas, preguntas, miedos, corajes e infinidad de emociones y situaciones. Es importante que el profesional de la salud ya sea médico, enfermera, psicólogo, trabajador social, orientador espiritual o voluntario se prepare en estos menesteres, ya que el contacto con personas necesitadas forma parte del normal quehacer diario. Su papel es también el de dialogar con personas que viven y sufren conflictos emocionales o espirituales y no encuentran por su cuenta y con sur recursos salida o se les dificulta encontrarla.

 

La Relación de Ayuda no es solamente para enfermos, sino para todas aquellas personas que no están satisfechas con la vida que llevan en su familia, matrimonio, hijos, trabajos, o problemas de fe, etc. A todas estas personas se les puede ofrecer un acompañamiento a través de la escucha y un diálogo.

 

Otro de los propósitos de la Relación de ayuda es ofrecer un método para superar las dificultades psicológicas inmediatas, es decir, la persona que se ve ayudada a reconocer sus dificultades, recursos y pistas de solución, puede aprender como tratar situaciones análogas, ya sean éstas enfermedad, muerte, crisis matrimoniales, despidos laborales, falta de autoestima, etc. La persona ayudada aprende nuevas y más constructivas maneras de enfrentar la realidad.

 

Con todo lo anterior nos damos cuenta de lo valioso que resulta el poder dar o recibir una relación de ayuda. Espero que en próximos números nos siga favoreciendo con su preferencia, para así seguir ahondando más en este gran tema que es la relación de ayuda.




martes, 22 de diciembre de 2020

Nueva normalidad

 Por: Silvio Marinelli

La primera vez que escuché la expresión “nueva normalidad” quedé perplejo. Estos dos conceptos parecen pelearse entre sí, y su unión – “nueva normalidad” – parece una paradoja.

            El concepto de “normalidad”, en efecto, me hace pensar en algo que se repite, que tiene una tradición consolidada detrás, que da seguridad porque ya la hemos ensayado y está bajo control: es normal levantarse, arreglarse, empezar la actividad laboral que se repite según criterios y acciones similares a las que hemos vivido los días y años anteriores; es “normal” encontrarse con las personas, etc.

            El concepto de “novedad” pone en discusión, altera y modifica la “normalidad”. Lo nuevo es siempre cambio en la rutina, riesgo de modificar lo que ya sabemos hacer y cómo pensar.

            Reflexionando mejor, me di cuenta de que lo que nos toca vivir con la pandemia del COVID-19 es, efectivamente, una novedad que debe convertirse en normalidad. Muchos aspectos de nuestra vida han cambiado y todo nos hace pensar que muchos cambios se establecerán de manera continuativa en nuestra existencia: una mayor atención a las medidas de distanciamiento, el uso masivo de las redes sociales, una parte del trabajo que migra a teletrabajo, nuevas formas de enseñanza y de aprendizaje, sólo por poner algunos ejemplos.

            La novedad nos ha desestabilizado, desinstalado, no sólo desde el punto de vista espacial, reduciendo los lugares accesibles, y temporal, obligándonos a invertir mejor el tiempo disponible (para muchos ha aumentado significativamente), sino también en nuestras convicciones, deseos y esperanzas. La pandemia nos confrontó y nos confronta con la realidad; ha hecho derrumbarse mitos ilusorios y certezas falaces y nos recuerda que todo en la vida es don. Hemos adquirido una mayor conciencia de la provisionalidad de los proyectos; pudimos tener la oportunidad de liberarnos de lo inútil; la pandemia nos educó a la paciencia, etc.

            Ojalá hayamos llegado a ser más responsables, más reflexivos, más humildes y más esenciales. Tal vez hemos podido redescubrir el valor de la naturaleza y del silencio, un nuevo uso del tiempo y del espacio, un tiempo dilatado y un espacio reducido, la importancia de las relaciones.

            Como afirma Papa Francisco: «Hoy podemos reconocer que nos hemos alimentado con sueños de esplendor y grandeza y hemos terminado comiendo distracción, encierro y soledad; nos hemos empachado de conexiones y hemos perdido el sabor de la fraternidad. Hemos buscado el resultado rápido y seguro, y nos vemos abrumados por la impaciencia y la ansiedad. Presos de la virtualidad, hemos perdido el gusto y el sabor de la realidad».

            En la nueva realidad, hay muchas ruinas que reparar: estrés y conflictos familiares, pobreza por la falta de trabajo, fracaso de muchas actividad productivas, jóvenes y niños solos y aislados, presencia difícil y reducida de la Iglesia, exceso de trabajo en los hospitales (con nuestro agradecimiento a estos profesionistas entregados), duelos no resueltos por prácticas funerarias rápidas y sin familiares; contagio de miedo y ansiedad; soledad; ancianos con traumas psicológicos por apoyos no recibidos, ausencias dolorosas, adioses no dichos, duelos no concluidos.

            «Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”. ... Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces…» (Papa Francisco, Todos hermanos).

            La verdadera esperanza es que la nueva normalidad no sea demasiado parecida a la forma de vida que teníamos antes.