¿Por qué nos humaniza el sufrimiento?
Por: Andrés Andrade Arango
El individuo siempre está en conflicto
por su existencia: el vacío existencial nos lleva a sentir la soledad, el pasar
del tiempo, a buscar distracciones vacías; por eso el conflicto personal del
individuo.
Entonces, la muerte trae la libertad;
aunque el límite mayor de la vida es la muerte. Quiero resaltar que la muerte
de un familiar querido genera sufrimiento y liberación. Esta liberación llega cuando
se elabora un proceso de duelo asimilado, y el resultado es una libertad de
VIVIR, SENTIR y AGRADECER, porque nos permite ser más cercanos a sus propias
vivencias, buscando diferentes maneras de vivir, sentir y agradecer. Y es buen
momento de experimentar nuevas cosas: hablar desde el corazón, comunicar tus
necesidades, buscar nuevos pasatiempos, viajar a nuevos lugares, exigirte a ti
mismo VIVIR. Así ser tu propio SER.
Así, la autenticidad propia se
encuentra con el límite de la vida. Viviendo sin miedo las emociones,
asimilando situaciones y reflexionando de tu propia existencia.
Imaginemos
la vida sin pensamiento alguno sobre la muerte. La vida pierde algo de su
intensidad. La vida se reduce cuando se niega la muerte.
La muerte y la vida son hermanas; lo
digo en femenino porque tienen su propia ternura, amor e ilusión. Aunque
físicamente la muerte nos destruye, la idea de la muerte nos salva. Porque
aceptamos el límite de la vida, nuestras limitaciones y habilidades, reconocer
nuestras capacidades nos permite ser auténticos, porque nos vamos a llevar de por
medio el amor.
El amor nos enseña a cómo vivir, nos
enseña todo el tiempo a buscar un sentido en la vida misma. El amor influye
como vivimos, en nuestras decisiones, valores, aspiraciones y motivaciones de
seguir viviendo, para así formar una personalidad en el individuo en la que crecerán
ramas de esperanza, paz y coherencia si se es recto en las decisiones, así
la vida dará frutos de amor, fraternidad y pasión de ser mejor persona cada
día.
La muerte le da el sabor a la vida,
porque nos pone en perspectiva qué quiero vivir, cómo lo quiero vivir y cuáles
son los recuerdos que quiero vivir. Estas decisiones se pueden encontrar
con un buen acompañamiento, es precioso contemplar que la vida nos regala frutos
nacidos de nuestras propias decisiones, riesgos, suposiciones o trabajo, que
hacen nuestro camino de ser.
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