Victoria de Molina
La juventud es el periodo
de cambio comprendido entre la pubertad y la edad adulta. Hablar de juventud es
poner el acento en los procesos de construcción de la identidad. Es un proceso que se
caracteriza por un desarrollo y grandes cambios a nivel afectivo,
psicológico, biológico, intelectual, ético-espiritual y social. Se habla de
proceso porque implica un trabajo que permite desprenderse de la
identidad infantil, para desarrollar la identidad adulta.
Hablar de
juventud es, para muchos, sinónimo de alegría, audacia, creatividad,
entusiasmo, amistades y, en una palabra, vitalidad. Sin embargo, no
todos los chicos pueden decir que esta etapa sea del todo alegre, ya que la
viven de forma sombría y pierden poco a poco el interés por aquello que les
resultaba divertido e interesante.
Anteriormente, esto no era tan evidente. En
generaciones pasadas la transición no era tan severa; hasta hace un par de
décadas se contaba con un medio social más protector: la mamá estaba más tiempo
con sus hijos y los chicos tenían varios hermanos para convivir, podían salir a
la calle, hacían amistades y los vecinos colaboraban en su cuidado, entre otras
cosas.
Debido al exigente ritmo de vida, niños y adolescentes
se encuentran más expuestos a problemas y riesgos; los chicos ahora
viven con mucha presión y gran temor, por ejemplo, a sufrir agresiones o un
accidente, a que los roben, los asalten o abusen sexualmente de ellos. Si
tomamos en cuenta estos aspectos adversos y los unimos a los factores
biológicos y psicológicos por los que atraviesan, tenemos una idea más clara de
las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes en esta etapa de su vida.
Situaciones que suscitan sufrimiento
Algunas de
las principales preocupaciones en esta etapa son: depresión, anorexia, bulimia,
vigorexia, homosexualidad, y podríamos agregar también, según lo manifiesta un
gran número de padres de familia, el uso de Internet.
Depresión: los estados depresivos en el adolescente son variados y fluctuantes,
como lo es la misma etapa; son parte de las tensiones ante las nuevas
situaciones que se deben enfrentar.
Los adolescentes que presentan baja autoestima, que son
muy autocríticos o que perciben poco sentido de control sobre los
acontecimientos negativos, presentan un riesgo particular de deprimirse cuando
experimentan vivencias estresantes. Ciertos momentos de estado de ánimo
deprimido son comunes y hasta normales en la mayoría de los adolescentes;
sin embargo, cuando los síntomas depresivos son persistentes y afectan el
funcionamiento normal, podría tratarse ya de un trastorno depresivo, sobre todo
si los síntomas van acompañados de ideas de inferioridad, autorreproche,
fracaso e incluso, en algunos casos, ideas de muerte.
Anorexia – Bulimia
– Vigorexia – Dismorfia corporal: se trata de la nueva
“epidemia del culto al cuerpo”, que se puede ver como una obsesión por la
perfección del cuerpo. La anorexia y la bulimia hablan del ‘culto a la
delgadez’; la vigorexia habla del ‘culto al músculo’; la dismorfia corporal
conlleva una obsesión reiterada por alguna parte del cuerpo, aunque no exista
‘defecto’ alguno. Todos estos trastornos comparten algunos síntomas: desear una
imagen corporal perfecta y distorsionar la realidad frente al espejo (distorsión
del esquema corporal). Este fenómeno se ha incrementado en las últimas
décadas; ser físicamente perfecto se ha convertido en uno de los objetivos
principales de las sociedades desarrolladas. Es una meta impuesta por nuevos
modelos de vida, en los que el aspecto parece ser el único sinónimo válido de
éxito, felicidad e incluso de salud. Estas fuertes influencias sociales son
decisivas en los adolescentes, personas que aún no logran una identidad y
seguridad en sí mismas, que lo único que sienten es confusión, duda y total
desequilibrio, por lo tanto, susceptibles a influencias tan generalizadas y
amenazantes (“si no hago… si no soy… como los demás, seré rechazado”).
La anorexia y la bulimia son trastornos mentales
que se manifiestan por conductas alimentarias patológicas: el dejar de comer en
el primer caso, y el comer en exceso seguido por su expulsión en el segundo
caso. Tanto uno como otro (comer nada y tragar-expulsar) son parte de una
escena donde la comida simboliza mucho más que sólo eso. Es importante
enfatizar que se trata de una grave perturbación psicológica, por lo que será
necesario tratar de detectarla lo más pronto posible para poder darle la atención
profesional que requiere.
La vigorexia es un
trastorno mental cuyos síntomas se presentan como una obsesión por verse
musculosos; se miran constantemente en el espejo y se ven enclenques, lo que
les hace invertir todo el tiempo posible en el gimnasio para aumentar su
musculatura. Además, tal obsesión les impele a consumir sustancias (anabólicos
y otras sustancias nocivas) para lograr su objetivo, lo que complica, aún más,
su padecimiento. Como patología mental, es necesaria la atención profesional.
La dismorfia corporal
es otro tipo de trastorno mental; afecta cada vez a mayor número de personas y
comienza, generalmente, en la adolescencia. Se trata de ciertos ‘complejos’ (el
tamaño de la nariz, el típico acné de la pubertad, el abdomen, la cadera, etc.)
agudizados, igualmente, por la obsesión de la belleza física, convirtiéndose,
en ocasiones, en auténticas enfermedades mentales con ansiedad, depresión,
fobias, movimientos compulsivos (sobre todo la autoobservación ante el espejo)
y que conducen a la llamada ‘dismorfia corporal’. Actualmente, es muy común recurrir a la
cirugía estética para satisfacer ese ‘gusto’ y disminuir los síntomas; sin
embargo, se trata de un trastorno mental, no físico, por lo que ninguna
cirugías logra la mejoría esperada. Requiere atención profesional, al igual que
las mencionadas anteriormente.
Homosexualidad: No se puede hablar de
homosexualidad hasta que el individuo ha alcanzado una madurez psicosexual
adulta, o sea que ha superado todo el proceso (pubertad-adolescencia-juventud)
satisfactoriamente. Antes de esa madurez, la identidad sexual no está
completamente establecida; de hecho, existe una identidad sexual ambigua.
Los adolescentes tienen, comúnmente, sentimientos homosexuales e incluso
experiencias homosexuales. Esto no impide llegar a un desarrollo heterosexual
normal. El afecto y el amor hacia una persona del mismo sexo es un elemento bastante
común del desarrollo psicosexual del individuo.
Los adolescentes comparan sus cuerpos, su relación con los padres, su capacidad de seducción,
sus habilidades sociales y de relación; pero también comparan sus
sentimientos y emociones. En muchas ocasiones, experimentan la disyuntiva
existente entre sus pensamientos y los de sus iguales. Las dudas aparecen
y éstas se viven con un alto grado de confusión,
miedo y desconcierto. Cuando se habla de un adolescente que se
debate entre la homosexualidad y la heterosexualidad,
se está frente a un individuo que se cuestiona quién es, de qué manera debe
actuar, hacia dónde debe dirigirse, pero, sobre todo, se cuestiona si dejará de
ser “normal” y se convertirá en algo “perverso” y, además, si el resto del
mundo lo percibirá como tal y si por ello se quedará siempre solo. Cuando se
enfrentan a estos planteamientos, si no encuentran el apoyo, la comprensión y
la información adecuada para aclarar sus inquietudes y angustias, pueden
intentar encubrir sus sentimientos y deseos, con el peligro, ahora sí,
de empezar a desarrollar alguna patología o una inclinación sexual que, más que
verdadera, será el resultado de los miedos, presiones o influencias ante la
situación vivida. Y las presiones/influencias sociales no son pocas; aunque
para las mujeres suele ser algo más sencillo, ya que pueden mantener un afecto
abierto con otras chicas sin que esto sea mal visto socialmente, mientras con
los varones no ocurre lo mismo. Y si ellos llegan a asustarse de las respuestas
despectivas de la sociedad, corren el riesgo de girar defensivamente hacia una
orientación homosexual incrementada, como medida protectora.
Lo importante no es si el
joven, en esta etapa del desarrollo, ha tenido (o tiene) relaciones homosexuales
o relaciones heterosexuales, lo primordial es si está preparado para tener
relaciones sexuales; si ha alcanzado la madurez psicosexual para tomar tal
decisión.
Es necesario estar
conscientes de que en la pubertad se instaura la supremacía de la zona genital
y el objetivo de la reproducción, y se manifiesta por la excitación de esta
zona erógena, por la intensa tensión interior y la urgente necesidad de
descarga, y por la gran excitación sexual psicológica que lleva a la
masturbación, debido al gran poder del impulso y la obvia imposibilidad de
solucionarlo adecuadamente. Es evidente, entonces, que hablar de
homosexualidad como tal, en esta transición hacia la vida adulta, resultaría
incorrecto; sería más adecuado entender lo que conlleva este proceso y así
poder acompañar al joven al desarrollo psicosexual adulto con madurez.
Internet: el uso de esta herramienta puede ser una fuente de diversión,
aprendizaje y amistad para un adolescente, pero también una fuente de
potenciales riegos de los que debe aprender a protegerse. Los jóvenes suelen explorar
rincones y espacios marginales del ciberespacio, mediante los cuales pueden
llegar a entrar en contacto con gente muy distante a sus pares, lo cual,
lamentablemente, los hace ser parte del grupo más vulnerable a sufrir abusos
por parte, por ejemplo, de vendedores de droga, pedófilos y cualquier otro tipo
de explotadores. Estos riesgos representan uno de los aspectos (de Internet)
que preocupan a los padres de familia; otro aspecto es su uso
‘exagerado’, o sea, la cantidad de tiempo invertida en esta conducta.
Es necesario – repetimos - entender el proceso por el que
pasa el joven; la “difusión de su identidad” puede llevarlo al
aislamiento (necesidad de estar a solas para encontrarse a sí mismo). En
esos momentos, el uso de Internet le proporciona, tanto un medio de escape como
un lugar donde puede compartir con sus pares las mismas inquietudes, gustos y
aficiones, además de que le ofrece la oportunidad de expresar pensamientos y
sentimientos que, tal vez, en una relación personal cara a cara, no se
atrevería a expresar (inseguridades propias de su edad).
En la actualidad Internet
se ha convertido en una herramienta indispensable; proporciona una
inmensa cantidad de información, lo que favorece el aprendizaje; una gran
variedad de entretenimiento, una forma distinta de relaciones personales, un
acercamiento a la diversidad cultural, etc. Todos estos elementos representan
un gran atractivo para el adolescente, con grandes inquietudes e
imperiosa curiosidad.
En cuanto a la forma de ‘uso’
y al grado de ‘abuso’ de este medio, lo más importante es, simplemente,
poner atención de la misma manera que se le pone a cualquier otra conducta
propia de la adolescencia; en el entendido que forma parte del comportamiento
normal del joven, mientras que dicha conducta no refleje algún rasgo de
anormalidad (patológico), como podría ser la obsesión o la dependencia, que
pueden llegar a inhibir significativamente el curso de la vida cotidiana. Lo
mismo que sucede con el juego, el deporte, el estudio, etc., que se consideran
actividades “normales” del sujeto, mientras que no se transformen en una
“conducta anormal”, que significaría el síntoma de un problema más serio. Lo mismo dicho hasta ahora, se puede aplicar a
todo uso de las redes sociales.
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