lunes, 28 de octubre de 2019


¿Por qué nos humaniza el sufrimiento? 

Por: Andrés Andrade Arango



El individuo siempre está en conflicto por su existencia: el vacío existencial nos lleva a sentir la soledad, el pasar del tiempo, a buscar distracciones vacías; por eso el conflicto personal del individuo. 



Entonces, la muerte trae la libertad; aunque el límite mayor de la vida es la muerte. Quiero resaltar que la muerte de un familiar querido genera sufrimiento y liberación. Esta liberación llega cuando se elabora un proceso de duelo asimilado, y el resultado es una libertad de VIVIR, SENTIR y AGRADECER, porque nos permite ser más cercanos a sus propias vivencias, buscando diferentes maneras de vivir, sentir y agradecer. Y es buen momento de experimentar nuevas cosas: hablar desde el corazón, comunicar tus necesidades, buscar nuevos pasatiempos, viajar a nuevos lugares, exigirte a ti mismo VIVIR. Así ser tu propio SER. 



Así, la autenticidad propia se encuentra con el límite de la vida. Viviendo sin miedo las emociones, asimilando situaciones y reflexionando de tu propia existencia. 



Imaginemos la vida sin pensamiento alguno sobre la muerte. La vida pierde algo de su intensidad. La vida se reduce cuando se niega la muerte. 



La muerte y la vida son hermanas; lo digo en femenino porque tienen su propia ternura, amor e ilusión. Aunque físicamente la muerte nos destruye, la idea de la muerte nos salva. Porque aceptamos el límite de la vida, nuestras limitaciones y habilidades, reconocer nuestras capacidades nos permite ser auténticos, porque nos vamos a llevar de por medio el amor. 



El amor nos enseña a cómo vivir, nos enseña todo el tiempo a buscar un sentido en la vida misma. El amor influye como vivimos, en nuestras decisiones, valores, aspiraciones y motivaciones de seguir viviendo, para así formar una personalidad en el individuo en la que crecerán ramas de esperanza, paz y coherencia si se es recto en las decisiones, así la vida dará frutos de amor, fraternidad y pasión de ser mejor persona cada día. 



La muerte le da el sabor a la vida, porque nos pone en perspectiva qué quiero vivir, cómo lo quiero vivir y cuáles son los recuerdos que quiero vivir. Estas decisiones se pueden encontrar con un buen acompañamiento, es precioso contemplar que la vida nos regala frutos nacidos de nuestras propias decisiones, riesgos, suposiciones o trabajo, que hacen nuestro camino de ser. 


Entonces, comprendemos porqué el sentimiento viene de la palabra latín sentire, que su raíz significa tomar una dirección, nos lleva a una dirección de vida ¡y todos los caminos llevan a Roma/amor!




jueves, 24 de octubre de 2019

La Vergüenza

Por: Silvio Marinelli

La vergüenza es una de las sensaciones más dolorosas y dañinas para el ser humano. Aparece cuando los procesos de identidad personal se ven perturbados y hunden al sujeto en una confusión entre lo que es para la mirada del otro y lo que es para sí mismo.
Como menciona Andrew P. “La vergüenza representa el espacio que hay entre los ideales de sí mismo (la imagen de sí a la que uno aspira) y el sentimiento de sí en realidad (la imagen de uno mismo como es). Cuanto más grande sea la distancia entre estas dos imágenes, mayor será la intensidad de la vergüenza sentida. Claramente, nuestros ideales son influenciados por el universo intersubjetivo en el cual habitamos y se forman a partir de las relaciones con nuestras familias, compañeros, cultura subyacente, valores y costumbres. Pero una vez estos ideales están formados, son interiorizados y juegan un papel importante en la formación de las emociones y sentimientos que tenemos acerca de nosotros mismos, incluyendo especialmente nuestra vergüenza y nuestra sensibilidad ante la vergüenza”.
Se puede decir que la vergüenza es indisociable de la mirada. Ser descubierto (desnudado) por la mirada del otro es la forma capital de lo vergonzoso. La vergüenza aparece si se siente expuesta la propia intimidad, lo que lleva a una reacción de ‘esconder’. Y lo que se quiere ocultar no es alguna parte de la anatomía (aunque no se excluye necesariamente), sino los impulsos y deseos más íntimos. El sujeto se avergüenza no tanto de lo que hace, sino de lo que desea hacer pero esconde.
Donna Orange  menciona cómo la vergüenza “penetra” en el ser: “Esta cualidad invasiva de la vergüenza sugiere sus orígenes en la familia, donde el mundo de experiencias se fue organizando alrededor de un sentimiento de sí devaluado. El fallo no sólo está en el suministro de las capacidades auto-reguladoras que se necesitan para enfrentar la humillación, sino que además se inhibe activamente el desarrollo de la capacidad de tomar otra perspectiva de uno mismo. Lo peor de todo, no hay escapatoria sino a través del encuentro con otro con quien tendré que entrar de nuevo en el mundo de la vergüenza”.
Dicho de otra manera, la vergüenza es el sentimiento interior, desagradable y doloroso, de valer menos que los demás o de ser “insuficiente” como persona.  Se genera cuando la persona se juzga a sí misma con una actitud de auto-reprobación por creer que es fundamentalmente mala, inadecuada, defectuosa, indigna o poco valiosa.
Quien siente vergüenza se siente a la merced de los demás, expuesto en una situación que no puede tolerar, de la que se sale derrotado y con emociones de depresión o con mucha rabia.
La vergüenza lleva implícito un sentimiento de inadecuación ante los estándares sociales y la persona se percibe a sí misma como insuficiente: no está a la altura de dichos estándares. 
Por lo general, la vergüenza es generada por el miedo, o la certeza, de los juicios negativos de los demás.
Ante esta situación el resultado es de impotencia. El sujeto se siente a merced del juicio ajeno, de las miradas condenatorias; indefenso, débil, perdido y confundido. De ahí la ansiedad, malestar interior y desconsuelo, que llevan a un deseo de desaparecer y de aislarse socialmente. En algunas ocasiones se presentan ciertas fantasías de venganza, tales como: “me lo pagarás”, “te destruiré”, etc., provocadas por la “furia de la humillación”. Y estas emociones se convierten en un espiral de vergüenza y rabia que, finalmente, destruyen las relaciones.


sábado, 5 de octubre de 2019


Vivir la niñez 
Por: Andrés Arango


Todos fuimos niños. Esta etapa de la vida marca nuestra existencia, pues nos da las herramientas y valores necesarios para tener creencias y sueños en nuestro futuro. Continuamos en la vida con estos valores que nos permiten apoyar, acompañar y creer en una sociedad. Creemos que la humanidad busca la felicidad a base del amor, y estos grandes sueños que se solidifican conforme pasa el tiempo  nos damos cuenta de que la vida es un trabajo constante para estar creciendo, buscando la felicidad en compañía de la familia.

La vida es bella si creemos en la humanidad, en el amor y la compañía. Nuestras acciones a base del amor nos pueden inspirar a vivir una felicidad si tenemos la capacidad para ver que siempre somos hijos. El amor de nuestros padres es la base de la felicidad, pensando que somos seres amados desde que nacemos. El saber que somos amados nos inspira a ser mejores humanos, cercanos, afectuosos y misericordioso. Ese amor de madre que acompaña a su único hijo enfermo es el amor que debemos dar a las personas que están sufriendo. 

En la niñez si se pierde a algún familiar, la salud o la autoestima, se puede generar inseguridades en la adolescencia y adultez; por ello es necesario buscar a personas capacitadas para acompañar a los niños y, si esta ayuda es complementada con el amor de los padres, cualquier situación se puede aprender a vivir con las emociones y recuerdos. 
La vida es un constante aprendizaje de emociones, ¡así es vivir!