jueves, 9 de abril de 2020

¿Qué sentido tiene el sufrimiento?



Pbro. Silvio Marinelli

¿Qué sentido tiene el sufrimiento? Es una pregunta muy recurrente en estos días. Podríamos también cambiarla: ¿Qué sentido creo en la situación de sufrimiento? No se trata sólo de un cambio lingüístico; es una manera de hacernos responsables para “crear” sentido. Se pasa de la pregunta sobre el porqué, al cuestionamiento sobre el para qué y el cómo.
Sí, el sentido se “crea”, se genera, se produce; no es algo que está afuera de nosotros y que debemos encontrar. El sufrimiento - en muchos casos - no depende de nosotros, el sentido del sufrimiento, al contrario, está bajo nuestro control: podemos construirlo, a través de nuestra reflexión, del cambio de nuestras actitudes, modificando nuestro comportamiento, ensayando nuevas formas de relacionarnos con los demás, dando importancia a nuevos valores, viviendo de manera más profunda nuestras creencias.
El sufrimiento es un desafío: nos reta al cambio, a la conversión, a aprender realidades nuevas o que habíamos olvidado, a renovar nuestra decisión de ser discípulos coherentes de Jesús, a perdonar y pedir el perdón, a profundizar en nuestra fe, a madurar y ser menos narcisistas, a revisar nuestra modalidad de vivir y nuestras prioridades, a prepararnos para el encuentro definitivo con nuestro Padre, a ser más solidarios y fraternos, a proponernos nuevas metas del espíritu y un etcétera muy externo.
Mirando al sufrimiento de Jesús (Él es nuestro maestro) podemos aprender a vivir nuestro sufrimiento de una manera humana (sí: no somos superhombres; como Él, podemos repetir nuestro “¿Por qué me has abandonado?” y nuestro “Tengo sed”), a mantener nuestra relación con Dios Padre (“Padre, que se haga lo que Tú quieres”, “En tus manos confío mi espíritu”) y a permanecer firmes en nuestro proyecto de vida cristiana, un proyecto de entrega a los demás, de una existencia gastada por amor, pensando y velando por los demás (“Perdónalos”, “Aquí está tu hijo…”).
De Jesús, aprendemos también a cómo morir de una manera cristiana. Hemos recibido la existencia, nadie se la ha dado; al término podemos “entregarla” a Dios. La muerte es un paso, “con Cristo, por Cristo y en Él”: nadie nos la quita, nosotros podemos entregarla, ciertos de ser cargados sobre los hombros del Buen Pastor para ser puestos en los brazos de la misericordia del Padre. La muerte es “paso pascual” que nos hace desembocar en el océano del amor de Dios.
con sencillez y humildad, lo ha decidido todo y a Dios le toca hacer nuestra voluntad. 

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