lunes, 16 de marzo de 2020

Problemas emocionales durante la Adolescencia


Victoria de Molina
La juventud es el periodo de cambio comprendido entre la pubertad y la edad adulta. Hablar de juventud es poner el acento en los procesos de construcción de la identidad. Es un proceso que se caracteriza por un desarrollo y grandes cambios a nivel afectivo, psicológico, biológico, intelectual, ético-espiritual y social. Se habla de proceso porque implica un trabajo que permite desprenderse de la identidad infantil, para desarrollar la identidad adulta.

Hablar de juventud es, para muchos, sinónimo de alegría, audacia, creatividad, entusiasmo, amistades y, en una palabra, vitalidad. Sin embargo, no todos los chicos pueden decir que esta etapa sea del todo alegre, ya que la viven de forma sombría y pierden poco a poco el interés por aquello que les resultaba divertido e interesante.

Anteriormente, esto no era tan evidente. En generaciones pasadas la transición no era tan severa; hasta hace un par de décadas se contaba con un medio social más protector: la mamá estaba más tiempo con sus hijos y los chicos tenían varios hermanos para convivir, podían salir a la calle, hacían amistades y los vecinos colaboraban en su cuidado, entre otras cosas.

Debido al exigente ritmo de vida, niños y adolescentes se encuentran más expuestos a problemas y riesgos; los chicos ahora viven con mucha presión y gran temor, por ejemplo, a sufrir agresiones o un accidente, a que los roben, los asalten o abusen sexualmente de ellos. Si tomamos en cuenta estos aspectos adversos y los unimos a los factores biológicos y psicológicos por los que atraviesan, tenemos una idea más clara de las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes en esta etapa de su vida.

Situaciones que suscitan sufrimiento

Algunas de las principales preocupaciones en esta etapa son: depresión, anorexia, bulimia, vigorexia, homosexualidad, y podríamos agregar también, según lo manifiesta un gran número de padres de familia, el uso de Internet.

Depresión: los estados depresivos en el adolescente son variados y fluctuantes, como lo es la misma etapa; son parte de las tensiones ante las nuevas situaciones que se deben enfrentar.

Los adolescentes que presentan baja autoestima, que son muy autocríticos o que perciben poco sentido de control sobre los acontecimientos negativos, presentan un riesgo particular de deprimirse cuando experimentan vivencias estresantes. Ciertos momentos de estado de ánimo deprimido son comunes y hasta normales en la mayoría de los adolescentes; sin embargo, cuando los síntomas depresivos son persistentes y afectan el funcionamiento normal, podría tratarse ya de un trastorno depresivo, sobre todo si los síntomas van acompañados de ideas de inferioridad, autorreproche, fracaso e incluso, en algunos casos, ideas de muerte.



Anorexia – Bulimia – Vigorexia – Dismorfia corporal: se trata de la nueva “epidemia del culto al cuerpo”, que se puede ver como una obsesión por la perfección del cuerpo. La anorexia y la bulimia hablan del ‘culto a la delgadez’; la vigorexia habla del ‘culto al músculo’; la dismorfia corporal conlleva una obsesión reiterada por alguna parte del cuerpo, aunque no exista ‘defecto’ alguno. Todos estos trastornos comparten algunos síntomas: desear una imagen corporal perfecta y distorsionar la realidad frente al espejo (distorsión del esquema corporal). Este fenómeno se ha incrementado en las últimas décadas; ser físicamente perfecto se ha convertido en uno de los objetivos principales de las sociedades desarrolladas. Es una meta impuesta por nuevos modelos de vida, en los que el aspecto parece ser el único sinónimo válido de éxito, felicidad e incluso de salud. Estas fuertes influencias sociales son decisivas en los adolescentes, personas que aún no logran una identidad y seguridad en sí mismas, que lo único que sienten es confusión, duda y total desequilibrio, por lo tanto, susceptibles a influencias tan generalizadas y amenazantes (“si no hago… si no soy… como los demás, seré rechazado”).

La anorexia y la bulimia son trastornos mentales que se manifiestan por conductas alimentarias patológicas: el dejar de comer en el primer caso, y el comer en exceso seguido por su expulsión en el segundo caso. Tanto uno como otro (comer nada y tragar-expulsar) son parte de una escena donde la comida simboliza mucho más que sólo eso. Es importante enfatizar que se trata de una grave perturbación psicológica, por lo que será necesario tratar de detectarla lo más pronto posible para poder darle la atención profesional que requiere.

La vigorexia es un trastorno mental cuyos síntomas se presentan como una obsesión por verse musculosos; se miran constantemente en el espejo y se ven enclenques, lo que les hace invertir todo el tiempo posible en el gimnasio para aumentar su musculatura. Además, tal obsesión les impele a consumir sustancias (anabólicos y otras sustancias nocivas) para lograr su objetivo, lo que complica, aún más, su padecimiento. Como patología mental, es necesaria la atención profesional.

La dismorfia corporal es otro tipo de trastorno mental; afecta cada vez a mayor número de personas y comienza, generalmente, en la adolescencia. Se trata de ciertos ‘complejos’ (el tamaño de la nariz, el típico acné de la pubertad, el abdomen, la cadera, etc.) agudizados, igualmente, por la obsesión de la belleza física, convirtiéndose, en ocasiones, en auténticas enfermedades mentales con ansiedad, depresión, fobias, movimientos compulsivos (sobre todo la autoobservación ante el espejo) y que conducen a la llamada ‘dismorfia corporal’.  Actualmente, es muy común recurrir a la cirugía estética para satisfacer ese ‘gusto’ y disminuir los síntomas; sin embargo, se trata de un trastorno mental, no físico, por lo que ninguna cirugías logra la mejoría esperada. Requiere atención profesional, al igual que las mencionadas anteriormente.



Homosexualidad: No se puede hablar de homosexualidad hasta que el individuo ha alcanzado una madurez psicosexual adulta, o sea que ha superado todo el proceso (pubertad-adolescencia-juventud) satisfactoriamente. Antes de esa madurez, la identidad sexual no está completamente establecida; de hecho, existe una identidad sexual ambigua. Los adolescentes tienen, comúnmente, sentimientos homosexuales e incluso experiencias homosexuales. Esto no impide llegar a un desarrollo heterosexual normal. El afecto y el amor hacia una persona del mismo sexo es un elemento bastante común del desarrollo psicosexual del individuo.

Los adolescentes comparan sus cuerpos, su relación con los padres, su capacidad de seducción, sus habilidades sociales y de relación; pero también comparan sus sentimientos y emociones. En muchas ocasiones, experimentan la disyuntiva existente entre sus pensamientos y los de sus iguales. Las dudas aparecen y éstas se viven con un alto grado de confusión, miedo y desconcierto. Cuando se habla de un adolescente que se debate entre la homosexualidad y la heterosexualidad, se está frente a un individuo que se cuestiona quién es, de qué manera debe actuar, hacia dónde debe dirigirse, pero, sobre todo, se cuestiona si dejará de ser “normal” y se convertirá en algo “perverso” y, además, si el resto del mundo lo percibirá como tal y si por ello se quedará siempre solo. Cuando se enfrentan a estos planteamientos, si no encuentran el apoyo, la comprensión y la información adecuada para aclarar sus inquietudes y angustias, pueden intentar encubrir sus sentimientos y deseos, con el peligro, ahora sí, de empezar a desarrollar alguna patología o una inclinación sexual que, más que verdadera, será el resultado de los miedos, presiones o influencias ante la situación vivida. Y las presiones/influencias sociales no son pocas; aunque para las mujeres suele ser algo más sencillo, ya que pueden mantener un afecto abierto con otras chicas sin que esto sea mal visto socialmente, mientras con los varones no ocurre lo mismo. Y si ellos llegan a asustarse de las respuestas despectivas de la sociedad, corren el riesgo de girar defensivamente hacia una orientación homosexual incrementada, como medida protectora.

Lo importante no es si el joven, en esta etapa del desarrollo, ha tenido (o tiene) relaciones homosexuales o relaciones heterosexuales, lo primordial es si está preparado para tener relaciones sexuales; si ha alcanzado la madurez psicosexual para tomar tal decisión.

Es necesario estar conscientes de que en la pubertad se instaura la supremacía de la zona genital y el objetivo de la reproducción, y se manifiesta por la excitación de esta zona erógena, por la intensa tensión interior y la urgente necesidad de descarga, y por la gran excitación sexual psicológica que lleva a la masturbación, debido al gran poder del impulso y la obvia imposibilidad de solucionarlo adecuadamente. Es evidente, entonces, que hablar de homosexualidad como tal, en esta transición hacia la vida adulta, resultaría incorrecto; sería más adecuado entender lo que conlleva este proceso y así poder acompañar al joven al desarrollo psicosexual adulto con madurez. 



Internet: el uso de esta herramienta puede ser una fuente de diversión, aprendizaje y amistad para un adolescente, pero también una fuente de potenciales riegos de los que debe aprender a protegerse. Los jóvenes suelen explorar rincones y espacios marginales del ciberespacio, mediante los cuales pueden llegar a entrar en contacto con gente muy distante a sus pares, lo cual, lamentablemente, los hace ser parte del grupo más vulnerable a sufrir abusos por parte, por ejemplo, de vendedores de droga, pedófilos y cualquier otro tipo de explotadores. Estos riesgos representan uno de los aspectos (de Internet) que preocupan a los padres de familia; otro aspecto es su uso ‘exagerado’, o sea, la cantidad de tiempo invertida en esta conducta.

Es necesario – repetimos - entender el proceso por el que pasa el joven; la “difusión de su identidad” puede llevarlo al aislamiento (necesidad de estar a solas para encontrarse a sí mismo). En esos momentos, el uso de Internet le proporciona, tanto un medio de escape como un lugar donde puede compartir con sus pares las mismas inquietudes, gustos y aficiones, además de que le ofrece la oportunidad de expresar pensamientos y sentimientos que, tal vez, en una relación personal cara a cara, no se atrevería a expresar (inseguridades propias de su edad).

En la actualidad Internet se ha convertido en una herramienta indispensable; proporciona una inmensa cantidad de información, lo que favorece el aprendizaje; una gran variedad de entretenimiento, una forma distinta de relaciones personales, un acercamiento a la diversidad cultural, etc. Todos estos elementos representan un gran atractivo para el adolescente, con grandes inquietudes e imperiosa curiosidad.

En cuanto a la forma de ‘uso’ y al grado de ‘abuso’ de este medio, lo más importante es, simplemente, poner atención de la misma manera que se le pone a cualquier otra conducta propia de la adolescencia; en el entendido que forma parte del comportamiento normal del joven, mientras que dicha conducta no refleje algún rasgo de anormalidad (patológico), como podría ser la obsesión o la dependencia, que pueden llegar a inhibir significativamente el curso de la vida cotidiana. Lo mismo que sucede con el juego, el deporte, el estudio, etc., que se consideran actividades “normales” del sujeto, mientras que no se transformen en una “conducta anormal”, que significaría el síntoma de un problema más serio. Lo mismo dicho hasta ahora, se puede aplicar a todo uso de las redes sociales.


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