sábado, 27 de junio de 2020

El duelo y la depresión en el psicoanálisis

Por: Mtro. Omar Olvera Cervantes


Freud es uno de los primeros en hablar del duelo en su escrito titulado “Duelo y melancolía” de 1917. En este escrito, Freud va más allá del duelo como experiencia o modo de afrontamiento ante la muerte de un ser querido, y entiende por duelo la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. Este autor nos habla de pérdidas que pueden o no ser verificadas de forma concreta, ya que también considera el fenómeno del duelo provocado por pérdidas no tangibles, que como se mencionaba pueden ser la patria, los ideales que al perderlos por determinadas situaciones el sujeto se enfrenta con una pérdida o un duelo por aquello que en cierto momento tenía un sentido y un valor determinado.

El autor también nos habla del duelo normal que sucede ante la pérdida de una persona querida o alguna abstracción de esta figura como en el ejemplo anterior, concibe que el duelo es la reacción normal ante la pérdida y es a través del trabajo de duelo que el sujeto será capaz de entenderla y aceptarla.

En este sentido, la melancolía es un fenómeno emocional que comparte la mayoría de las características con el duelo pero que se eterniza en el tiempo; además de que la emoción avasalla a la conciencia de quien lo padece, volviendo patológico aquello que es esperable que ocurra en el proceso del duelo normal, al grado de que la emoción puede llegar a instalarse y ser la emoción dominante incluso sobre la conciencia y la libertad.

En el duelo normal, el sujeto que experimenta la pérdida tendrá como tarea necesaria hacer experiencia de la realidad de la falta y sentir ese dolor junto a todas las emociones que ello conlleva, para aceptar que ese ser amado ya no está, que la pérdida es irreparable.

El trabajo de duelo implica desmontar una multitud de representaciones que estaban ligadas a ese objeto amado. El trabajo de duelo implica que la libido unida a aquel objeto amado, junto a los recuerdos y las esperanzas, se libere de los anclajes de la representación; es parte del desconcierto ya que la libido busca su destino y ese destino ya no esta más ahí, una vez libre espera la llegada de un objeto sustitutivo. En este sentido, los síntomas del duelo pasado cierto tiempo tienden a ser menos intensos y van desapareciendo sin dejar tras de sí graves secuelas registrables, sólo una añoranza que se une a las imágenes del recuerdo cuando éste evoca al amor perdido.

En este sentido existe una distinción entre el objeto real perdido y el significado interior de la pérdida. En muchos duelos, el objeto ha muerto pero no de forma real; su pérdida tiene que ver con la pérdida de éste como objeto de amor. Muere la relación, éste es un duelo complicado porque el otro no ha muerto y en la fase inicial o incluso al paso del tiempo dependiendo de la intensidad del apego, sobrevive una esperanza, un pretexto para volver a ese objeto. Algo así explora Lacan en un texto llamado “Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca”.

En el caso del duelo infantil, desde la postura de Freud, hablamos del duelo original y se trata de la pérdida de las primeras representaciones de apego, como la figura materna, el pecho materno y todo el conjunto de significados que se generan en esa primera relación como lo es el amor, la bondad, la seguridad, la gratitud, el sentirse satisfecho, cálido y consolado. Desafortunadamente se ha interpretado todo esto desde el concepto cultural de lo erótico como algo sólo sexual; sin embargo como vemos en este breve artículo en renglones arriba, la relación con la madre no se resuelve sólo desde su aspecto sexual al que malamente se ha limitado a este concepto; vemos que es mucho más y que ciertamente tiene algo de contenido sexual, pero no es ni siquiera la mayor parte y además hablamos de la sexualidad humana común a todos adecuada a la etapa de desarrollo en la que nos encontremos. Estamos hablando sólo de una parte entre otras, que nos hacen descubrir la complejidad de los significados que tiene esta primera relación del niño. La angustia y dolor que siente por la pérdida o lejanía momentánea de destino de su afecto y apego es un arquetipo de los futuros duelos. En este sentido hay personas que han vivido desde el inicio de su vida en duelo, estamos hablando de las personalidades depresivas y melancólicas que hablan de no saber el origen de estas emociones; en este caso por diferentes circunstancias la persona inicia su camino ya en duelo. El sentimiento de la pérdida inicial será la óptica desde la que viva muchas situaciones de su vida.

Igualmente, el niño teme la pérdida de aquellos objetos amados que en sus fantasías son destruidos, hablamos del padre y los hermanos, esto genera en él sentimientos de culpa y pérdida. Más adelante, Melanie Klein llamará “posición depresiva” a la preocupación que surge en el niño por el temor de que esos objetos amados se pierdan a raíz de sus fantasías. El niño, por medio de su pensamiento mágico, ha incorporado estas figuras a sí mismo y las sentirá dentro de sí vivas; en su mente son objetos internalizados, sobre los cuales puede operar algún daño.

Ese daño genera en el niño culpa y angustia de que sus fantasías se cumplan como lo dijimos antes; de ahí nace el deseo de la reparación. También en torno a la figura del alimento materno surge de la sensación de estar satisfecho, el sentimiento de la gratitud.

Todos los objetos que son internalizados por el niño adquieren características imaginarias desconocidas para todos los demás, este proceso es igual en los adultos sólo que, a diferencia de los niños que tienen un primer contacto con la realidad y se generan significados emocionales a partir de su experiencia primaria con esa realidad; en los adultos los significados y sentidos se acumulan y se diferencian por las circunstancias, lugares y personas a las que se les ha dado una posición simbólica.

Las dudas y ansiedades que se nos presentan nos incentivan a conocer y observar los objetos, realidades, contextos, personas, emociones del mundo externo que forman parte de nuestro mundo interno; la ansiedad moderada es hasta cierto punto necesaria ya que nos impulsa, da seguridad y sirve para que continuamente nos adaptemos al mundo.

La ansiedad se hace patológica cuando impide ese proceso de reconocimiento y adaptación continua a la realidad.  En este sentido el duelo y las emociones negativas o desagradables no son necesariamente negativas, en realidad nos frustran y nos mueven a buscar superarlas. En el juicio de realidad, la adaptación continua permite a cada persona medir el grado de dominio que puede ejercer en su contexto, dominando o delimitando la realidad; en este sentido sabemos que podemos prevenir alguna experiencia negativa o por lo menos prepararnos para vivirla y así delimitar el posible daño, y de esta manera preservar los elementos apreciables de nuestra realidad en el amor. También nos obliga a reconocer la irremediable vulnerabilidad que en algún momento se manifestará de forma gradual hasta su definitiva expresión por medio de la muerte del otro que nos anuncia la propia.
La posición depresiva infantil es la posición central en el desarrollo del niño; en la neurosis infantil aparecen las primeras posiciones depresivas, las cuales se elaboran y continuamente se superan, en algún grado quedan residuos no elaborados, estos residuos emocionales son el origen de inadaptaciones futuras. La posición depresiva junto con el desarrollo sexual será parte importante del proceso de integración y organización en el niño.

La angustia o el temor por perder los objetos apreciados o amados es parte de la teoría que Melanie Klein desarrolla como posición depresiva infantil, para esta autora son fundamentales en la organización del yo infantil. Las defensas que se presentan ante la posibilidad de perder estos objetos es primordial para el desarrollo normal del niño; Melanie Klein observó y tematizó la variación entre la posición depresiva y la maníaca. Los aspectos depresivos conducen al yo a generar fantasías de omnipotencia y además con tintes violentos para controlar los objetos peligrosos y proteger a los buenos; estas fantasías incitan reacciones violentas en los niños que son muy claras cuando, por ejemplo,  están ante la posibilidad de tener a un hermano y cuando el bebé está ya presente, puede darse alguna conducta violenta destructora del otro, éstas deben ser identificadas principalmente por los padres que deberán limitar o contener estos actos para anular ese pensamiento omnipotente destructor o más bien para permitirle contenerlo.

Lirios, La Oscuridad, Trauerkarte, Duelo

En el duelo, cuando la pérdida deja de ser una fantasía y se concreta, el mundo interno parece desgarrarse o romperse; los pensamientos mágicos u omnipotentes no pudieron evitar la pérdida. La persona en duelo por la pérdida del objeto amado no sólo reinstala al objeto que perdió en su propio yo, sino que también se reinstalan aquellos objetos buenos internalizados (padres) en su desarrollo temprano.

La reelaboración de los duelos presentes también ayudan a superar los duelos pasados. En este sentido tienen que ver con las formas de separación de los objetos primeros, lo cual genera en el sujeto deudo una revolución de su mundo interno. El no permitirle a la persona, niño o adulto, reconocer lo concreto de la pérdida y hacer el trabajo del duelo, reconociendo sus propias emociones en cada etapa, le limitará en la vivencia de los duelos y cualquier situación difícil; es decir, le hace más vulnerable.

Algo que es muy importante y que hemos mencionado antes de forma indirecta es el hecho de que el reconocer lo concreto de la pérdida y el trabajo del duelo, no significan olvidar al ser entrañable que se ha perdido; sino más bien se trata de desprenderse del muerto de un modo pero para instalarlo en un lugar especial, en el lugar de lo inolvidable.

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