(Del Libro de Las Emociones, del Pbro. Silvio Marinelli)
La palabra miedo (del latín “metus”) es definida en el Diccionario
de la Real Academia Española como: “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo
o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda
algo contrario a lo que desea”.
El miedo es una más de
las emociones básicas que nos acompañan durante toda la vida. Se caracteriza
por ser una de las más intensas, frecuentes y difíciles de superar, que se
desencadena cuando el individuo es sometido a un estímulo que interpreta como peligroso.
Es una emoción que produce una gran cantidad de trastornos mentales,
conductuales, afectivos y psicosomáticos, cuando traspasa los umbrales de
tolerancia por su inadecuado manejo.
El miedo nos ayuda a detectar las situaciones amenazantes y a actuar en
consecuencia, ya sea defendiéndonos/luchando
o huyendo, aunque en ocasiones también paraliza. Cuando algún tipo de peligro es percibido o anticipado, el miedo nos
prepara para poder reaccionar de manera adecuada. Y, como se menciona
anteriormente, puede ser real (como cuando, caminando en un bosque nos topamos
con una serpiente) o imaginario (si caminamos por un callejón oscuro y
solitario a medianoche; en este caso no hay un hecho real que inspire el temor,
pero nuestra mente se desboca imaginando todo lo que nos podría ocurrir).
El objetivo
será, finalmente, la
adaptación y la supervivencia.
Cuando se habla de miedo, es común asociarlo con una variedad de términos
como: desconfianza, nerviosismo, inquietud, fobia, terror,
pavor, preocupación, aprehensión, pánico, ansiedad, angustia, entre otros. Sin
embargo, los conceptos que más se suelen confundir, cuando se trata del miedo,
son el de angustia y el de ansiedad. Es cierto que estos últimos
están muy relacionados pero es conveniente conocerlos un poco más; para ello podemos citar a Freud, quien estudió ampliamente el tema de la angustia y
nos ofrece valiosas aportaciones, vigentes a la fecha:
“La angustia
tiene un inequívoco vínculo con la expectativa; es angustia ante algo. Lleva
adherido un carácter de indeterminación y
ausencia de objeto; y hasta el uso lingüístico correcto le cambia el nombre
cuando ha hallado un objeto,
sustituyéndolo por el de miedo”.
Cuando existe un peligro real, aparecen, simultáneamente,
dos reacciones: el miedo (con su correspondiente dosis de angustia) y la acción
protectora. Por ejemplo, si nos acercamos a un perro y éste nos empieza a
gruñir enseñando los dientes, reaccionaremos con el miedo a que nos pueda
atacar (miedo ante la percepción de peligro), al mismo tiempo que trataremos de
alejarnos de él (protección y supervivencia).
Y lo mismo ocurre ante un peligro interno; el problema es que los peligros internos no son
de fácil acceso a la conciencia y por lo mismo permanecen como una sensación
imprecisa y agobiante – angustia –. Por lo general, de manera inconsciente, al
peligro real se aúna un peligro interno, por eso es tan subjetiva y variada la
forma de reaccionar ante cualquier estímulo externo. Un peligro interno podría ser, por la propia
historia del sujeto, el miedo al rechazo. Este miedo puede permanecer
inconsciente, sin embargo, ante situaciones en las que exista cierta amenaza de
rechazo, una señal de alarma se disparará generando la angustia; la persona
utilizará sus defensas para no sentirse rechazada y haciendo los movimientos
necesarios para disminuir o anular el rechazo, pero la angustia ya está
presente. Como el sujeto acomodó la situación (puede negarla, racionalizarla,
etc.), no entiende la situación angustiante. Ante cualquier peligro real, la
posibilidad de que se le asocie, inconscientemente, con un peligro interno es
muy alta, por eso es tan subjetiva y variada la forma de reaccionar ante cualquier
estímulo externo.
El significado que se dará a la situación de peligro
dependerá de la apreciación de nuestras fuerzas en comparación con su magnitud,
la admisión de nuestro desvalimiento frente a él, desvalimiento material en el
caso del peligro realista, y psíquico en el caso de peligro interno.
La angustia es una reproducción
de condiciones de indefensión y desamparo vividas desde el momento mismo del
nacimiento (primer evento de angustia) que se dispara, como señal de alarma, en
la situación de peligro.
En síntesis, el
miedo se presenta ante un objeto
externo amenazante -real-, contra el que se luchará o se decidirá huir para
protegerse, y la reacción es proporcionada al mismo. En la angustia no existe un objeto externo, por tanto, la amenaza
procede del interior del sujeto -peligro interno-.
“Terror, miedo,
angustia, se usan equivocadamente como expresiones sinónimas; se las puede
distinguir muy bien en su relación con el peligro. La angustia designa cierto
estado como de expectativa frente
al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido; el miedo requiere un objeto determinado, en
presencia del cual uno lo siente; en
cambio, se llama terror al estado en
que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca
el factor de la sorpresa” (Freud: Más allá
del principio de placer, pp. 12-13).
Es fácil, también, confundir el miedo con las fobias ya que éstas se manifiestan
mediante un miedo ‘excesivo’ ante determinados objetos o situaciones -reales-,
que no corresponde a la magnitud de amenaza o peligro que dichos objetos
representan.
Cuando se observa una fobia,
se presupone la existencia de angustia (peligro
interno) que, al no poder conciliarse en el aparato psíquico, realiza un
desplazamiento hacia algún objeto externo.
La angustia (interna) que produce esta sensación tan
agobiante, se deposita en un objeto externo; frecuentemente se “elige” algún
objeto que, en el momento de alto grado de angustia, se encuentre cerca.
De esta manera la angustia interna, insoportable para el
sujeto, desaparece, convirtiéndose ahora en una fobia, algo externo más fácil
de tolerar, controlar y evitar. “En las fobias se puede discernir con mucha
nitidez el modo en que este peligro interior se traspone en uno exterior, vale
decir, una angustia ‘neurótica’ se muda en aparente angustia ‘realista’ […] De
un peligro externo uno puede salvarse mediante la huida, pero es difícil
empresa el intento de huir de un peligro interno” (Freud: Conferencia 32: angustia y vida pulsional,
p. 78).
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