domingo, 26 de abril de 2020

APOYO ESPIRITUAL EN CASOS DE EMERGENCIA (DESASTRES O CATÁSTROFES)


Por: Pbro. Silvio Marinelli
Para contener catástrofes naturales u originadas por el ser humano, se cuenta con los servicios de emergencia, como son: los médicos, de policía, de bomberos, etc. Pero surge la pregunta: ¿y el apoyo espiritual? Este cuestionamiento, es la motivación para facilitar algunas claves para el acompañamiento espiritual, ya que si se cuenta con una preparación por anticipado, se podrá hacer la diferencia en la calidad de apoyo que se puede brindar a personas, familias y comunidades afectadas por desastres.
Los desastres naturales generan una gran confusión emocional y espiritual para en los sobrevivientes y las victimas, así como para sus familias, vecinos y comunidades.
Conocer y comprender estas complejidades, permite construir una intervención más acorde y humana, necesaria no sólo para dar una respuesta inmediata en el momento de desastre, sino también para fortalecer a largo plazo las posibilidades en el acompañamiento durante el proceso de recuperación para las personas traumatizadas por el desastre.
La palabra trauma, tiene sus raíces del griego, que significa: choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente. Y también: emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.
Los Psicólogos y sociólogos han dado diferentes definiciones. Para Van der Kolk (investigador en stress postraumático), el trauma ocurre cuando “la persona se siente privada de tener un lugar seguro para refugiarse tanto fuera como dentro de sí mismo, para poder gestionar las emociones de miedo que experimenta. Esto da como resultado un estado de indefensión y un sentimiento de que las acciones que  realiza no son suficientes para su vida”.
El trauma también se da cuando los individuos experimentan un evento extraordinario que amenaza su supervivencia y rompe la seguridad y sentido en un mundo benevolente.
Las fases de recuperación de lo emocional y espiritual son menos predecibles, que las fases de recuperación material y física. La recuperación emocional y espiritual es profundamente afectada por la naturaleza, alcance y complejidad del desastre. La perspectiva de recuperación a largo plazo es profundamente impactada por la pérdida de vidas, la perdida significativa de las propiedades, o ambas.
El ciclo de la recuperación emocional y espiritual incluye
-          Profunda incertidumbre debido a la pérdida de la seguridad y la pregunta de “¿cómo recuperar la normalidad vivida antes del incidente?”;
-          Y las reacciones emocionales, incluido el stress traumático que abruma los mecanismos que ayudan a hacer frente a la situación, (las reacciones al trauma pueden incluir los sentimientos de ser sobrepasados y arrancados de sus actividades usuales, recuerdos recurrentes y /o pérdida de memoria y fases de ansiedad, pánico, miedo, ira, hostilidad, y /o depresión).
·         Las reacciones espirituales incluyen:
-          Una crisis de fe en la cual hay  sentimientos de ser abandonados por Dios, por lo que las personas tienen dificultad para hacer oración y no tienen un espíritu de agradecimiento;
-          Sino al contrario, pérdida de la esperanza, y prolongados estados de desesperanza que llevan a la separación de las prácticas religiosas y separación de las comunidades de fe;
-          La necesidad de preguntarse constantemente “Por qué” un Dios compasivo permite que suceda ese sufrimiento y dolor;
·         Y la búsqueda continua de que Dios provea de protección y seguridad y reestablezca el bienestar en la vida. Sobre todo, muchos se sienten más cómodos dando gracias en las oraciones, que llorando y expresando el dolor y el sufrimiento que se experimentan después de un desastre o tragedia.
Guías de intervención
A corto plazo, el propósito primario para la intervención pastoral en crisis con individuos y familias, es ofrecer protección y seguridad. Y a largo plazo, el propósito primario es asistir y facilitar la restauración de la fe y la esperanza y acompañar a dar sentido en la vida después del desastre, particularmente cuando se han perdido vidas.
Fase de respuesta: En el momento de la crisis.
·         Ofrecer seguridad: 
·         Sobre todo las víctimas de un desastre necesitan saber que está a salvo su seguridad y que usted es una persona con la cual ellos pueden desahogar sus sentimientos de manera segura.  Ofrecer hospitalidad (“¿Usted necesita algo? ¿Agua, comida, o una cobija? ¿Ya cuenta con un albergue?).
·         Escuchar atentamente y proporcionar apoyo:
·         Ayudar a la víctima del desastre para que se exprese y acompañarle para que acepte la realidad y la experiencia del dolor por la perdida. Escuche con un oído atento. Guíe la conversación cuando pareciera que los sobrevivientes no saben de qué hablar, en este caso se pueden hacer preguntas abiertas como: ¿Qué vio usted? ¿y cómo se siente?  Ellos tienen la necesidad de empezar a tratar con sus sentimientos con la percepción de las situaciones. Relájese y permita que ellos se expresen verbalmente.
·         Mantenga una actitud de calma y silencio:
Permita a los sobrevivientes mantener el protagonismo en las conversaciones. No los interrumpa. Pregunte sólo cuando parezca que ellos quieren hablar. Sus sentimientos son tan intensos que ellos no saben por dónde empezar. Refleje lo que usted está escuchando  en pausas naturales. Manténgase en una actitud de silencio. (No les diga a las víctimas que usted sabe como se sienten. Usted no lo sabe.) Si ellos no responden mucho, siéntese con ellos y permanezca en silencio hasta que ellos estén listos para hablar otra vez. A veces, el saber que alguien esta cerca es suficiente.  
Puede ser que usted escuche cosas que lo desconcierten. Los sobrevivientes pueden tener sentimientos que les provocan decir cosas que son violentas. O ellos pueden expresar el deseo de herir a alguien. No los confronte, ni los juzgue, ni los corrija en este momento. Los sobrevivientes pueden manifestar ira, ansiedad para enmascarar sus sentimientos y su vulnerabilidad. No tome su ira como algo personal. Ellos sólo están temerosos de ser dañados otra vez. Hágales saber que usted esta de su lado.
·         Manténgase teológicamente neutral:
Los sobrevivientes pueden tratar de explicarse las cosas de maneras que contradicen las creencias religiosas de usted. Respete las creencias de la persona (incluso si estas parecen inusuales o desconocidas). Permita que ellos expresen sus creencias. Evite tratar de dar respuesta a preguntas como: “¿Cómo pudo Dios permitir que esto pasara?” Tratar de explicar la voluntad de Dios o la condición humana puede enojarlos o confundirlos en lugar de ayudar. Evite decir frases que no consuelan “Todo estará bien”. A menos que ellos se lo pidan, puede orar con ellos .
·         Evite arreglar las cosas:
Sólo se puede asistir a las víctimas. Pero no se puede hacer todo por ellos, no se puede arreglar lo que no es posible. No se puede traer de regreso a los que han fallecido. Ni prometer que encontraran vivos a sus hijos, pero puede permanecer con ellos acompañándolos hasta que tengan noticias. Evite ofrecerles lo que no les puede proporcionar.
·         Enfóquese en las necesidades de los sobrevivientes, y no en las necesidades de usted:
De  alguna manera también usted podría ser un sobreviviente de desastre. Usted encuentra que también  tiene sus necesidades, pero tiene la oportunidad de satisfacerlas en un tiempo posterior. Evalúe continuamente su servicio, haciéndose usted mismo la pregunta, ¿con las  necesidades de quién estoy tratando? Esta es la mejor manera de saber que se esta manteniendo enfocado en el sobreviviente y no en usted mismo.

Fase de recuperación: Puede tomar algún tiempo después de la crisis del trauma inicial hasta que se supere. El proceso de recuperación de un trauma puede variar de un incidente a otro y será muy influenciado por la naturaleza y alcance del desastre.
Los especialistas en stress por trauma están de acuerdo en sugerir el uso de rituales para la recuperación del trauma, ya que puede ayudar a dar sentido a las víctimas /sobrevivientes. Y el ritual puede ayudar a reestablecer la esperanza.

Infundir “esperanza” es otro de los objetivos en el acompañamiento. La esperanza no es una fuga de la realidad dolorosa. La esperanza no consiste en la ilusión de superar todas las dificultades. Infundir esperanza no es otra cosa que ofrecer a quien se encuentra movido por el temporal del sufrimiento, un lugar donde apoyarse, un agarradero, ser para el sobreviviente el ancla que mantiene firme y no a la deriva la barca de la vida. Ofrecerse para agarrarse, ser alguien con quien compartir los propios temores y las ilusiones eso es infundir esperanza.

Cuando las personas experimentaron un desastre o trauma, su vida entera es afectada,  no serán los mismos después, pero pueden ser salir fortalecidos de la experiencia con los aprendizajes de la experiencia.
Mientras se recuperan del desastre, los sobrevivientes necesitan apoyo y ayuda mientras encuentran una nueva forma de vivir en la que eventualmente se sientan bien y productivos. La sanación y la reconciliación son procesos y no eventos, toman tiempo y no pueden ser forzados ni obligados, son elecciones que cada persona hace cuando se siente preparado para ello.
Las personas que han sobrevivido a un desastre no pueden controlar el evento, pero sí pueden controlar su respuesta ante éste, tomando las decisiones que los dirijan a su recuperación.

Juntos, Ayudándonos Unos A Otros, Ganar

jueves, 9 de abril de 2020

¿Qué sentido tiene el sufrimiento?



Pbro. Silvio Marinelli

¿Qué sentido tiene el sufrimiento? Es una pregunta muy recurrente en estos días. Podríamos también cambiarla: ¿Qué sentido creo en la situación de sufrimiento? No se trata sólo de un cambio lingüístico; es una manera de hacernos responsables para “crear” sentido. Se pasa de la pregunta sobre el porqué, al cuestionamiento sobre el para qué y el cómo.
Sí, el sentido se “crea”, se genera, se produce; no es algo que está afuera de nosotros y que debemos encontrar. El sufrimiento - en muchos casos - no depende de nosotros, el sentido del sufrimiento, al contrario, está bajo nuestro control: podemos construirlo, a través de nuestra reflexión, del cambio de nuestras actitudes, modificando nuestro comportamiento, ensayando nuevas formas de relacionarnos con los demás, dando importancia a nuevos valores, viviendo de manera más profunda nuestras creencias.
El sufrimiento es un desafío: nos reta al cambio, a la conversión, a aprender realidades nuevas o que habíamos olvidado, a renovar nuestra decisión de ser discípulos coherentes de Jesús, a perdonar y pedir el perdón, a profundizar en nuestra fe, a madurar y ser menos narcisistas, a revisar nuestra modalidad de vivir y nuestras prioridades, a prepararnos para el encuentro definitivo con nuestro Padre, a ser más solidarios y fraternos, a proponernos nuevas metas del espíritu y un etcétera muy externo.
Mirando al sufrimiento de Jesús (Él es nuestro maestro) podemos aprender a vivir nuestro sufrimiento de una manera humana (sí: no somos superhombres; como Él, podemos repetir nuestro “¿Por qué me has abandonado?” y nuestro “Tengo sed”), a mantener nuestra relación con Dios Padre (“Padre, que se haga lo que Tú quieres”, “En tus manos confío mi espíritu”) y a permanecer firmes en nuestro proyecto de vida cristiana, un proyecto de entrega a los demás, de una existencia gastada por amor, pensando y velando por los demás (“Perdónalos”, “Aquí está tu hijo…”).
De Jesús, aprendemos también a cómo morir de una manera cristiana. Hemos recibido la existencia, nadie se la ha dado; al término podemos “entregarla” a Dios. La muerte es un paso, “con Cristo, por Cristo y en Él”: nadie nos la quita, nosotros podemos entregarla, ciertos de ser cargados sobre los hombros del Buen Pastor para ser puestos en los brazos de la misericordia del Padre. La muerte es “paso pascual” que nos hace desembocar en el océano del amor de Dios.
con sencillez y humildad, lo ha decidido todo y a Dios le toca hacer nuestra voluntad. 

sábado, 4 de abril de 2020

El cambio de velocidades que impone el coronavirus


 La pandemia nos ha traído dos velocidades: la de la vida pública, nunca en la historia tan veloz para la ciencia, y la de la vida privada, nunca tan lenta




Del brote global de SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo) en 2003 pasaron seis años para que la ciencia encontrara el origen de la epidemia que pasó de los murciélagos a los humanos; once años después, en el brote global de Ébola en 2014, pasó un año para que la ciencia respondiera a muchas de las preguntas que surgieron en ese momento. El caso del coronavirus es único para la ciencia porque se analiza su origen en tiempo real, la dispersión, proyecciones, por parte de los virólogos, sumado al trabajo de los epidemiólogos que analizan los índices de mortalidad, la prevalencia de la enfermedad y la tasa de dispersión. Que todo esté ocurriendo en tiempo real –las noticias, las entrevistas de los gobernantes que han negado la pandemia y sus protocolos como Trump, Bolsonaro y López Obrador, los videos de los vecinos aplaudiendo desde los balcones de sus casas en Madrid, los videos conmovedores, los tuits deprimentes, los chats en sus momentos delirantes, y el arduo trabajo de los científicos e investigadores– no es poca cosa, esta velocidad vertiginosa tiene connotaciones importantes en el presente: la rapidez que supone en la vida pública y la desaceleración en lo privado.
En tiempos en los que la información viaja en cuestión de segundos de un extremo a otro del planeta, desde el punto de vista de la ciencia, los muestreos, los análisis y las proyecciones de la pandemia están ocurriendo, por primera vez, en tiempo real. Y esta velocidad supone, a diferencia de las epidemias pasadas, que en esta ocasión las investigaciones se reflejan en la realidad. Supone, por ejemplo, que se prueben las primeras vacunas durante el desarrollo de la pandemia. Qué antiguo parece todo el tiempo antes del coronavirus hace dos, tres semanas. A la vez la cantidad de temas que ha eclipsado, como el hecho de que sigue habiendo 10 feminicidios diariamente en México. En ese tiempo anterior al coronavirus, en las epidemias pasadas, la ciencia tenía protagonistas, nombres y apellidos que eran reconocidos. Si algo cambia la rapidez con la que viaja la información, y si algo implica el que todo ocurra en tiempo real, es que al no haber protagonistas hay una visión de unidad y solidaridad entre los científicos. Y esto revela a la pandemia no sólo como tema de salud, sino también como fenómeno social. Esto no tiene precedentes. Los equipos de científicos trabajan en todas partes del mundo para reportar a la OMS los resultados de sus investigaciones, y no es el reconocimiento, sino el compartir datos lo más rápido posible con otros equipos de trabajo en otras partes del mundo para poder proporcionar datos relevantes para los Gobiernos y la OMS. Lo mismo ocurre en hospitales, centros de salud y el cuerpo de enfermería: no hay protagonistas, no hay nombres y apellidos, todos están en servicio de la salud y de la gente. Sin duda, lo más importante de esta velocidad vertiginosa en la vida pública donde el frente de todos es el bien común.
Equipos de virólogos y epidemiólogos han tenido jornadas rebasadas en las últimas semanas. Un tema importante: la OMS ha contactado a varios centros de investigación alrededor del mundo, entre ellos a la Universidad de Oxford en Inglaterra, para que se establezcan lineamientos y protocolos para estandarizarlos a nivel global. Los centros que informan a la OMS tienen una importancia crucial hoy, los resultados de las colaboraciones entre investigadores de varios países son compartidos. Un tema importante para Latinoamérica: La Universidad de Oxford es parte de un proyecto que trabaja con investigadores y el sector público para entender cómo se comporta el virus en su entrada a Latinoamérica antes de que se dé el pico. A la Dra. Marina Escalera Zamudio (Leverhulme Trust ECR Fellow University of Oxford), parte del equipo, en contacto con las autoridades e investigadores en México, le parece urgente “que haya una respuesta estandarizada en Latinoamérica, que haya una inversión consistente en la investigación de la ciencia y un fondo económico para absorber la crisis”. Sugiere no hacer caso de las discrepancias entre López Obrador y la Secretaría de Salud e ir directamente a las fuentes confiables, como la página oficial de la Secretaría de Salud, donde se concentra el resultado de muchos de los centros que hoy trabajan en conjunto: “Una cosa es un presidente y otra es el sector salud, pero las decisiones epidemiológicas van más allá de cualquier presidente. Este es uno de los problemas. Pero también está la falta de información, la dispersión de información falsa, la politización, y que los gobernantes desacrediten a la ciencia y a la medicina porque eso produce falta de confianza en la gente. Por otro lado, no dan un peso para las investigaciones y quieren respuestas inmediatas”. En México, menos del 0.5% del PIB estaba destinado al estudio de la ciencia y el Gobierno de López Obrador lo recortó a la mitad.
Es interesante ver cómo mientras más veloz corre la vida pública, nuestra vida diaria va en una velocidad contraria, como nunca antes se ha desacelerado nuestra vida cotidiana. La suspensión de colegios, universidades, el cierre de oficinas, algunos negocios y restaurantes ha cambiado el ritmo de las ciudades. El coronavirus nos ha traído dos velocidades: la de la vida pública –nunca antes en la historia tan veloz para la ciencia, por fortuna–, y la de la vida privada –nunca antes, en tiempos del capitalismo, tan lenta. Desacelerada de golpe. Desde adolescente, no he hablado tanto por teléfono como en estos días con mis amigas y amigos. Los que trabajamos y tratamos de hacer lo más posible desde casa, tenemos tiempo para cocinar, algunos hemos tenido tiempo para ver una película que desde hace meses queríamos ver, tenemos tiempo para leer, para convivir en casa, para tomar un baño más largo de lo normal. O de pasar un rato comiendo sopa de tomate en casa de un amigo querido como el acto más sanador. Se desacelera, por primera vez, el ritmo que pauta el capitalismo. Ambos cambios de velocidades en la vida pública y la privada son históricos. Es verdad que la desaceleración supone un impacto económico, esta situación también ha desmantelado el sistema capitalista en el que vivimos: nos ha obligado a cuestionar la justicia en las estructuras de trabajo. El lugar que tienen los más vulnerables en este sistema capitalista, patriarcal y racista, como los trabajos informales, el muy importante goce de sueldo de las trabajadoras del hogar durante la cuarentena, el tema del control del virus en los penales, cómo proteger a los asilos de ancianos, acaso los espacios más vulnerables de todos. Qué acciones tomar ante la violencia en contra de mujeres que deben convivir con sus agresores o menores de edad que están expuestos a la violencia doméstica. Por otro lado, esta desaceleración también ha descubierto la solidaridad entre grupos que antes no se encontraban. Ha cambiado un paradigma en la cultura, como la cantidad de museos, ferias de arte, galerías, catálogos editoriales, archivos de películas, espacios como filarmónicas, conciertos que hoy están disponibles en línea, por primera vez, para todos. En línea horizontal, lo que antes era posible mediante recursos y viajes, es hoy accesible en internet. Gente a la que seguimos en redes sociales, la vemos hoy en calcetines con sus mascotas. Hace poco, el filósofo Žižek dijo: “Pero tal vez otro –y más beneficioso– virus ideológico se expandirá y tal vez nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá de la nación-estado, una sociedad que se actualice como solidaridad global y cooperación”. Pues si en algo se cruzan ambas velocidades, la vertiginosa y la lenta, es que nos orilla a dejar de ser egoístas y a actuar en función de un sentido comunitario. Nada de esto es por el bien personal, sino por el bienestar social.



viernes, 3 de abril de 2020

La muerte


Por: Pbro. Silvio Marinelli


La muerte era uno de los temas “tradicionales” en los ejercicios cuaresmales, en las meditaciones y reflexiones. En las últimas décadas se ha puesto en la sombra. La pandemia del CO VID19 nos obliga a pensar en la muerte. Queremos hacerlo desde una mirada de fe.
Tenemos un deseo de realización-felicidad «plena» y «eterna». Experimentamos nuestra existencia como una realidad “penúltima”.
¿Habrá un cumplimiento pleno, definitivo y permanente?
La fe cristiana da una respuesta: la promesa del cumplimiento pleno y definitivo en Dios.
Según la visión cristiana la muerte es paso… y cumplimiento. Esta convicción nace de la fe que nos asegura que la historia está orientada hacia un fin “bueno”, en Dios. La fe cristiana no espera “una u otra cosa”, sino confía en una definitiva comunión con Dios y con los hermanos. La fe permite la esperanza y rescata también las experiencias de los que sufren, los débiles, los derrotados, los ancianos, los que “ya” han muerto.
Ésta es nuestra esperanza: un Dios que “regala” nuevas posibilidades, rescata de la desesperanza, protege de la frustración y de la resignación. Un futuro meramente histórico no es suficiente. La esperanza va más allá: don, regalo. “El amor nunca fallará” (1 Cor 13,8): sabemos – por fe - que nuestro amor no será olvidado, ni perdido, sino que será introducido en el futuro de Dios.

La resurrección de Jesús es fundamento y núcleo de toda esperanza cristiana
 “Si Cristo no ha resucitado, su fe es falsa; todavía están en sus pecados. … Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. … Si por motivos humanos luché …, ¿de qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Cor 15, 17.19.32).
El futuro esperado ha ya tenido un inicio, una anticipación, una primera manifestación. Con la resurrección de Jesús ha iniciado a realizarse el futuro pleno y definitivo de Dios. El futuro, con la resurrección de Jesucristo, ya se ha realizado y está realizándose. En la resurrección de Jesús está anticipado nuestro futuro.
La meta de nuestra esperanza es, para todos nosotros, la comunión con el Señor resucitado: su muerte y resurrección, porque son “modelo”, “paradigma” de la iniciativa de Dios y “primicia” de la nueva realidad. En la resurrección de Jesús está contenida una promesa para todos: la vida plena, eterna y feliz.
Si uno “es” (“vive”) en Cristo, en él ha ya empezado la nueva creación: “De modo que, si alguno está en Cristo, es nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas” (2 Cor 5,17).
La fuerza de la resurrección está ya actuando en nosotros, en el gozo, en el amor, en la esperanza, en la voluntad y la capacidad de seguimiento. La realidad “penúltima” de la historia debe de ser “conformada”, “estructurada”, “moldeada”, orientándola hacia la realidad última, que el ser humano no puede construir por su cuenta, sino que recibirá por parte de Dios.
Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes, se manifestarán gloriosos juntamente con él” (Col 3, 1-3)
En el bautismo hemos ya sido resucitados: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia han sido salvados), y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús”. Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es” (1 Jn 3,2).
Se puede concluir que, no en la muerte, sino en la vida, el ser humano debe alcanzar la madurez del amor, para ser un “recipiente” apto para acoger las promesas de Dios. Quien espera en un futuro eterno y feliz, no se queda inactivo; la espera nos hace dinamizadores del futuro esperado como don. El hombre hace experiencia de que, la historia y el mundo (con su esfuerzo) son “también” hermosos, justos y pueden darnos felicidad.
Él puede cultivar una esperanza “última”: Las cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Cor 2, 9)

Jesús muere con una certeza: “todo está cumplido”: sólo tiene treinta años más o menos y, a pesar de esto, todo está cumplido: TIENE LA CERTEZA DE HABER HECHO LO QUE DEBÍA HACER, DE HABER CUMPLIDO CON SU MISIÓN: DAR SU VIDA PARA LOS DEMÁS.
Nuestra persona debe convertirse en signo de la presencia de Dios – amor en la historia. Nuestros pensamientos, emociones, deseos y corporeidad están llamados a ser “SACRAMENTO DE AMOR”.
El cuerpo del bautizado es el nuevo “templo” en el cual se celebra el nuevo “culto” y se ofrece el sacrificio de la nueva alianza. A partir de la Encarnación y de la Pascua, no se trata ya más de ofrecer en sacrificio cualquier cosa afuera de nosotros, sino nosotros mismos. Éste es el sacerdocio de todos los creyentes.
San Camilo solía decir a sus religiosos que estuvieran contentos y agradecidos, porque el Señor les había reservado el “plato fuerte” de la caridad (no las botanas o el pastel). Todo el ministerio de Jesús puede resumirse como una opción radical en favor de la vida, y nosotros estamos llamados a seguirlo.
¿Qué ves en la cruz? Podemos ver: sufrimiento, sangre derramada, injusticia, mentira y suplicio, leño duro … Mira, ¡cuánto sufrió Jesús!
Mira, ¡cuánto amó Jesús!

No es el sufrimiento lo que nos salva, es Jesús con su actitud de amor, de fidelidad a su proyecto: una vida para los demás… en comunión con su Padre.