martes, 12 de mayo de 2020

Alegría y Vida Cristiana


Adaptado del Libro de Las Emociones, del Pbro. Silvio Marinelli
Una novela muy conocida, El Nombre de la Rosa, - muchos han visto la película- nos presenta una historia que nos hace reflexionar. Estamos en la Edad Media en un monasterio, donde se guarda celosamente un manuscrito de Aristóteles sobre la comedia, es decir, sobre el arte de hacer sonreír y divertirse. Es el único ejemplar de la obra. Según la mentalidad de aquel entonces, todo lo que había escrito el filósofo griego era “verdad” y se debía aprobar sin titubeos. El monje bibliotecario guarda este único ejemplar y no escatima ningún medio –ni siquiera el asesinato- para impedir la divulgación de esta obra, que justificaría –según su parecer- una actitud irreverente hacia Dios, la Iglesia y la verdad: todos se sentirían legitimados a burlarse de las cosas más sagradas.
Se trata de pura ficción: la obra nunca existió y, por ende, nunca hubo un monasterio donde se perpetraran estos delitos. Sin embargo nos ayuda a reflexionar sobre el carácter “revolucionario” de la alegría: “revuelve” la situación, nos ayuda a ver según otras perspectivas, nos hace olvidar –tal vez sólo por un minuto- las desgracias que nunca faltan en nuestra vida, nos permite expresar sólo lo mejor de nosotros mismos.
La alegría y su “primo hermano”, el buen humor, nos ayudan a producir endorfinas que atenúan el dolor y reducen el estrés, nos permiten sobrellevar los momentos difíciles del sufrimiento, favorecen el desarrollo de la solidaridad humana, el aprecio de la belleza y el brotar de la bondad. Alegres y cuerdos; mejor alegres porque cuerdos... como Don Quijote: ¡Se necesita una chispa de locura para no enloquecer del todo!
La salud integral, holística, necesita un cultivo de pensamientos y emociones positivas, alegres, necesita el buen humor para no tomarnos demasiado en serio, para ver con ojos de bondad nuestros defectos y los de los demás con aún más bondad. Quizá sea la actitud de Dios frente a nuestras torpezas y tonterías; en la cruz disculpó y perdonó a sus verdugos porque no se daban cuenta de lo que hacían.
San Pablo, escribiendo a los Filipenses, nos da la pauta para tener una actitud de alegría, a pesar de todos los problemas. “Doy gracias a mi Dios..., rogando... con alegría por todos ustedes... Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome...” (Fil 1, 3-4). Añade más adelante: “Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor...” (Fil 3,1), “estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres. Que su clemencia sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios... custodiará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud o valor, ténganlo en aprecio” (Fil 4, 4-8).

Mujer, Antigua, Senior, Mujeres

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