Por: Pbro. Silvio Marinelli
La
alegría es un estado interior
fresco y luminoso, generador de bienestar general, altos niveles de energía y
una poderosa disposición a la acción constructiva. Quien la experimenta, la
revela en su apariencia, lenguaje, decisiones y actos.
Algunas
de las funciones de la alegría son:
Dar luz y color a la vida, hay quienes le llaman la sal
de la vida, es un ingrediente que nos hace sentir bien, nos permite
contrarrestar el dolor y el sufrimiento, si bien, el sufrimiento es inevitable,
la alegría nos puede ayudar a pasar el momento de una manera más amena.
La alegría puede ser también una forma de mejorar e
inicial las relaciones sociales y al mismo tiempo es benéfica para los estados de salud puesto que los estados de
ánimo están directamente relacionados con las emociones, así, al estar más
alegres nuestra salud se verá beneficiada.
Nuestro
cuerpo produce de manera natural una hormona responsable de aumentar la alegría
y de eliminar el dolor, esta hormona recibe el nombre de endorfina.
Cuando
la endorfina comienza a proporcionar dosis extras se reduce el dolor físico y
aumenta el amor por la vida.
La
alegría es positiva cuando ella nos ayuda a comunicar, a desarrollar simpatía y
amistad, es buena cuando produce optimismo y creatividad abriendo nuevos
horizontes. Generalmente, la alegría nos mantiene jóvenes y espontáneos y puede
convertirse en fuente de salud. Nos permite vivir en plenitud.
Sin embargo, también existe un aspecto negativo de la
alegría, como cuando la persona se vuelve superficial o cuando a
partir de la alegría se ridiculiza a las personas y se pierde el respeto por
ellas o por el dolor. Puede ser negativa cuando invade el espacio de quien vive
otras emociones.
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