martes, 20 de octubre de 2020

RESILIENCIA Y DESGASTE EN EL CUIDADOR

 

Desde el momento en que se diagnostica una enfermedad crónico degenerativa, se debe hablar de los cuidados paliativos, con el objetivo de brindar calidad de vida a personas con enfermedades de larga evolución, en donde se presenta temor al abandono, a la soledad, miedo a la invalidez y a tener que depender de los demás para llevar a cabo sus necesidades psico-fisiológicas y espirituales, padeciendo dolencia habitual, y múltiples situaciones estresantes en el individuo, hasta llegar al final de la vida. Para lograr este objetivo de brindar la calidad de vida, se requiere de un equipo multidisciplinario, el cual abarca los aspectos físico-biológicos, sociales, emocionales y espirituales de un paciente crónico degenerativo.

            Parte de este equipo multidisciplinario es el cuidador, que es la persona o institución, que asume primariamente la responsabilidad para abastecer acciones de soporte a los pacientes. Un 85% de los cuidadores son mujeres de edades que oscilan entre los 45 a 60 años, y están sometidos a una situación continua de estrés que incrementa su vulnerabilidad biológica. Son los encargados de entender señales o pistas de dolor, desaliento, urgencia, alegrías, carencias, etc. Son como los detectives que están en busca de una señal que inconforme o incomode al paciente. Contraen una carga física y psíquica, se responsabilizan de la vida del paciente, en cuanto a la medicación, higiene, alimentación, etc., en consecuencia se va perdiendo paulatinamente su independencia, porque el paciente le absorbe cada vez más y se desatiende a sí mismo, no tomando el tiempo necesario para su propia vida.

            Existen dos síndromes de los cuidadores: 1.-Sobrecarga del cuidador y 2.-Sindrome de Burnout. El primero se presenta en los cuidadores que son familiares y el de Burnout se presenta en los que tratan con personas, es decir, que parte de su labor es el trato con personas, así como los trabajadores de la salud. Son realmente situaciones similares y ambos presentan la  misma sintomatología, lo que los distingue es la remuneración económica (Burnout es por trabajo) a diferencia de la sobrecarga de trabajo. Otra diferencia es el estriba en los sentimientos que se tienen hacia el paciente siendo cuidador por trabajo o por compromiso familiar; y por último la diferencia es que se han realizado investigaciones de Burnout sólo en trabajadores que laboran con personas, tales como a enfermeros, médicos, maestros, etc.

            Existen señales de alerta para estos síndromes las cuales son:

v  Problemas de sueño.

v  Perdida de la energía, fatiga crónica, sensación de cansancio continuo, etc.

v  Aislamiento.

v  Consumo excesivo de bebidas con cafeína, alcohol o tabaco.

v  Consumo excesivo de pastillas para dormir u otro medicamento.

v  Problemas físicos como: palpitaciones, temblor de manos, molestias digestivas, etc.

v  Cambios frecuentes del humor.

v  Desinterés en su arreglo.

            Debemos estar alertas  si observemos varias de estas señales en los cuidadores, ya que por lo general son vistas por otras personas y no por él mismo. Por esta razón hay que darle a notar lo que está presentando para hacerlo consiente y derivarlo con expertos de la materia, para evitar un mayor daño físico o psicológico y  poder brindar el cuidado que el paciente requiere.

            Claro que los seres humanos tenemos la capacidad de la resiliencia en el Síndrome del Cuidador o el Síndrome de Burnout. Una de las formas de hacer la resiliencia es conocer los derechos de los cuidadores, con la finalidad de llevarlos a cabo a nivel preventivo y/o curativo, siendo estos:

q  El derecho a dedicar tiempo y actividades a sí mismos sin sentimientos de culpa.

q  El derecho a experimentar sentimientos negativos por ver al enfermo o estar perdiendo a un ser querido.

q  El derecho a resolver por sí mismos aquello que seamos capaces y el derecho a preguntar sobre aquello que no comprendan.

q  El derecho a cometer errores y a ser disculpados por ello.

q  El derecho a ser reconocidos como miembros valiosos y fundamentales de

la familia, incluso cuando sus puntos de vista sean distintos.

q  El derecho a “decir NO” ante demandas excesivas, inapropiadas o poco realistas.

q  El derecho a seguir con la vida propia.




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