domingo, 8 de diciembre de 2019


PAPEL DE LA ESPIRITUALIDAD

Pbro. Silvio Marinelli – Centro San Camilo A.C. – Guadalajara, Jal.






El estudio del hombre –la antropología– nos ilumina sobre una realidad que es difícil definir en términos sintéticos: la realidad de la persona humana. Esto depende de la “riqueza” de facetas que tiene el hombre: por más esfuerzos que se hagan, la persona permanece en el misterio, al que podemos acercarnos sólo con respeto y con la conciencia de que toda definición resultará siempre parcial.

En efecto, la persona humana es un ser integral, un todo: alma y cuerpo, materia y espíritu, deseos, aspiraciones, historia y esperanza. La persona humana es una realidad que no podemos separar en sus distintos componentes. Puede ser útil didácticamente presentar las “dimensiones” de la persona humana, pero con la consciencia de que se trata sólo de un esquema que nos ayude en la reflexión y la relación de ayuda. Los estudiosos, además, no están de acuerdo sobre “cuántas sean estas dimensiones”; puede ser útil, por lo menos, articular este discurso alrededor de cinco dimensiones o aspectos de la persona humana: dimensión corpórea, intelectual, emocional, relacional y espiritual[1].

Respecto a la espiritualidad se puede decir que tiene un papel muy importante en la biografía de la persona humana. El conjunto de los valores éticos y de las creencias, de tipo humano o religioso, son importantes en la capacidad de sobrellevar la enfermedad terminal y de “dar sentido” a las experiencias dolorosas – “lo negativo” – por las que tenemos que pasar.

Llama la atención que algunas obras de psicología o literatura especializada en cuidados paliativos (también algunas publicaciones de la OMS) ni siquiera toman en cuenta la espiritualidad, tal vez herederos de una cultura y mentalidad positivista que se atiene sólo a lo que se vea y se pueda medir.

En realidad la dimensión espiritual – el conjunto de nuestras creencias y valores – tiene un rol “integrador” de la persona humana: estos factores espirituales guían las decisiones – o buena parte de ellas - sobre cómo debemos manejar nuestro cuerpo y la enfermedad, “deciden” cómo manejar las emociones, las relaciones interpersonales.

Nuestra existencia transcurre en muchos ambientes (la familia, los amigos, el estudio y el trabajo, el tiempo libre y el mundo de las relaciones sociales); en todos estos campos tenemos objetivos que perseguir individual y colectivamente; estamos animados por deseo y esperanzas; tal vez nos bloquean recuerdos dolorosos o miedos. Advertimos la necesidad de que nuestra vida tenga un sentido unificado y, también, una dirección precisa. El significado de la vida, la unificación de tantos intereses y objetivos en una dirección unificadora, tiene lugar alrededor de algunos elementos espirituales: los valores y las creencias.

La respuesta a la pregunta sobre el sentido de nuestra vida, los valores más importantes que orientan las decisiones y las acciones, las creencias de naturaleza filosófica y religiosa. Cada uno de nosotros, aún involucrado en múltiples actividades y campos de interés, trata de encontrar los elementos unificadores que le permitan “decirse” y decirles a los demás que nuestra existencia es una realidad única y unificada alrededor de una opción fundamental.

“Es necesario subrayar que la dimensión espiritual y la dimensión religiosa, íntimamente relacionadas e incluyentes, no son necesariamente coincidentes entre sí. Mientras que la dimensión religiosa comprende la disposición de la persona en sus relaciones con Dios dentro del grupo al que pertenece como creyente y en sintonía con modos concretos de expresar la fe y las relaciones, la dimensión espiritual es más vasta, abarcando además el mundo de los valores y la pregunta por el sentido último de las cosas, de las experiencias”[2]. La dimensión espiritual es más amplia que la religiosa y se expresa en toda persona, aún en aquellas que no tienen un credo religioso particular; la segunda (menos amplia y perteneciente en parte a la espiritual) es el resultado de una relación particular con un “ser trascendente” (Dios), relación que ofrece una respuesta a la pregunta de significado y una serie de valores.

Sobra recordar cómo en el acompañamiento a los enfermos en etapa terminal es importante descubrir algunos elementos de su dimensión espiritual, porque éstos determinan su visión de la vida, la manera en qué colabora o no con los profesionistas, su manera de relacionarse, el modo en que maneja sus emociones, la actitud frente al desenlace próximo de su vida.

Desde nuestro punto de vista de acompañantes es importante el conocimiento de nuestra dimensión espiritual, para respetar al otro y no imponer nuestras ideas o creencias.

La dimensión espiritual – a pesar de que muchos expertos o profesionistas – no la toman en cuenta – es muy importante (podríamos decir determinante) en un buen y completo acompañamiento: nos revela lo más íntimo de la persona enferma y cuáles son sus metas y esperanzas.







[1] BRUSCO A. - MARINELLI S., Iniciación al Diálogo y a la Relación de Ayuda, Cuadernos del Centro San Camilo AC, 2004.
[2] BERMEJO J. C., Aspectos espirituales en los cuidados paliativos, Madrid 1999, pág. 23-24; cf. SECPAL (Sociedad Española de Cuidados PALiativos), El acompañamiento espiritual en Cuidados Paliativos, 2008: en este trabajo haré referencia a menudo a este trabajo que se puede encontrar en Internet; la llamaremos “Guía”.

martes, 3 de diciembre de 2019

Dependencia Emocional


Dependencia Emocional

Psic. Victoria Molina







Entendemos la dependencia emocional como un patrón, crónico y persistente, de necesidades emocionales insatisfechas, mismas que llevan a demandas afectivas frustradas, que buscan, desesperadamente, satisfacerse mediante relaciones interpersonales estrechas. Sin embargo estas relaciones están destinadas al fracaso, o, en el mejor de los casos, al logro de un equilibrio precario.

La dinámica de las relaciones de dependencia, nos remite a los momentos más tempranos del desarrollo del individuo.

Desde el nacimiento, el infante depende totalmente de la madre, o cuidador, quien proveerá (de acuerdo a sus propias características físicas y mentales) la atención, afecto y cuidado necesarios para el desarrollo de dicho infante. Si los padres tienen éxito en esa provisión, los procesos de la maduración del infante no sufrirán bloqueos; el bebé se encontrará con sus necesidades satisfechas y podrá continuar con las siguientes etapas de forma satisfactoria.

En los primeros momentos de la vida del ser humano, existe una unión simbiótica con la madre que le satisface todas sus necesidades; posteriormente, y de forma paulatina, la simbiosis se irá disolviendo y el niño empezará a “percatarse de su dependencia”, por así decirlo, cuando aparece la angustia ante la separación de la madre por un lapso de tiempo mayor al que él puede tolerar. Ante estas separaciones, el niño siente la necesidad de la madre; necesidad que se puede volver violenta y terrible si la madre no aparece en un tiempo razonable. En esta segunda etapa, en la que se trata de conseguir la disolución de la fusión total madre-hijo, es fundamental que el niño no sea sometido a ausencias demasiado prolongadas, ya que los niveles de angustia pueden sobrepasar su capacidad de tolerancia, dejando así las huellas traumáticas que se reflejarán en los bloqueos, antes mencionados, de su desarrollo psicoafectivo. En esta fase, al ir menguando la simbiosis, entrarán a escena otras figuras significativas para el niño, principalmente el padre. Ahora la madre y su red social inmediata, irán dando la contención necesaria al niño, quien podrá empezar a “controlar” sus angustias al sentirse re-asegurado, y de esta manera se irá preparando para enfrentar gradualmente al mundo y sus complejidades.

Es así como el niño va aprendiendo a tolerar la frustración sin comprometer, excesivamente, su seguridad, lo que le permitirá integrarse mejor con otras personas y actividades de su entorno. De esta forma logrará llegar a una independencia, que lleva implícita una mejor adaptación social. Naturalmente, existen momentos de avance y de retroceso a lo largo de este largo proceso de desarrollo, que verá su fin al momento de culminar la adolescencia.

Vemos, entonces, que las experiencias tempranas juegan un papel trascendental en la constitución psicobiológica del individuo. Podemos decir que el ambiente facilitador hace posible el progreso constante de los procesos de la maduración; sin embargo, también es cierto que el ambiente no hace al niño en su totalidad; en el mejor de los casos permite que el niño advierta su potencial.

Hablamos de la madurez del ser humano, no sólo en relación con el sano crecimiento personal, sino también respecto de una adecuada socialización. La independencia nunca es absoluta. El individuo sano no queda aislado, sino que se relaciona con el ambiente de un modo tal que puede decirse que él y su medio son interdependientes. Por esta razón, todo el procedimiento del cuidado del infante tiene como una de las principales funciones, la presentación regularizada del mundo.

La dependencia emocional puede llegar a confundirse con otros conceptos como: apego ansioso, sociotropía, personalidad autodestructiva, codependencia o adicción amorosa. No es el momento de explicar cada uno de ellos, sólo diremos que estos conceptos se solapan con la dependencia emocional y entre ellos mismos; comparten muchas características y, en ocasiones, pueden llegar a manifestarse como equivalentes, pero en ningún caso podemos afirmar que lo sean.

Las personas emocionalmente dependientes, tienden a realizar demandas excesivas a los otros, y son incapaces de tolerar adecuadamente la frustración cuando estas demandas no son satisfechas. La gran necesidad de estas personas es el afecto; pero, inconscientemente, lo que buscan es sentir ese afecto en una relación simbiótica (como la que vivió con la madre) por eso sus demandas de atención, cariño, protección, etc., siempre son exageradas y asfixiantes. Tratan de fusionarse al otro para asegurarse de que no se les separe, que no se aleje para no quedar desprovistas de todo lo que ese otro les proporciona. Es el otro quien les da seguridad y valía, por eso se aferran a él desesperadamente. Necesitan la “tenencia” de alguien (pareja, hijo, amigo) para sentir que existen.

Algunas de las características más importantes que presentan las personas con dependencia emocional son las siguientes:


Poseen una autoestima muy pobre y un autoconcepto negativo no ajustado a la realidad.
Presentan cierto déficit de habilidades sociales.
Tienen un constante miedo (terror) al abandono.
Necesitan excesivamente la aprobación de los demás.
Procuran relaciones exclusivas (y “parasitarias”).
Su anhelo de tener a alguien es tan grande, que se ilusionan y fantasean enormemente respecto a esa persona.
Generalmente adoptan posiciones subordinadas en las relaciones (dicha subordinación es un medio y no un fin).
Sus relaciones no llenan el vacío emocional que padecen, aunque sí lo atenúan.
La ruptura les supone un auténtico trauma, pero sus deseos de tener una relación son tan grandes, que una vez han comenzado a recuperarse buscan otra con el mismo ímpetu. Suelen tener una prolongada historia de rupturas y nuevos intentos.
Su estado de ánimo medio es disfórico, con tendencias a sufrir preocupaciones.
Las comorbilidades más frecuentes se producen con trastornos depresivos y por ansiedad, y en menor medida con trastornos de la personalidad o relacionados con sustancias.
Buscan, en general, personas que puedan ser idealizadas (seguras, exitosas, etc.), personas narcisistas, explotadoras, manipuladoras, dominantes.
Su pobre autoestima y la frecuente elección de personas explotadoras, conducen al dependiente emocional a una continua y progresiva degradación. Su constante necesidad de agradar impide que desarrolle una adecuada asertividad. A pesar de que las personas dependientes no son muy selectivas debido a sus necesidades acuciantes, tienden a elegir personas con una gran autoestima. Creen ver a su “salvador” en quien posee todo lo que les falta a ellas. Y, en muchas ocasiones, las elegidas resultan personas ególatras y manipuladoras. Las relaciones dependientes pueden calificarse como enfermizas y parasitarias; los individuos que las establecen invaden la vida de la otra persona y sienten a menudo la necesidad de disponer de ella, además sus relaciones pueden llegar a ser degradantes ya que a menudo son víctimas de abuso, y sin embargo se subordinan a la relación a fin de evitar la ruptura de la misma. Los dependientes emocionales piensan que sometiéndose a la persona o personas de las que dependen, mantendrán el cariño que necesitan. Sin embargo, dada la forma de comportarse (invasiva y controladora), suelen producir el efecto contrario; terminan por cansar y ahuyentar a los demás.

El problema ocurre ante la necesidad de llenar un vacío. Sucede en torno a cualquier tipo de relación cuando el sujeto dependiente comienza a sentir la necesidad hacia su contraparte, necesidad afectiva por la que hará todo lo posible por asegurar su satisfacción, sin importar que pueda quedar afectada su integridad, la misma relación y las personas asociadas.

El comportamiento del dependiente puede catalogarse de extremo y consumista, además de controlador y agresivo, entre otros. La falta de conciencia de lo que le sucede a la persona dependiente, puede llevarla a: conductas autodestructivas, deseos de hacerse daño para recibir atención, desórdenes alimenticios, impulsos suicidas, trastornos del sueño, de personalidad, sensación de soledad, depresión, aislamiento, etc.; en pocas palabras, su calidad de vida se verá seriamente afectada.

Como se mencionó anteriormente, el dependiente emocional busca satisfacer “patológicamente” una necesidad de afecto; pretende, incansablemente, esa simbiosis que le permita estar fusionado al otro para sentirse amado, seguro, protegido, en pocas palabras “completo”, sin importar el costo que le represente. Busca esa sensación que remite al vientre materno o a los primeros días de nacido, cuando la simbiosis era normal y necesaria para la sobrevivencia y el desarrollo. Por esa razón, podemos apreciar ahora que una de las bases fundamentales de la dependencia emocional, la podemos encontrar en algún bloqueo de las primeras etapas del desarrollo infantil.

El niño nace con una predisposición a fusionarse con su madre (recordemos que al nacer se rompe el estado de “completud” que se tiene en el vientre materno), por lo que organizará su conducta y su pensamiento para mantener esa relación simbiótica, que es clave para su supervivencia física y psicológica; conforme va creciendo tratará de mantener ese tipo de relación, y ya no sólo con su madre, sino también con las personas de su círculo inmediato, aún cuando supongan un alto costo para su funcionamiento. Todo esto es parte de la primera infancia, donde el niño trata de preservar un tipo de relación simbiótica que le va a ir siendo negada, progresivamente, para dar paso a las relaciones más abiertas a los demás, más constructivas y formativas, que den como resultado un sujeto más integrado, seguro y sano.

Las distorsiones en el sentimiento y el pensamiento, que se deriven de trastornos tempranos en el apego madre-hijo, suceden con mayor frecuencia en respuesta a la incapacidad de los padres para satisfacer las necesidades que el bebé tiene de confort, seguridad y re-aseguramiento emocional.
Podemos concluir diciendo que la dependencia emocional es la negación de todo límite posible, que prefiere la promesa de la completud a la miseria de la falta que caracteriza a los seres humanos. 



jueves, 14 de noviembre de 2019

¿Tienes un plan alimentario para cuidar tu diabetes?



Por: L.N. Judith Jiménez López



La nutrición balanceada es un elemento obligatorio en el tratamiento de la diabetes mellitus. Un buen régimen alimentario se caracteriza por ser individual, de modo que debemos tener en cuenta la edad, sexo, peso, estatura, actividad física, clima en que habita el paciente, momento biológico que vive (por ejemplo, una mujer en embarazo, un recién nacido, un niño en crecimiento, un adulto o un anciano), así como también la presencia de alteraciones en los niveles de colesterol, triglicéridos o hipertensión arterial de cada persona.

En esta ocasión te damos algunas recomendaciones generales para ayudarte a controlar mejor tu diabetes:

- Apégate lo mejor posible al régimen de alimentación, la cantidad de equivalentes y raciones correspondientes que tu médico o nutriólogo recomiendan.

- Elige alimentos frescos y de temporada sobre los procesados y enlatados, al igual que grasas de origen vegetal (aceite) sobre las animales (manteca).

- Consume alimentos ricos en fibra, como frutas y verduras con cáscara, cereales integrales o con cascarilla. Si los consumes cocidos, de preferencia que sea al vapor.

- Lava y desinfecta los alimentos que se consumen crudos. No olvides la importancia de la higiene en su almacenamiento, preparación y consumo.

- Elige, en lo posible, los hidratos de carbono complejos (grupo de cereales y tubérculos) a los simples (azúcares). Los azúcares (miel, mermelada, dulces, chocolates o azúcar) los puedes consumir con moderación. Su presencia en la alimentación saludable no se considera necesaria, debido a su bajo aporte de nutrientes.

- Incluye al menos un alimento de cada grupo en cada una de las tres comidas principales.

- Evita comida chatarra o rápida.

- El consumo de huevo entero no debe exceder tres piezas por semana.

- Consume pescado mínimo dos veces por semana.

- Disminuye el consumo de alimentos de origen animal.

- Prefiere las preparaciones al vapor, hervidas, al horno, a la parrilla o a la plancha, en vez de las fritas, empanizadas o capeadas.

- Si utilizas aceite vegetal, que sea en atomizador, de canola u oliva.

- Usa requesón bajo en (o sin) grasa o yogur sin grasa.

- Sazona las comidas con hierbas y condimentos, vinagre o jugo de limón.

- Cuida tu hidratación, bebe entre 1.5 y 2 litros de agua al día.

- Disminuye lo más posible el uso de sal (elimina el salero de la mesa) y azúcar en tus preparaciones.

- Si realizas ejercicio, bebe de 20 a 30 ml de agua cada 15 a 20 minutos durante el tiempo que entrenes.

- El ejercicio puede ser una excelente práctica, pues ayuda a disminuir tu glucosa en la sangre. Sólo recuerda tener un buen control de ésta.

- Si utilizas insulina, pide asesoría antes de ajustar o modificar tu alimentación y las unidades diarias.

- Entérate de qué suplementos o complementos utilizas, así como el régimen alimentario que sigues actualmente.

- El consumo máximo de café es de dos tazas al día.

- Evita el consumo de alcohol y cigarro, ya que no permiten que alcances tus metas con mayor rapidez y, sobre todo, dañan tu salud.

- Mantén un peso saludable. Tu nutriólogo puede darte los rangos específicos para tu edad y género.

- Si eres menor de 18 años, vigila tu crecimiento y desarrollo asistiendo a la consulta regularmente.

- Los niños, adolescentes, mujeres embarazadas y lactando; personas de la tercera edad y deportistas, requieren incluir una colación (una comida pequeña entre el horario normal de las comidas fuertes) a media mañana y tarde, para cubrir sus necesidades. 






lunes, 11 de noviembre de 2019

Cerrando el año!


Por:  L.N. Judith Jiménez López

Todo el mundo comienza a tirar la toalla, a despedirse de la dieta, a dejar de lado los buenos hábitos y los consejos sobre salud. Comienza el bombardeo de anuncios, de post, de fotos y videos en las redes sociales acerca del maratón Guadalupe-Reyes.

   Llega la cuesta de los últimos meses y pareciera que es normal rendirse, que soltar las buenas costumbres alimentarias es inevitable, como si la salud fuera algo que se deja a fin de año y se recupera o intenta recuperar en enero con amplias ganas de cambio y nuevos aires.

   Vienen las posadas, las cenas, los festejos,  ricos en harinas, y nada de ello “está mal”, todo puede equilibrarse y debe equilibrarse si no deseas sentir culpa en enero.

   El cuerpo está siendo entrenado por el chofer, así que todo lo que requerimos en enseñarnos a disfrutar sin exceder.

   Haciendo y/o manteniendo una buena inversión…La salud.

   Por ello les daré algunos tip´s para disfrutar de las fiestas y mantenerse saludables.

    En las fiestas deberás guardar un equilibrio o bien permitirte recuperarlo, tu cuerpo lo logra a través de los sistemas buffer (hígado, riñón, pulmón, eritrocito).

    Pero como todo buen auto, te dará un mejor rendimiento con una mejor gasolina.

   No olvides hidratarte, en estas fiestas solemos tomar alcohol y eso disminuye el nivel de agua corporal debido a que para metabolizar el etanol requerimos agua. Un mínimo de 2  litros y  sueros hidratantes extras luego de beber.

   Comer siempre fruta o verdura como primer plato antes de nuestras ya conocidas y deliciosas garnachas. No necesitas un tazón, basta con la ración que cabe en tus dos manos abiertas y juntas.

   Descansa y duerme 8 horas mínimo.

   Si es necesario, visita a un profesional para que te indique si debes tomar enzimas o vitaminas y minerales. Recuerda que con el cambio de temperatura no se antojan tanto las verduras y frutas y disminuye su consumo y, como ya sabrás, existen vitaminas y minerales de los cuales no tenemos reserva y por tanto deben estar presentes en nuestro menú de no ser así, pueden suplementarse.

   No olvides mantenerte en movimiento, baila, sube y baja escaleras, apúntate para la piñata y los juegos en grupo, sal a caminar siempre que puedas, y continua con tu rutina semanal de ejercicio; no tenemos reserva de este, no olvides: músculo que no se usa, se atrofia.

   Como hay una cantidad extra en el consumo de carbohidratos una manera de equilibrar es gastando esa energía extra, así que, otro motivo más para salir a conocer la ciudad, andar en bici, desempolvar los patines, conocer una nueva ruta, parque o plaza nueva.

   Disfruta de las fiestas sin culpa, sin miedo, equilibra, vive al máximo desde una perspectiva completa, no sólo uses la comida como la recompensa de un año de frutos laborales, físicos o emocionales… y, si quieres premiarte, busca una opción distinta.

    No seamos como cada año, hoy pude ser el primer día de un gran cambio.

    Todos los días son para festejarse, todos los días son libres, si comienzas a observar que la comida no es tortura, o premio, la comida es la gasolina perfecta para tu auto, disfrútala, pero no como un cliché de anuncio de refresco conocido, vive la experiencia del todo, del momento y haz que valga la pena.

    ¡Vive al 100% !



lunes, 28 de octubre de 2019


¿Por qué nos humaniza el sufrimiento? 

Por: Andrés Andrade Arango



El individuo siempre está en conflicto por su existencia: el vacío existencial nos lleva a sentir la soledad, el pasar del tiempo, a buscar distracciones vacías; por eso el conflicto personal del individuo. 



Entonces, la muerte trae la libertad; aunque el límite mayor de la vida es la muerte. Quiero resaltar que la muerte de un familiar querido genera sufrimiento y liberación. Esta liberación llega cuando se elabora un proceso de duelo asimilado, y el resultado es una libertad de VIVIR, SENTIR y AGRADECER, porque nos permite ser más cercanos a sus propias vivencias, buscando diferentes maneras de vivir, sentir y agradecer. Y es buen momento de experimentar nuevas cosas: hablar desde el corazón, comunicar tus necesidades, buscar nuevos pasatiempos, viajar a nuevos lugares, exigirte a ti mismo VIVIR. Así ser tu propio SER. 



Así, la autenticidad propia se encuentra con el límite de la vida. Viviendo sin miedo las emociones, asimilando situaciones y reflexionando de tu propia existencia. 



Imaginemos la vida sin pensamiento alguno sobre la muerte. La vida pierde algo de su intensidad. La vida se reduce cuando se niega la muerte. 



La muerte y la vida son hermanas; lo digo en femenino porque tienen su propia ternura, amor e ilusión. Aunque físicamente la muerte nos destruye, la idea de la muerte nos salva. Porque aceptamos el límite de la vida, nuestras limitaciones y habilidades, reconocer nuestras capacidades nos permite ser auténticos, porque nos vamos a llevar de por medio el amor. 



El amor nos enseña a cómo vivir, nos enseña todo el tiempo a buscar un sentido en la vida misma. El amor influye como vivimos, en nuestras decisiones, valores, aspiraciones y motivaciones de seguir viviendo, para así formar una personalidad en el individuo en la que crecerán ramas de esperanza, paz y coherencia si se es recto en las decisiones, así la vida dará frutos de amor, fraternidad y pasión de ser mejor persona cada día. 



La muerte le da el sabor a la vida, porque nos pone en perspectiva qué quiero vivir, cómo lo quiero vivir y cuáles son los recuerdos que quiero vivir. Estas decisiones se pueden encontrar con un buen acompañamiento, es precioso contemplar que la vida nos regala frutos nacidos de nuestras propias decisiones, riesgos, suposiciones o trabajo, que hacen nuestro camino de ser. 


Entonces, comprendemos porqué el sentimiento viene de la palabra latín sentire, que su raíz significa tomar una dirección, nos lleva a una dirección de vida ¡y todos los caminos llevan a Roma/amor!




jueves, 24 de octubre de 2019

La Vergüenza

Por: Silvio Marinelli

La vergüenza es una de las sensaciones más dolorosas y dañinas para el ser humano. Aparece cuando los procesos de identidad personal se ven perturbados y hunden al sujeto en una confusión entre lo que es para la mirada del otro y lo que es para sí mismo.
Como menciona Andrew P. “La vergüenza representa el espacio que hay entre los ideales de sí mismo (la imagen de sí a la que uno aspira) y el sentimiento de sí en realidad (la imagen de uno mismo como es). Cuanto más grande sea la distancia entre estas dos imágenes, mayor será la intensidad de la vergüenza sentida. Claramente, nuestros ideales son influenciados por el universo intersubjetivo en el cual habitamos y se forman a partir de las relaciones con nuestras familias, compañeros, cultura subyacente, valores y costumbres. Pero una vez estos ideales están formados, son interiorizados y juegan un papel importante en la formación de las emociones y sentimientos que tenemos acerca de nosotros mismos, incluyendo especialmente nuestra vergüenza y nuestra sensibilidad ante la vergüenza”.
Se puede decir que la vergüenza es indisociable de la mirada. Ser descubierto (desnudado) por la mirada del otro es la forma capital de lo vergonzoso. La vergüenza aparece si se siente expuesta la propia intimidad, lo que lleva a una reacción de ‘esconder’. Y lo que se quiere ocultar no es alguna parte de la anatomía (aunque no se excluye necesariamente), sino los impulsos y deseos más íntimos. El sujeto se avergüenza no tanto de lo que hace, sino de lo que desea hacer pero esconde.
Donna Orange  menciona cómo la vergüenza “penetra” en el ser: “Esta cualidad invasiva de la vergüenza sugiere sus orígenes en la familia, donde el mundo de experiencias se fue organizando alrededor de un sentimiento de sí devaluado. El fallo no sólo está en el suministro de las capacidades auto-reguladoras que se necesitan para enfrentar la humillación, sino que además se inhibe activamente el desarrollo de la capacidad de tomar otra perspectiva de uno mismo. Lo peor de todo, no hay escapatoria sino a través del encuentro con otro con quien tendré que entrar de nuevo en el mundo de la vergüenza”.
Dicho de otra manera, la vergüenza es el sentimiento interior, desagradable y doloroso, de valer menos que los demás o de ser “insuficiente” como persona.  Se genera cuando la persona se juzga a sí misma con una actitud de auto-reprobación por creer que es fundamentalmente mala, inadecuada, defectuosa, indigna o poco valiosa.
Quien siente vergüenza se siente a la merced de los demás, expuesto en una situación que no puede tolerar, de la que se sale derrotado y con emociones de depresión o con mucha rabia.
La vergüenza lleva implícito un sentimiento de inadecuación ante los estándares sociales y la persona se percibe a sí misma como insuficiente: no está a la altura de dichos estándares. 
Por lo general, la vergüenza es generada por el miedo, o la certeza, de los juicios negativos de los demás.
Ante esta situación el resultado es de impotencia. El sujeto se siente a merced del juicio ajeno, de las miradas condenatorias; indefenso, débil, perdido y confundido. De ahí la ansiedad, malestar interior y desconsuelo, que llevan a un deseo de desaparecer y de aislarse socialmente. En algunas ocasiones se presentan ciertas fantasías de venganza, tales como: “me lo pagarás”, “te destruiré”, etc., provocadas por la “furia de la humillación”. Y estas emociones se convierten en un espiral de vergüenza y rabia que, finalmente, destruyen las relaciones.


sábado, 5 de octubre de 2019


Vivir la niñez 
Por: Andrés Arango


Todos fuimos niños. Esta etapa de la vida marca nuestra existencia, pues nos da las herramientas y valores necesarios para tener creencias y sueños en nuestro futuro. Continuamos en la vida con estos valores que nos permiten apoyar, acompañar y creer en una sociedad. Creemos que la humanidad busca la felicidad a base del amor, y estos grandes sueños que se solidifican conforme pasa el tiempo  nos damos cuenta de que la vida es un trabajo constante para estar creciendo, buscando la felicidad en compañía de la familia.

La vida es bella si creemos en la humanidad, en el amor y la compañía. Nuestras acciones a base del amor nos pueden inspirar a vivir una felicidad si tenemos la capacidad para ver que siempre somos hijos. El amor de nuestros padres es la base de la felicidad, pensando que somos seres amados desde que nacemos. El saber que somos amados nos inspira a ser mejores humanos, cercanos, afectuosos y misericordioso. Ese amor de madre que acompaña a su único hijo enfermo es el amor que debemos dar a las personas que están sufriendo. 

En la niñez si se pierde a algún familiar, la salud o la autoestima, se puede generar inseguridades en la adolescencia y adultez; por ello es necesario buscar a personas capacitadas para acompañar a los niños y, si esta ayuda es complementada con el amor de los padres, cualquier situación se puede aprender a vivir con las emociones y recuerdos. 
La vida es un constante aprendizaje de emociones, ¡así es vivir! 




viernes, 20 de septiembre de 2019

Naturaleza






Plantas y hierbas que debes tener en tu hogar

Biol. Fabiola Navares Moreno



Si te gustan las plantas, sobre todo si quieres aprender algo sobre ellas, ya sea para utilizarlas como ornato, remedio casero, o bien, darle un nuevo sabor a la cocina, te invitamos a que leas esta breve lista de plantas que te pueden ayudar.

El Anís: Se da bien como planta de jardín o maceta; aromatiza las áreas verdes y se puede utilizar  para realizar recetas de dulces, pasteles, gelatinas y licores. También se prepara té de el anís para calmar los dolores de estómago. Su  origen es asiático.   



La Albahaca es una planta muy utilizada en la cocina: para sazonar carnes, utilizando  sus hojas secas o  las  hojas frescas para dar sabor en ciertas ensaladas y pastas. Y como remedio, las hojas de albahaca ayudan a disminuir los dolores de garganta. De igual forma, el té de albahaca ayuda a disminuir los efectos de la tos.



Artemisa: Conocida también como Hierba de San Juan, de origen europeo y asiático. Esta planta crece cerca de los ríos, junto a los caminos e incluso en áreas como lotes baldíos se logran adaptar y  desarrollar. La artemisa se utiliza como remedio casero, para regular el ciclo menstrual. Se deben recolectar las hojas y flores y se dejan secar, para posteriormente realizar las infusiones. Se toma un té por la tarde, 4 días antes del ciclo menstrual. Sin embargo, se debe de tener cuidado con la artemisa, porque el exceso de ésta puede ocasionar convulsiones, por eso no es conveniente dar esta planta a niños.  



 

Uña de gato:  esta planta adquirió una fama inusitada, debido a un artículo que publicó la  OMS, sin embargo, de muchas de sus supuestas funciones no hay estudios científicos que las avalen, por lo que no se debe tomar ésta o ninguna planta como planta milagrosa o panacea. Lo que sí se conoce es que ayuda a incrementar las defensas y en el tratamiento de la artritis reumatoide y la osteoartritis.  La recomiendan para ciertos tipos de cáncer con la finalidad de aumentar las defensas. Puede ocasionar dolores de cabeza y vómitos en algunas personas. Las mujeres embarazadas no deben consumirla.


 El Boldo es un árbol de origen endémico de los Andes en Chile y Argentina, así como también está presente en la sierra sur del Perú. Árbol mediano de lento crecimiento, puede superar los 15 metros. El fruto es comestible y desde tiempos precolombinos se ha consumido. También se utiliza la corteza, rica en taninos para curtir. Las más utilizadas son sus hojas, pues ayudan en diversas afectaciones. Posee aceites esenciales como ascaridol, alcanfor, eucaliptol y alcaloides como la Boldina. Se recomienda usar las hojas en infusión para tratar padecimientos biliares y urinarios. Se prepara cociendo 3 o 4 hojas de boldo en agua y se obtiene un té: ayuda a disminuir los cálculos biliares y la inflamación de la uretra. Hoy en día, existe el aceite esencial de boldo y se aconsejan 5 gotas en agua para combatir infecciones génito-urinarias. Sin embargo, hay que tener cuidado y no exceder o abusar con el consumo del boldo. El cuerpo debe descansar por varios meses,  pues posee Ascaridol, un aceite que es tóxico en cantidades grandes. Tampoco deben consumir boldo las embarazadas pues tiene efectos abortivos.  

  

Por último está el Llantén, una planta de origen europeo y asiática. La manera de prepararla es a través de una infusión para remediar tos, bronquitis o alguna enfermedad en la vía respiratoria; disminuye también las infecciones en la vejiga y los riñones. Se agregan 2 cucharadas de hojas secas a una taza de agua hirviendo; se tapa por 10 minutos, se apaga y deja enfriar.  Uso aconsejado: una taza por la mañana y otra por la noche.




jueves, 12 de septiembre de 2019

Las nuevas adicciones


Paulina González


Aunque en la actualidad las adicciones relacionadas con sustancias siguen presentes en la sociedad e incluso han proliferado por el bajo costo y la gran variedad de las mismas, las nuevas adicciones son preocupantes desde el punto de vista psicológico, pues tienen síntomas similares y han adquirido su auge a partir del progreso tecnológico, sin embargo, al no ser identificadas como un trastorno o una problemática, van en aumento y se pueden presentar en los hogares causando daños que pueden ser detectados y detenidos a tiempo. Algunas de las nuevas adicciones son: a la tecnología y al “inmediatismo”, al narcisismo, al juego o videojuegos también conocida como ludopatía.

Toda adicción ata a la persona con aquello que le hace sufrir y le daña, y aunque de inicio, al obtener el beneficio de la sustancia o conducta de adicción se produce placer, al paso del tiempo, se vive un profundo malestar emocional en la ausencia de la misma. La persona que no consume determinada sustancia, o que no puede realizar cierta conducta tiene alteraciones psico-emocionales y fisiológicas que le impiden funcionar en las distintas dimensiones de las que es parte. Los principales síntomas de una adicción conductual son: intenso deseo, ansia o necesidad imparable de concretar la actividad placentera; pérdida progresiva del control sobre la conducta, hasta llegar al descontrol; descuido de las actividades habituales, tanto las familiares, como las académicas, laborales o de tiempo libre; negación del problema y conductas defensivas cuando se menciona el tema; descuido o abandono de los intereses y relaciones previos; irritabilidad y malestar ante la imposibilidad de concretar la conducta adictiva; imposibilidad de dejar de repetir esa conducta, pasado un corto período. Todos estos síntomas en mayor o menor medida se presentan en las siguientes adicciones. Cabe recordar que la sintomatología es progresiva.



La adicción a la tecnología y al “inmediatismo”

La llamada generación X –adultos entre 35 y 45 años aproximadamente-, fue la generación que se vio afectada por el consumismo, fue la primer generación que se encontró con internet de manera comercial y “al alcance de todos”, fue también la primer generación que usó tecnologías informáticas en sus estudios y en sus actividades profesionales, aquí inicia la adicción a la tecnología, esta generación conoció los beneficios de utilizarla y aunque es capaz de hacer muchas de las actividades “a la antigüita” prefiere la tecnología como modus operandi.

Las generaciones posteriores ya nacieron con la tecnología, son nativos digitales, y son los llamados millennianls o generation Y –los nacidos entre los 80´s y 90´s, y llegaron a la vida adulta en el cambio de milenio- no conciben otra forma de comunicarse o de hacer las cosas fuera de la tecnología, entienden el mundo como un mundo globalizado, tecnológico, su día a día está en las redes sociales.

Ambas generaciones son propensos a padecer adicción a  la tecnología, caminan por ahí con el cuello agachado, mirando constantemente sus teléfonos móviles, no es raro ver en las diferentes calles de la ciudad, personas que corresponden a estas generaciones manejando con una mano al volante y la otra manipulando el celular, enviando textos, revisando redes sociales, o nada, simplemente con el teléfono en la mano solo “por si acaso”. Actualmente existen en varios países clínicas especializadas en adicción a redes sociales, especialmente Facebook, pues el incremento de las personas que han sufrido daños por este tipo de adicciones es alarmante, y aunque en México no se ha llegado a esta disposición, en la práctica privada, se ven estos casos que afectan no solo a la persona que lo padece, sino a todo su entorno inmediato, como familia, escuela y trabajo.

Pero no nos equivoquemos, la tecnología no es el problema, de hecho, es una herramienta más con la que cuenta el ser humano para facilitarse la vida; la adicción se presenta cuando las personas son incapaces de separarse un minuto de los aparatos electrónicos, cuando son incapaces de recordar un número telefónico o cuando tienen una atención y preocupación constante por adquirir los gadgets o dispositivos para cada una de sus actividades cotidianas.

El “inmediatismo” es otra adicción que va de la mano de la tecnología; las generaciones mencionadas son las afectadas principalmente, pues la tecnología les ha dado la idea equivocada de que todo se obtiene de manera inmediata: el conocimiento, las relaciones, la aceptación del grupo de pares entre otras cosas. Las personas adictas al "inmediatismo" no saben esperar, quieren respuestas al instante, les es imposible trabajar por resultados a largo plazo, tienen poca o nula tolerancia a la frustración, entran en una tremenda ansiedad si no obtienen lo que desean, el problema con esta adicción, además de los síntomas mencionados, es que las personas “inmediatistas” son frágiles, se rinden al no conseguir lo que desean, no han desarrollado suficientes recursos para enfrentar las adversidades.



La adicción al narcisismo


Ésta es otra nueva adicción, también relacionada con la tecnología, y no es que el narcisismo sea un concepto nuevo, pues data de la mitología griega, y es parte de la psique humana en las primeras etapas de la vida, cuando la atención y la afectividad del niño están orientadas hacía sí mismo. La adicción, sin embargo, se presenta cuando las personas –después de la adolescencia- buscan constantemente ser el propio objeto de amor y deseo, las personas que padecen esta adicción, pueden pasar horas frente al espejo practicando sus mejores poses para las fotos, o hacer una sesión interminable de selfies buscando la mejor y más “natural”  fotografía para subir a las redes sociales y obtener el mayor número de likes; de la misma manera ocurre con aquellas personas que publican cada actividad que hacen y así encontramos en las redes sociales frases como: “Dispuesta/o a levantarme”, “Lista/o para un buen baño”, “preparando el desayuno”. Y todas éstas pueden o no, ir acompañadas de las fotos que respaldan dicha publicación. Los adictos al narcisismo dependen de verse a sí mismos reflejados en las pantallas de sus teléfonos o de sus computadoras, necesitan a toda costa informar lo que les está ocurriendo, como si fueran el centro del universo, de la misma manera que el infante en su etapa egocéntrica dice: Mira mamá, nos sigue la luna.

Algunos estudios aseguran que las personas con adicción al narcisismo y a tomarse selfies,  tienen una autoestima baja, tanto que necesitan de manera casi vital recibir halagos de personas que muchas veces no conocen y presenta el síndrome de abstinencia cuando no reciben la retroalimentación esperada; el adicto-narciso obtiene una parte de la gratificación al verse a sí mismo –su imagen o su publicación- en el aparador de las redes sociales, y otra parte de la gratificación se obtiene al recibir likes o seguidores. 



La adicción al juego / ludopatía - juegos de apuestas, videojuegos


Los juegos de azar son actividades que están presentes y al alcance de prácticamente todos en la sociedad; esta adicción le da a la persona la sensación de controlar los resultados, y le proporciona recompensas inmediatas, de manera que se ve beneficiado aparentemente. Ocurre lo mismo con los videojuegos, pues los resultados y las  recompensas son inmediatos, y la persona que juega percibe que tiene el control de lo que ocurre en el juego. 

El juego se convierte en una conducta de riesgo de ser adictiva cuando la persona que juega deja de lado las actividades cotidianas tales como la convivencia, la educación, las actividades laborales, etc. o cuando pone en riesgo su economía y/o su patrimonio. La adicción al juego puede presentarse en personas de todas las edades, y aunque el origen de la adicción puede ser distinto para cada edad, las consecuencias pueden ser similares llegando en los casos más extremos a ideación o acto suicida debido al impacto de encontrarse con la realidad, es decir, con la falta de control sobre lo que sucede en el juego, con la incapacidad de perder.

La persona con adicción al juego pasa la mayor parte del tiempo en esta actividad, destina gran cantidad de sus recursos materiales y emocionales al juego, tiene la necesidad de jugar cantidades crecientes de dinero para lograr la satisfacción deseada (en el caso de juegos de apuestas), se siente inquieto o ansioso al interrumpir o detener el juego, está frecuentemente preocupado por el juego (ej.: planear la próxima sesión, pensar maneras de obtener el dinero para apostar, recordar jugadas que le causaron satisfacción). Los adictos al juego dejan de disfrutarlo y entran en emociones nocivas y de ansiedad, suelen mentir para ocultar su grado de implicación en el juego.



Es importante que entendamos y aceptemos que nuestro mundo está cambiando, de hecho, ya cambio y es necesario adaptarnos a él. Todas estas nuevas adicciones solo se consideran como tales cuando la conducta tiene implicaciones negativas para la persona e imposibilita su funcionalidad en los ámbitos en que se desenvuelve, de lo contrario solo puede ser considerada como un mal hábito que será necesario ajustar para no caer en la adicción. Todas estas adicciones tienen  en común la soledad, la ausencia de relaciones afectivas fuertes y sanas. Las personas que han caído en estas adicciones se encuentran voluntaria o involuntariamente aisladas del mundo, viven en sí mismas, se encierran en sus dispositivos, en un casino o en su propia imagen olvidándose que somos seres sociales, que dependemos en gran medida de la interacción con los demás; que somos, en la medida que nos relacionamos con el mundo que nos rodea; las adicciones conductuales vuelven a las personas autómatas de las conductas adictivas, pierden el control cognitivo que respalda sus acciones, hacen las cosas, sin pensar en las consecuencias negativas de sus conductas, esperando la satisfacción de obtener el placer inmediato de su conducta. En gran medida, se puede evitar o solucionar estas problemáticas en el encuentro con el otro, en la satisfacción de vivir acompañado y de saberse parte de un todo,  mayor a uno mismo. 



lunes, 9 de septiembre de 2019

El debate sobre la eutanasia



Pbro. Silvio Marinelli






Debo confesarlo: la primera reacción frente a la palabra eutanasia es de tristeza. Pienso que se están desperdiciando energías que se podrían utilizar para ofrecer una mejor asistencia a nuestros hermanos que están sufriendo por una patología en fase terminal o lidian con una enfermedad crónico-degenerativa. Ya hace algunos años un experto en el tema afirmaba: “Existe una inversión de priori­dades. Apenas se habla de lo principal (los cuidados), lo secundario ocupa los primeros lugares. Cuando se analiza la cuestión jurídica -despenalizar o no estas prácticas-, la mayoría de los bioéticos y la práctica totalidad de los medios de comunicación ni se preguntan por los cuidados que reciben las personas en el final de sus vidas” (Francisco Javier Elizari). En efecto, como sociedad civil, debería primar la atención sobre los cuidados que reciben las personas: qué tipo de asistencia, cuál acompañamiento, cómo se apoya a la familia, cómo favorecer una muerte digna.

Los que propician la despenalización de la eutanasia, es decir la oportunidad de no tratarla como un homicidio sin más, se amparan detrás de la motivación de la presencia de “sufrimientos insoportables”. El concepto y la experiencia del sufrimiento – ni hablar del adjetivo “insoportable” -, sin embargo, son fenómenos muy “personales”, sujetos a una variedad de interpretaciones muy subjetivas: dolor físico fuerte (¿Cómo medirlo?), pérdida del sentido de la vida, falta de apoyo familiar y de la medicina, no querer ser una “carga”, una idea de autonomía sin restricciones, etc.   

Escuchando a las personas de a pie, y también a algunos que se dicen expertos en la materia, se percibe el uso de un lenguaje extremadamente complejo y, a veces, confuso. La eutanasia se describe – o confunde – con un conjunto de otras prácticas médicas como el empleo de analgésicos para aliviar el dolor y la limitación del esfuerzo terapéutico (es preferible esta expresión que la no muy halagadora “encarnizamiento terapéutico) y se matiza el concepto con variedad de adjetivos: directa e indirecta, positiva y negativa, activa y pasiva; se discute también entre cuidados ordinarios y extraordinarios, proporcionados y desproporcionados; se añaden también otros conceptos: distanasia, eutanasia y ortotanasia, futilidad, etc. El uso de términos diferentes revela – al mismo tiempo que complica – un debate muy encendido entre los favorables y contrarios a algunas prácticas propuestas o rechazadas. Detrás de algunas propuestas, además, se puede sospechar la presencia de motivaciones ideológicas que poco tienen que hacer con un buen cuidado. Cultivamos el deseo y auspicio que se haga claridad sobre los términos para que el debate pueda realizarse con una premisa indispensable: que todos hablemos con un mismo lenguaje y que los términos tengan el mismo significado para todos.

Desde el punto de vista cultural se puede observar algo paradójico: se ensalza mucho el concepto y la práctica de la autonomía, … hasta el punto de “pedir” la eutanasia. Es paradójico porque la vida física es la condición fundamental para el desarrollo de la libertad y la base sobre la cual se fundamentan todos los valores y derechos del ser humano, también la libertad personal. La eutanasia interrumpe de manera definitiva este proceso de construcción de la persona humana y el progreso de la propia libertad.

Uno de los elementos en que podemos observar un cierto acuerdo es el hecho que la eutanasia debe fundamentarse en una “petición” de la persona involucrada. Se dejó al lado – ojalá también en la práctica – la hipótesis que otros agentes (pensemos en los familiares y, peor, un poder público o los profesionistas de la sanidad) puedan decidir a quién dar la eutanasia. Sin embargo, este principio puede resultar equívoco o ser mal interpretado: ¿Cómo valorar la petición? ¿Es suficiente la expresión de voluntades previas? ¿Cómo impedir que la persona sea alentada o inducida a la petición? ¿Pediría la eutanasia una persona que reciba una buena asistencia? Las situaciones existenciales nunca son simples.

Desde el punto de vista asistencial y médico la eutanasia puede ser percibida como una derrota, porque afirma – entre renglones – que lo que se le está ofreciendo al enfermo no es adecuado y suficiente para que pueda enfrentarse a su etapa terminal, agonía y muerte con dignidad y entereza. Proyecta también la duda sobre la disponibilidad de eficaces cuidados paliativos y una respuesta adecuada al dolor físico con una medicina del dolor a la altura. Respecto a este problema se debe constatar cómo en nuestro país – a pesar de una ley del 2009 sobre los cuidados paliativos y otras reglamentaciones sucesivas – estamos muy lejos de poder ofrecer a todos un cuidado digno y que responda a las necesidades básicas (terapia del dolor, control de síntomas, nutrición, movilización e higiene, acompañamiento psicológico y espiritual) y permita un “morir con dignidad”. Sin embargo, ésta – estamos convencidos – es la dirección a seguir y no el atajo – falaz y falso – de la eutanasia.

Frente a lo complejo del acompañamiento a la muerte y la ambigüedad de la propuesta de eutanasia, se manifiesta la real dificultad cultural de asumir e integrar el hecho de la muerte. Nos hace falta una educación para preparase al acontecimiento de la muerte y la organización de buenos cuidados paliativos.