miércoles, 17 de febrero de 2021

EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD

 Por: Pbro. Silvio Marinelli

Todo un capítulo entero de Laudato Sii está dedicado a la educación y espiritualidad. Retomamos algunas sugerencias entre las muchas planteadas, enriqueciéndolas con otras propuestas.

 Como en todos los sectores de la vida, la apuesta atañe a la educación para formar una espiritualidad madura y responsable. La espiritualidad la entendemos como el conjunto de valores, creencias y criterios éticos que guían la conducta.

 

 

Apostar por otro estilo de vida

 Existe una relación entre vacío espiritual y actitud consumista y predadora: el egoísmo colectivo se conjuga con la única libertad, la de consumir. Sí, somos todavía cazadores y recolectores: comprar, poseer y consumir. Tres verbos que pueden y deben tomar un sentido moral porque involucran nuestros valores y creencias. No son neutrales o solo económicos; involucran nuestra espiritualidad y pueden orientar a un nuevo estilo de vida: “comprar es siempre un acto moral y no solo económico”.

 Debemos ponernos “límites”. Un filósofo contemporáneo comenta muy a propósito que ponernos límites es alcanzar nuestra perfección, es decir, llegar al punto hasta donde podemos llegar: ahí está el límite y también la perfección que para cada uno es diferente.

 

 Educación

 Necesitamos motivaciones adecuadas para asentar virtudes sólidas, es decir, estilos de vida estables, denunciando y rechazando un derrotismo cómodo y estéril, de quien dice que no hay nada que hacer: “no hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan… un bien que siempre tiende a difundirse… El desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo”.

 Frente a actitudes frívolas, superficiales, voraces, de despreocupación inconsciente y predadoras, afirmamos el valor del compromiso, de una vida entregada, orientada, que tiene rumbo y sale de la lógica de la competencia con los demás y del exhibicionismo.

 Apostamos por una educación a la gratitud por la naturaleza y lo que tenemos, por una educación que tiende a una formación ética para responder a las fragilidades de las personas y del ambiente, y estética porque pone atención a la belleza y la ama.

 

 Educación interior y exterior

 “Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos interiores”. No queremos caer en la actitud pasiva o de quien se burla de estos temas de manera superficial; el encuentro con Jesucristo motiva a cambiar las relaciones con los demás y la naturaleza: “vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana”.

 Se trata de tomar conciencia de los vínculos que nos unen y de los que podemos crear para enfrentar los desafíos: de aquí la importancia de las redes sociales con su creatividad y entusiasmo.

 La educación puede favorecer el desarrollo de una actitud contemplativa que propicie el crecimiento de un estilo sobrio y la capacidad de gozar con poco. Una sobriedad liberadora de afanes y de las esclavitudes a la apariencia, la competencia, las obsesiones; liberadora de “necesidades que nos atontan”.

 Es posible entonces una espiritualidad que traiga paz interior: la paz que libera de obsesiones, prisas, ansiedad, apariencia y al mismo tiempo sea comprometida y dote de plenitud de vida.

 

 De lo personal a lo político

 Este nuevo estilo de vida redunda a nivel social, propiciando el paso del individualismo y la competencia a la convivencia y comunión. Es la gratuidad del amor fraterno que lleva a y hace posible la fraternidad universal. Esta fraternidad se fundamenta en el sentido de la responsabilidad hacia los demás y al mundo: la degradación moral ha llevado a la degradación de la convivencia (violencia y crueldad) y a la degradación ambiental.

 Se trata de una educación que lleva a la práctica de relaciones interpersonales amigables, respetuosas, mas amables, rompiendo la lógica de la violencia y del aprovechamiento; relaciones nuevas inspiradas en el amor para construir un mundo mejor, una civilización del amor y una ética del cuidado para reconstruir el tejido social y favorecer una formación al aprecio de la belleza.

 

 

Reconocer la presencia de Dios

 La educación integral no nos capacita solo para trabajar, ganar y satisfacer necesidades; algunas veces parece que la escuela (en particular la universidad) mostrara interés solo en este objetivo. Una formación integral puede ayudar a descubrir la acción creadora de Dios en la naturaleza y el cosmos.

 Desde este punto de vista, la tradición cristiana valora la joya de los sacramentos. Papa Francisco nos invita a redescubrirlos como “un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural… El agua, el aceite, el fuego y los colores son asumido con toda su fuerza simbólica y se incorporan en la alabanza. La mano que bendice es instrumento del amor de Dios y reflejo de la cercanía de Jesucristo que vino a acompañarnos en el camino de la vida. El agua que se derrama sobre el cuerpo del niño que se bautiza es signo de vida nueva.”

 Particularmente en la eucaristía, la creación encuentra su mayor elevación y su cumbre: “la gracia… logra una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su creatura. El Señor… quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia… La eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a Él en feliz y en plena adoración”.

 

 

Espiritualidad de la fiesta

 Los días no laborables se han convertido en días de compras, nuevas actividades a menudo estresantes, de pachanga agotadora. Se trata de redescubrir la espiritualidad del descanso, que da sentido al trabajo porque permite “la sanación de las relaciones del ser humano” con Dios y con nuestros hermanos, pero ante todo con uno mismo: un descanso para reflexionar, relacionarnos con nuestros familiares y con nuestra comunidad. Es la fiesta de lo gratuito, del agradecimiento, de la relación cara a cara con Dios y su infinita belleza, del disfrute sano de la naturaleza, reconociéndonos parte de ella, en camino “hacia la casa común del cielo”.









jueves, 4 de febrero de 2021

Vida con Sentido

 Por: Jesús Ma. Ruiz Irigoyen

Del sentido de la vida se viene hablando y escribiendo mucho, probablemente desde que hombres y mujeres empezaron a pensar. En nuestros tiempos, esta cuestión del sentido parece preocupar también como en épocas pasadas. Lo mismo que la Tierra gira alrededor del Sol y lo mismo que una rueda gira alrededor su eje, así también el sentido de la vida es una cuestión humana que va y vuelve, abordada desde diferentes puntos de vista. Algo tendrá el tema en cuestión cuando tan a menudo lo tratan unos y otros.

Según la Biblia, un día Dios creó el mundo. Creó también el tiempo al establecer que hubiera mañana, tarde y noche, no a la vez en los dos hemisferios, sino complementariamente. Para iluminar la mañana y la tarde creó el Sol, y para alumbrar la noche pensó en la Luna. Así pues, en un mundo tenebroso hasta entonces, empezó a haber vida, luz, orden, tiempo, belleza... La vida era, lógicamente, pasajera, temporal, pues el tiempo es la forma de vivir propia de las criaturas, así como la eternidad es la forma de vivir propia del Creador.

Hace muchos siglos, unos sabios de Israel, desde su fe, escribieron que la existencia del hombre es efímera y mortal: se parece a la hierba del campo que por la mañana es verde y al llegar la tarde se seca. Hoy sabemos que aquellos sabios hablaban de la vida con símbolos. Pero, como decía Paul Ricoeur, “eso de los símbolos da mucho que pensar’’. Por eso hay gente a la que le da por pensar sobre el sentido de la vida, que lo entendemos mejor con símbolos e imágenes. Unos lo hacen desde la filosofía, otros desde la ciencia. A otros les ocupa pensar y escribir desde la teología y hoy hay quienes también exponen y dan conferencias sobre el sentido de la vida, pero desde la ecología. Parece que sí, que el tema de la vida y el de su sentido da para mucho.

Otro día, andando el tiempo, el Hijo de Dios se hizo hombre y nos trajo a los humanos no la vida temporal, que ya la teníamos, sino su vida, su propia vida. Una vida plena, abundante, perdurable. En la primera carta que San Juan, el apóstol, escribe a aquellos cristianos, les dice sin ambages: Aquél que es la Vida y había prometido darla a los hombres, ya la ha dado por medio de su Hijo ahora. Esa Vida está en el Hijo: quien tiene al Hijo tiene la Vida; quien no tiene al Hijo no tiene la Vida plena, abundante, perdurable. Esta vida también tiene su sentido.

Desde el primer siglo de nuestra era, o lo que es lo mismo, desde el siglo 1 después de Cristo no ha faltado los que han entendido que el sentido de su vida consiste en ir poniéndola y exponiéndola gratuitamente por el bien de los otros. Esa es la belleza del amor que se manifiesta en el don a los demás.