viernes, 21 de junio de 2019



BULLYING:
¿MITO O REALIDAD EN NUESTRA SOCIEDAD ACTUAL?
Psic. América Castañeda Rojas 




Pareciera que el término bullying está de moda a partir de toda la violencia que se ha desencadenado en las escuelas en los últimos años.
La palabra bullying es una palabra inglesa que significa "intimidación, maltrato o violencia". En otras palabras, el bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas intencionadas y repetidas que ocurren sin una razón clara adoptada por uno o más agresores en contra de otros.
Se dice que, en México, según cifras de la ONU, el 65%, de los niños y niñas en edad escolar declaran haberlo sufrido. De igual forma, México ocupa el primer lugar en casos de violencia verbal, física, psicológica y social (bullying) entre alumnos de educación básica de 23 países. ¡Cifra totalmente alarmante!
Lamentablemente este fenómeno no respeta clases sociales, religión, estructura física, ni edad. Este problema está afectando a edades más tempranas, por lo que cada vez va en aumento la gravedad del fenómeno ya que es un problema de salud mental, de los niños y niñas en edad escolar.
Pero ¿dónde encuentran los agresores de bullying las herramientas para llevarlo a cabo? ¿Actúan por sí solos generando violencia entre compañeros de clase? ¿Qué es lo que está sucediendo con estos agresores y sus víctimas?
Desde el punto de vista psicológico, la violencia comienza en casa. Los victimarios, en muchas de las ocasiones, también han sido víctimas de una situación previa. Entre ellas, se mencionan situaciones de familias disfuncionales como: alcoholismo-drogadicción, violencia intrafamiliar, dificultades de comunicación padres-hijos en donde los hijos están prácticamente abandonados por los padres o al cuidado de otras personas; problemas de pareja no resueltos, situaciones de padres divorciados con antecedentes de violencia física, psicológica, entre otras.
Esto no significa que todas las personas que han sido víctimas de las situaciones anteriormente expuestas forzosamente tendrán que ser victimarios, pero sí es un punto importante a considerar. Y si a esto le añadimos la pérdida de valores en la familia como: respeto, disciplina, honestidad, generosidad, responsabilidad, y otros muchos valores que pueden permear o no a estos individuos, el resultado es un verdadero ejemplo de agresor de bullying.
Las primeras víctimas de estas personas generalmente son personas vulnerables, indefensas (hablando de niños y adolescentes), con una educación distinta a los victimarios, en ocasiones incluso con trastornos de atención o algún otro trastorno que les impida encarar al agresor. El alimento del victimario es el reconocimiento de su propia pandilla como líder de este tipo de actos aberrantes, y del miedo de sus víctimas. Cabe mencionar que se han detectado en escuelas de educación primaria casos de miembros de pandillas en donde el líder y sus seguidores someten a sus víctimas obligándolos a hacer actos denigrantes o de lo contrario, la amenaza es una tremenda golpiza.
Muchos de estos actos se podrían frenar si a tiempo se tomaran cartas en el asunto, principalmente desde el ámbito familiar. Sin embargo, la prisa con la que vivimos el día a día y la falta de comunicación con los hijos genera más de lo mismo. Si los padres atendieran desde un principio la necesidad de sus hijos de ser escuchados, de ser corregidos a tiempo y se preocuparan por tener un hogar con valores, ayudaría a evitar muchísimos de estos casos. 
En segundo lugar, nos hemos encontrado en las escuelas el que muchas veces los maestros y los directores no tienen la suficiente preparación para detectar problemas de bullying entre alumnos, y de algún modo también son partícipes de forma negligente de estos actos. 
Por otro lado, ¿qué ocurre con las víctimas? En el peor de los casos, terminan suicidándose. Llega a tal grado su desvalorización y su desgano por vivir, que lamentablemente las estadísticas van en aumento respecto a este fenómeno social tan complejo. Tanto victimarios como víctimas son casos dignos de trabajar, así como sus respectivas familias y las secuelas que estos problemas sociales dejan.

¿Qué podemos hacer para prevenir o enfrentar una situación de tal naturaleza?
     Dado que la familia es la principal fuente de amor y educación de los niños, el niño aprende o debería de aprender valores, normas y comportamientos enseñados desde el núcleo familiar. Mientras el ambiente familiar sea hostil o demasiado permisivo, seguramente se estará formando niños con tendencias agresivas.

    Los   padres informarse   constantemente   en   sus   escuelas respectivas acerca del desarrollo cognitivo y social de los niños, acerca de sus calificaciones, aciertos y errores en su caminar escolar.

   Fomentar el amor, valores y la comunicación entre padres e hijos, ayudando a los hijos a que se construya un ambiente familiar propicio para fomentar el diálogo y que los padres sepan detectar las necesidades de los niños o adolescentes.

   Aprender a conocer el lenguaje no verbal  de  sus  hijos,   es  decir, cuando ellos se aíslan, se muestran agresivos o quizás con   conductas introvertidas, hostiles y de poca comunicación... probablemente el menor esté pasando por situaciones estresantes o de preocupación por algo desconocido para los padres.

   Aceptar.  Frecuentemente, es difícil para los padres el hecho de aceptar que tienen un problema de esta naturaleza en casa. Por tanto, el siguiente paso será el buscar ayuda con profesionales de la salud y con la parte educativa y jurídica en caso de que el bullying les haya sobrepasado. 


Es apremiante que la sociedad esté enterada de este problema social para saber cómo enfrentarlo y formar individuos sanos con familias sanas.

Para conocer más sobre temas como este, ingresa a la Biblioteca Virtual del Centro San Camilo www.cscbiblioteca.com


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