Pbro. Silvio Marinelli
¿Qué sentido tiene el sufrimiento? Es una pregunta muy recurrente en
estos días. Podríamos también cambiarla: ¿Qué sentido creo en la situación
de sufrimiento? No se trata sólo de un cambio lingüístico; es una manera de
hacernos responsables para “crear” sentido. Se pasa de la pregunta sobre el
porqué, al cuestionamiento sobre el para qué y el cómo.
Sí, el sentido se “crea”, se genera, se produce; no es algo que está
afuera de nosotros y que debemos encontrar. El sufrimiento - en muchos casos -
no depende de nosotros, el sentido del sufrimiento, al contrario, está
bajo nuestro control: podemos construirlo, a través de nuestra reflexión,
del cambio de nuestras actitudes, modificando nuestro comportamiento, ensayando
nuevas formas de relacionarnos con los demás, dando importancia a nuevos
valores, viviendo de manera más profunda nuestras creencias.
El sufrimiento es un desafío: nos reta al cambio, a la
conversión, a aprender realidades nuevas o que habíamos olvidado, a renovar
nuestra decisión de ser discípulos coherentes de Jesús, a perdonar y pedir el
perdón, a profundizar en nuestra fe, a madurar y ser menos narcisistas, a
revisar nuestra modalidad de vivir y nuestras prioridades, a prepararnos para
el encuentro definitivo con nuestro Padre, a ser más solidarios y fraternos, a
proponernos nuevas metas del espíritu y un etcétera muy externo.
Mirando al sufrimiento de Jesús (Él es nuestro maestro) podemos aprender
a vivir nuestro sufrimiento de una manera humana (sí: no somos
superhombres; como Él, podemos repetir nuestro “¿Por qué me has abandonado?”
y nuestro “Tengo sed”), a mantener nuestra relación con Dios Padre
(“Padre, que se haga lo que Tú quieres”, “En tus manos confío mi espíritu”) y a
permanecer firmes en nuestro proyecto de vida cristiana, un
proyecto de entrega a los demás, de una existencia gastada por amor, pensando y
velando por los demás (“Perdónalos”, “Aquí está tu hijo…”).
De Jesús, aprendemos también a cómo morir de una manera
cristiana. Hemos recibido la existencia, nadie se la ha dado; al término
podemos “entregarla” a Dios. La muerte es un paso, “con Cristo, por Cristo y en
Él”: nadie nos la quita, nosotros podemos entregarla, ciertos de ser cargados
sobre los hombros del Buen Pastor para ser puestos en los brazos de la
misericordia del Padre. La muerte es “paso pascual” que nos hace
desembocar en el océano del amor de Dios.
con sencillez y humildad, lo ha decidido todo y a Dios le toca hacer nuestra
voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario