lunes, 23 de marzo de 2020

A UNO NO LE ENSEÑAN ESO


Por: Marlon Viana Sotto

Mario Mendoza, es uno de los escritores que sigo dada su manera de escribir o de resistir como él lo llama, a través de la escritura y su lectura de la realidad. A partir hechos que se pueden comprobar, crea personajes e historias que de una manera fascinante va entrelazando y contando, para poner al lector al tanto de realidades que desconocemos y frente a las cuales debemos reflexionar. Quiero compartir algunas de ellas.
La primera vez que lo leí  me generó una reacción: tal vez sentía que también en sus libros existe un mensaje con el que me identifico; por lo que empecé a seguirlo y a leer sus libros y a emprender una lucha personal, que todavía hay quienes no entienden o comprenden porque les podrá parecer inútil empezar a ver “como todo está diseñado para embrutecernos, para mantenernos empantanados en una mediocridad afectiva, moral, política, intelectual, física”. Hace falta ver cómo se van encargando de irnos moldeando para que jamás pensemos o hagamos reflexión de cómo estamos viviendo la vida; la televisión, los noticieros, la cultura del entretenimiento, el concepto de belleza, el consumismo aberrante, la xenofobia creciente; etc.
El mejor libro en que aborda todo esto, BUDA BLUES, es descrito como “su libro más explosivo. De él se desprende un desgarrador aullido contra la sociedad y la especie, contra la desigualdad y la brutalidad, contra el capitalismo fallido y sus vergüenzas, contra el American Way of Life, contra todas las “convenciones” contra “La Cosa” y sobre el cual en ocasiones profundizo, releo, ya que en él se describe como este sistema quiere llevarnos a que vivamos de una manera cómplice con su actuar, que no cuestionemos, que no denunciemos, que no luchemos, que no resistamos, que sigamos participando de un camino en el que el día que no seamos útiles nos tiraran, seremos basura. Desechos.
De hecho, en algunos lugares ya somos tratados de esta manera, como basura: un ejemplo de esto pasa en Calcuta, dice Mario, una ciudad en la que las personas en situación de calle por los mismo índices de pobreza viven una realidad, y es que en las horas de la madrugada, pasa un camión y unos hombres van acompañando el camión, llevan varas de bambú y van tocando a los que están sobre la acera o los andenes  y si hay quien esté vivo pues reaccionan, pero quien no responda o reaccione, estos hombres comprueban si realmente está vivo y si no, entonces es levantado y echado al camión, porque ha muerto ahí. No es sólo recoger un cuerpo, es el camión de la basura donde los depositan. Uno puede pensar que también es por un tema de salud y prevención porque esto puede generar una epidemia, pero también, ese camión es el camión de la basura donde los colocan. Este es no sólo el presente de estas personas, sino que también es el futuro, “un sistema que crea nuevos desechos: seres humanos”.
El mismo andén donde se camina en el día para ir al trabajo, para ir a la universidad, para ir de compras; en la noche se convierte en la casa de alguien, en la habitación del papá o un hijo, de una madre, en el comedor. Hay otra realidad también igual o más impactante en esta misma ciudad, la gente no aguanta la miseria, el hambre, la sed. Y se transforman en mendigos, porque no soportan esta situación y,  para ello, sucede algo: la gente se mutila, se saca un ojo, se corta una mano, una pierna para que les den dinero en los semáforos y no morir de hambre. Niños, mujeres, ancianos, jóvenes visitan un lugar donde los convierten en mendigos, en ese lugar hay alguien que les hace esto, los mutila y ellos deben pagar luego por eso.
Este escritor llama a la indiferencia “supra-ego”; es decir, “alteridad cero, es que el otro, no me interesa” que, si están pasando necesidades, hambre, sed, no tienes dónde pasar la noche, “ese no es mi problema, resuélvelo como puedas, no tienes con qué hacer mercado hoy, no me interesa, no es mi problema”. No nos han enseñado lo contrario, a uno no le enseñan eso. Cuántas personas hoy están viviendo en este estado de no importarle la condición de alguien que no tiene dónde pasar la noche o padece hambre y sed. Quizás en algún lugar, en este momento estén enseñando a ver al otro como alguien igual a mí y no sentirme superior, a saludar al otro que me sirve la comida, a la señora que hace el aseo, a compartir con los que no tienen nada o que son estigmatizados por su condición; lo que ve uno es la preocupación por ser competitivos, el desprecio por el otro. Me pregunto si algunos de estos signos de alteridad cero se han vivido o se empiezan a vivir en Guadalajara.   
Esto es un experimento de ese sistema depredador que no es fácil de detectar, de alteridad cero, que significa que hay gente que es desechable. Pensemos entonces ahora en nuestros países latinoamericanos, en la gente que ustedes han visto en su ciudad, en las calles, esas calles que caminamos en el día para ir al trabajo, a la universidad u oficina, al hospital, plaza; esos espacios que en la noche se convierten en el hogar de una persona, ese es el lugar donde el otro habita para ejercer los voluntariados.
Vamos a ayudarnos, a darnos la mano, vamos a resistir, a buscar la paz, la solidaridad hacia el otro; debemos enseñarle, no a las nuevas generaciones sino a ésta, sobre esto, sobre el sentido profundo de la vida
“lo fundamental es cuál es el sentido profundo de tu existencia y a eso tienes que entregarte; puedes ser el deporte, el servicio a la comunidad, la música. Algún día vamos a estar en un consultorio y vamos a salir del consultorio y nos van a decir tienes cáncer, te quedan tres meses de vida y de qué te agarras cuando sales, ¿del dinero?, ¿de las propiedades?, ¿de la fama?, ¿del prestigio?, ¿de qué te sirve tu ego ahí? Absolutamente de nada, todo se pone en su justo lugar y te queda el sentido profundo de tu vida y, en el caso mío, ese sentido profundo es escribir y leer” (entrevista para Infobae 2017)
¿Cuál es tu sentido profundo de tu existencia? ¿de la mía? Hay una parte de esta generación que se resiste, que no cede a este sistema, que está viviendo en los límites, que no se han quedado en el centro, que también es un extremo que puedes elegir y en el cual tienes el derecho a crecer, reproducirte y morir.  Quienes deciden romper y vivir en los límites como sus territorios cotidianos siente el verdadero estremecimiento al defender la vida, las vidas desaparecidas de sus familiares, para tanta violencia, el perdón, la naturaleza y de tener sentido sus vidas al tomar partido y vivir, repito, al límite, aunque por momentos parezca una batalla perdida. El compromiso es de todos, buscar el sentido profundo de nuestras vidas, porque ellas no sólo no salvan a nosotros, sino a otros.




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