viernes, 28 de junio de 2019


El duelo por la muerte de un ser querido





La muerte ha siempre existido y, consecuentemente, también el duelo por el fallecimiento de un ser querido. El duelo no se puede evitar, como tampoco se puede evitar la muerte.

El duelo es un fenómeno natural que, sin embargo, actualmente en nuestra sociedad, está adquiriendo características particulares que lo convierten en uno de los momentos más dolorosos y difíciles de sobrellevar. Si las personas y familias no encuentran un apoyo – una red de solidaridad – el duelo corre el riesgo de convertirse en “patológico” con toda una serie de secuelas que lo van complicando más, entre ellas la depresión.

La vida contemporánea ha hecho desaparecer los rituales de duelo y lo que algunos autores llaman la “falta la socialización”, deja a los deudos en una situación de soledad existencial, sin el apoyo de una comunidad que esté cercana, apoye y ayude.

Los cambios profundos han ocasionado en la familia y en sus relaciones, familias ausentes o disfuncionales, la transformación de las relaciones comunitarias en relaciones funcionales, impersonales y frías, provocando una mayor soledad existencial. En este contexto, el momento del duelo se trasforma en un drama del cual la persona a menudo no puede salir.

La pérdida del sentido cristiano de la vida y de la vivencia de fe – un indicador de este fenómeno es la escasa reflexión, incluso en los ambientes religiosos, sobre las “realidades últimas” – conlleva que para muchas personas la comunidad cristiana no representa un ámbito de identificación y no encuentra en ella un lugar de apoyo.

El impacto de fenómenos naturales, las tragedias laborales, los accidentes automovilísticos –eventos que ocasionan muertes súbitas y trágicas – provocan duelos difíciles de manejar. 

También en nuestra Ciudad y Estado se van multiplicando las muertes por violencia- homicidio, secuestro, desaparición - y el aumento en el número de suicidios, nos ponen en contacto con muchas personas incapaces, sin una ayuda calificada, de retomar su vida cotidiana.

Por ello, se debe de organizar – a nivel de sociedad civil y de comunidades religiosas – una nueva red de solidaridad para ofrecer un acompañamiento que ayude a sanar el dolor que ocasiona la pérdida de un ser querido.



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lunes, 24 de junio de 2019


¿Qué es la solidaridad?



La palabra solidaridad proviene del término latín "solidus”, que hace referencia a una realidad homogénea, algo físicamente entero, unido, compacto, en la que sus integrantes son igualmente importantes. Por ello, la teología cristiana ha hecho suya la palabra “solidaridad” para aplicarla a la comunidad de todos los hombres, por ser hijos de Dios vinculados estrechamente en sociedad.

El concepto de solidaridad, para la teología, está estrechamente vinculado con el de fraternidad de todos los hombres que impulsa a buscar el bien de todas las personas, porque todos somos iguales en dignidad gracias a la realidad de la filiación divina.

La Doctrina Social de la iglesia entiende por solidaridad “la igualdad de todos los hombres y de todos los pueblos, en todos los tiempos y espacios; hombres y pueblos, que constituyen una unidad total o familiar, que no admite en su nivel genérico diferencias sobrevenidas antinaturales, y que obliga moralmente a todos y cada uno a la práctica de una cohesión social, firme, creadora de convivencia. Cohesión que será servicio mutuo, tanto en sentido activo como en sentido pasivo”. 

Por solidaridad entendemos, pues, un modo de ser y de comprendernos como seres humanos: Una Filosofía de Vida.

En esta filosofía, vivimos con los demás para llegar a ser los unos para los otros, abiertos a dar y recibir unos a otros y unos de otros.

Por ello, la solidaridad es un principio básico de la concepción cristiana, de la organización social y política; es motivo y fin primario del valor de la organización social; es el termómetro de una sociedad sana.



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viernes, 21 de junio de 2019



BULLYING:
¿MITO O REALIDAD EN NUESTRA SOCIEDAD ACTUAL?
Psic. América Castañeda Rojas 




Pareciera que el término bullying está de moda a partir de toda la violencia que se ha desencadenado en las escuelas en los últimos años.
La palabra bullying es una palabra inglesa que significa "intimidación, maltrato o violencia". En otras palabras, el bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas intencionadas y repetidas que ocurren sin una razón clara adoptada por uno o más agresores en contra de otros.
Se dice que, en México, según cifras de la ONU, el 65%, de los niños y niñas en edad escolar declaran haberlo sufrido. De igual forma, México ocupa el primer lugar en casos de violencia verbal, física, psicológica y social (bullying) entre alumnos de educación básica de 23 países. ¡Cifra totalmente alarmante!
Lamentablemente este fenómeno no respeta clases sociales, religión, estructura física, ni edad. Este problema está afectando a edades más tempranas, por lo que cada vez va en aumento la gravedad del fenómeno ya que es un problema de salud mental, de los niños y niñas en edad escolar.
Pero ¿dónde encuentran los agresores de bullying las herramientas para llevarlo a cabo? ¿Actúan por sí solos generando violencia entre compañeros de clase? ¿Qué es lo que está sucediendo con estos agresores y sus víctimas?
Desde el punto de vista psicológico, la violencia comienza en casa. Los victimarios, en muchas de las ocasiones, también han sido víctimas de una situación previa. Entre ellas, se mencionan situaciones de familias disfuncionales como: alcoholismo-drogadicción, violencia intrafamiliar, dificultades de comunicación padres-hijos en donde los hijos están prácticamente abandonados por los padres o al cuidado de otras personas; problemas de pareja no resueltos, situaciones de padres divorciados con antecedentes de violencia física, psicológica, entre otras.
Esto no significa que todas las personas que han sido víctimas de las situaciones anteriormente expuestas forzosamente tendrán que ser victimarios, pero sí es un punto importante a considerar. Y si a esto le añadimos la pérdida de valores en la familia como: respeto, disciplina, honestidad, generosidad, responsabilidad, y otros muchos valores que pueden permear o no a estos individuos, el resultado es un verdadero ejemplo de agresor de bullying.
Las primeras víctimas de estas personas generalmente son personas vulnerables, indefensas (hablando de niños y adolescentes), con una educación distinta a los victimarios, en ocasiones incluso con trastornos de atención o algún otro trastorno que les impida encarar al agresor. El alimento del victimario es el reconocimiento de su propia pandilla como líder de este tipo de actos aberrantes, y del miedo de sus víctimas. Cabe mencionar que se han detectado en escuelas de educación primaria casos de miembros de pandillas en donde el líder y sus seguidores someten a sus víctimas obligándolos a hacer actos denigrantes o de lo contrario, la amenaza es una tremenda golpiza.
Muchos de estos actos se podrían frenar si a tiempo se tomaran cartas en el asunto, principalmente desde el ámbito familiar. Sin embargo, la prisa con la que vivimos el día a día y la falta de comunicación con los hijos genera más de lo mismo. Si los padres atendieran desde un principio la necesidad de sus hijos de ser escuchados, de ser corregidos a tiempo y se preocuparan por tener un hogar con valores, ayudaría a evitar muchísimos de estos casos. 
En segundo lugar, nos hemos encontrado en las escuelas el que muchas veces los maestros y los directores no tienen la suficiente preparación para detectar problemas de bullying entre alumnos, y de algún modo también son partícipes de forma negligente de estos actos. 
Por otro lado, ¿qué ocurre con las víctimas? En el peor de los casos, terminan suicidándose. Llega a tal grado su desvalorización y su desgano por vivir, que lamentablemente las estadísticas van en aumento respecto a este fenómeno social tan complejo. Tanto victimarios como víctimas son casos dignos de trabajar, así como sus respectivas familias y las secuelas que estos problemas sociales dejan.

¿Qué podemos hacer para prevenir o enfrentar una situación de tal naturaleza?
     Dado que la familia es la principal fuente de amor y educación de los niños, el niño aprende o debería de aprender valores, normas y comportamientos enseñados desde el núcleo familiar. Mientras el ambiente familiar sea hostil o demasiado permisivo, seguramente se estará formando niños con tendencias agresivas.

    Los   padres informarse   constantemente   en   sus   escuelas respectivas acerca del desarrollo cognitivo y social de los niños, acerca de sus calificaciones, aciertos y errores en su caminar escolar.

   Fomentar el amor, valores y la comunicación entre padres e hijos, ayudando a los hijos a que se construya un ambiente familiar propicio para fomentar el diálogo y que los padres sepan detectar las necesidades de los niños o adolescentes.

   Aprender a conocer el lenguaje no verbal  de  sus  hijos,   es  decir, cuando ellos se aíslan, se muestran agresivos o quizás con   conductas introvertidas, hostiles y de poca comunicación... probablemente el menor esté pasando por situaciones estresantes o de preocupación por algo desconocido para los padres.

   Aceptar.  Frecuentemente, es difícil para los padres el hecho de aceptar que tienen un problema de esta naturaleza en casa. Por tanto, el siguiente paso será el buscar ayuda con profesionales de la salud y con la parte educativa y jurídica en caso de que el bullying les haya sobrepasado. 


Es apremiante que la sociedad esté enterada de este problema social para saber cómo enfrentarlo y formar individuos sanos con familias sanas.

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martes, 18 de junio de 2019



Llegó el calor... ¡A comer verduras!

L.N. Judith Jiménez López

No hay pretexto para dejar de disfrutar de esta época del año: sol, calor y una variedad de frutas y verduras deliciosas que podemos consumir en dis­tintas formas: ensaladas, jugos, gelatinas, aguas frescas, nieves, etc.

Esta época nos da una buena oportunidad para consumir las ensaladas; aunque muchas veces no sabemos cómo pasar de lechugas y pollo o lechugas y panela. Tam­bién se tiene la idea de que son para los que están a dieta o bien, simplemente son del estilo de alimentación “conejo”. 

Las ensaladas son baratas, frescas, deliciosas y, además, ¡puedes hacer combinaciones inimagina­bles! Por otra parte, nada mejor para obte­ner vitaminas, minerales, agua, fibra y un elemento maravilloso, las enzimas, pero es necesario que se utilicen verduras y frutas fres­cas. Si no eres muy bueno para las ensa­ladas, tal vez es que no has encontrado la preparación adecuada. Primero, elige las que ya te gustan y luego ve intentando con nuevas combinaciones.



¿Qué debe incluir una buena ensalada?

Debes lograr la combinación perfecta de elementos para que te enamores; al prepa­rarla, debes hacer partícipes aromas, sabo­res y colores, además de todos tus sentidos; no sólo el gusto. Una buena ensa­lada deberá de incluir:

1. Una variedad importante de base: lechu­gas (de éstas no sólo existe la Romana; hay francesa, sangría, italiana, mantequilla, es­carola, etc.), col, espinacas, acelgas, etc.

2. Hierbas aromáticas como albaha­ca, romero, hierbabuena, arúgula, etc.

3. Verduras neutrales: apio, morrón rojo, amarillo, naranja, verde, bró­coli, coliflor, pepino, jícama, zanahoria, calabacita, etc.

4. Un elemento jugoso, fresco, dulce o ácido, por ejemplo: fresas, mango, toma­te cherry, frambuesas, gajos de mandarina, manzana o pera, etc.

5. Elementos secos: arándanos, pa­sas, o mezcla de frutos secos, orejones, etc.

6. Un elemento crocante: almendras, nueces, pistaches, pe­pitas, semillas de girasol o bien, si de pla­no te gustan mucho, croutones o tiritas de tortilla. 

7. Para finalizar, puedes usar algún alimento en salmuera, de éste usa una pe­queña cantidad. Aceitunas negras o verdes, alcaparras, etc.  





Si quieres hacer de tu ensalada el plato principal, sólo agrega una proteína: carne (pollo, res, pescado, preparados a la plancha o a las finas hierbas) o queso (panela, manchego, de cabra, queso azul, etc. de preferencia quesos bajos en grasa, Tofú -queso de soya) o bien, puedes agre­gar una carne de soya, hamburguesa de germi­nado de lentejas, gar­banzos, o cualquier otro alimento rico en proteína de origen vegetal.



¿Y el aderezo?

Son mejores los aderezos que no sean demasiado fuertes, de tal forma que opaquen el sabor de la ensalada. En cada bocado debes poder dis­tinguir el ácido, amargo, dulce, jugoso, salado y/o cro­cante de cada elemento con el que decidiste festejarte.

El aceite de oliva es un excelente adere­zo, y puedes usar algo de limón y especias. ¿No te agrada? Entonces puedes hacer uno de yogurt y pepino con un poco de hier­babuena. ¿Qué tal miel, jugo de naranja y mostaza?

Te recomendamos una mezcla perfecta: en­salada de espinacas y fresas. Ingredientes: espinacas, fresas, aceitunas negras y queso.

Otra idea es espinacas, fresas, nueces y queso azul, acompañada de aceite de oliva y vinagre balsámico.

¡No hay pretexto para dejar de disfrutar de una buena ensalada!