jueves, 8 de agosto de 2019


Mecanismos de Defensa – psicología



Todos hemos escuchado, alguna vez, hablar de los mecanismos de defensa que utilizamos a lo largo de nuestra vida. Pero no todos sabemos lo que en realidad son y de qué manera funcionan, por lo que en esta ocasión abordamos el tema para tratar de explicar, de manera general, estos mecanismos presentes en la vida del ser humano.





Se puede decir que los mecanismos de defensa son funciones psíquicas reguladoras de las cargas energéticas presentes en el aparato psíquico (niveles de tensión). La defensa es utilizada para procurar el mantenimiento del equilibrio y con ello evitar algún tipo de trastorno o alteración producida por el exceso de tensión. Dicho de otra manera, se trata de estrategias psicológicas inconscientes que se utilizan para tratar de disminuir, o quitar, el displacer originado por la tensión que produce un conflicto que no se puede solucionar de forma adecuada.



Todos los diversos procedimientos utilizados para hacer frente al conflicto psíquico, son las estrategias de las que el Yo se vale para tratar de recuperar un equilibrio que le permita continuar con sus funciones necesarias para la vida.  El Yo está gobernado por el miramiento de la seguridad; se propone la tarea de la auto-conservación y se vale de las sensaciones de angustia, como una señal que indica los peligros amenazadores, para su integridad.  Por lo tanto, el Yo combate en dos frentes: tiene que defender su entereza  contra un mundo exterior amenazante, así como contra un mundo interior demasiado demandante. Y contra ambos aplica los mismos métodos defensivos, sin embargo defenderse de un mundo externo suele ser una tarea un poco más sencilla; lo que resulta difícil es escapar de los peligros internos, que persisten, como amenazas, aunque temporalmente puedan ser frenados.



Los mecanismos de defensa, pues, son los caminos inconscientes que utiliza el ser humano para que las situaciones estresantes, conflictivas, frustrantes, etc., no le sobrepasen, le anulen o le destruyan, reduciendo la angustia, ansiedad, impotencia, agresividad, etc. que le provocan. Son las herramientas mediante las cuales el Yo enmascara, oculta o diluye todo aquello que produce una tensión que no se puede soportar.



Con todo esto, se puede pensar que los mecanismos de defensa son recursos “adecuados” para la protección del Yo. Es verdad, el Yo puede estar momentáneamente protegido o regulado mediante éstos, sin embargo la mayoría de las defensas son más dañinas que benéficas. Solamente muy pocas de ellas en realidad resultan “positivas” para un funcionamiento sano de la psique humana. A pesar de que todos los mecanismos de defensa disminuyen la tensión, sólo unos cuantos son verdaderamente adaptativos y permiten al sujeto superar el conflicto con mayor fortalecimiento de su personalidad, al corregir errores, posturas o dinámicas; el resto no son adaptativos, son sólo paliativos que impiden enfrentarse cara a cara con los problemas que generan la tensión, obstaculizando así el crecimiento. Por lo tanto, se puede decir que los mecanismos de defensa ayudan porque representan un alivio, pero si sustituyen el enfrentamiento directo con las tensiones, impiden el adecuado desarrollo de un Yo maduro.



Es oportuno mencionar, que siempre existirá un estrecho vínculo entre las formas de defensa y el desarrollo de ciertas enfermedades. Las grandes diferencias que hay de unos individuos a otros, en los mecanismos de defensa utilizados, se deben al nivel de organización del Yo y a la naturaleza de las tensiones contra las que se protege.



Cuando la conducta defensiva logra mantener el normal equilibrio de las funciones psíquicas y físicas, podemos decir que el individuo tiene un comportamiento adaptado y se desenvuelve sin grandes conflictos o perturbaciones, es decir, elimina fácilmente toda fuente de peligro, tensión, ansiedad o inseguridad.

Cuando los mecanismos de defensa fracasan en su objetivo, aparecen los conflictos psíquicos generadores de ansiedad, angustia y, en pocas palabras, patologías, que en casos extremos (pérdida de las defensas) pueden llevar a la desintegración psicótica. 








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