PAPEL DE LA ESPIRITUALIDAD
Pbro. Silvio Marinelli – Centro San Camilo A.C. – Guadalajara, Jal.
El estudio del hombre –la
antropología– nos ilumina sobre una realidad que es difícil definir en términos
sintéticos: la realidad de la persona humana. Esto depende de la “riqueza” de
facetas que tiene el hombre: por más esfuerzos que se hagan, la persona
permanece en el misterio, al que podemos acercarnos sólo con respeto y con la
conciencia de que toda definición resultará siempre parcial.
En efecto, la persona humana es
un ser integral, un todo: alma y cuerpo, materia y espíritu, deseos,
aspiraciones, historia y esperanza. La persona humana es una realidad que no
podemos separar en sus distintos componentes. Puede ser útil didácticamente
presentar las “dimensiones” de la persona humana, pero con la consciencia de
que se trata sólo de un esquema que nos ayude en la reflexión y la relación de
ayuda. Los estudiosos, además, no están de acuerdo sobre “cuántas sean estas
dimensiones”; puede ser útil, por lo menos, articular este discurso alrededor
de cinco dimensiones o aspectos de la persona humana: dimensión corpórea,
intelectual, emocional, relacional y espiritual[1].
Respecto a la espiritualidad se puede decir que tiene un papel muy importante en la biografía de la persona humana. El conjunto de los valores éticos y de las creencias, de tipo humano o religioso, son importantes en la capacidad de sobrellevar la enfermedad terminal y de “dar sentido” a las experiencias dolorosas – “lo negativo” – por las que tenemos que pasar.
Llama la atención que algunas
obras de psicología o literatura especializada en cuidados paliativos (también
algunas publicaciones de la OMS) ni siquiera toman en cuenta la espiritualidad,
tal vez herederos de una cultura y mentalidad positivista que se atiene sólo a
lo que se vea y se pueda medir.
En realidad la dimensión espiritual – el conjunto de nuestras creencias y valores – tiene un rol “integrador” de la persona humana: estos factores espirituales guían las decisiones – o buena parte de ellas - sobre cómo debemos manejar nuestro cuerpo y la enfermedad, “deciden” cómo manejar las emociones, las relaciones interpersonales.
Nuestra existencia transcurre en muchos ambientes (la familia, los amigos, el estudio y el trabajo, el tiempo libre y el mundo de las relaciones sociales); en todos estos campos tenemos objetivos que perseguir individual y colectivamente; estamos animados por deseo y esperanzas; tal vez nos bloquean recuerdos dolorosos o miedos. Advertimos la necesidad de que nuestra vida tenga un sentido unificado y, también, una dirección precisa. El significado de la vida, la unificación de tantos intereses y objetivos en una dirección unificadora, tiene lugar alrededor de algunos elementos espirituales: los valores y las creencias.
La respuesta a la pregunta sobre el sentido de nuestra vida, los valores más importantes que orientan las decisiones y las acciones, las creencias de naturaleza filosófica y religiosa. Cada uno de nosotros, aún involucrado en múltiples actividades y campos de interés, trata de encontrar los elementos unificadores que le permitan “decirse” y decirles a los demás que nuestra existencia es una realidad única y unificada alrededor de una opción fundamental.
“Es necesario subrayar que la dimensión
espiritual y la dimensión religiosa, íntimamente relacionadas e incluyentes, no
son necesariamente coincidentes entre sí. Mientras que la dimensión religiosa
comprende la disposición de la persona en sus relaciones con Dios dentro del
grupo al que pertenece como creyente y en sintonía con modos concretos de
expresar la fe y las relaciones, la dimensión espiritual es más vasta,
abarcando además el mundo de los valores y la pregunta por el sentido último de
las cosas, de las experiencias”[2]. La
dimensión espiritual es más amplia que la religiosa y se expresa en toda
persona, aún en aquellas que no tienen un credo religioso particular; la
segunda (menos amplia y perteneciente en parte a la espiritual) es el resultado
de una relación particular con un “ser trascendente” (Dios), relación que
ofrece una respuesta a la pregunta de significado y una serie de valores.
Sobra recordar cómo en el acompañamiento a los enfermos en etapa terminal es importante descubrir algunos elementos de su dimensión espiritual, porque éstos determinan su visión de la vida, la manera en qué colabora o no con los profesionistas, su manera de relacionarse, el modo en que maneja sus emociones, la actitud frente al desenlace próximo de su vida.
Desde nuestro punto de vista de acompañantes es importante el conocimiento de nuestra dimensión espiritual, para respetar al otro y no imponer nuestras ideas o creencias.
La dimensión espiritual – a pesar de que muchos expertos o profesionistas – no la toman en cuenta – es muy importante (podríamos decir determinante) en un buen y completo acompañamiento: nos revela lo más íntimo de la persona enferma y cuáles son sus metas y esperanzas.
[1] BRUSCO A. - MARINELLI S., Iniciación al Diálogo y a la Relación de
Ayuda, Cuadernos del Centro San Camilo AC, 2004.
[2] BERMEJO J. C., Aspectos espirituales en los cuidados
paliativos, Madrid 1999, pág. 23-24; cf. SECPAL (Sociedad Española de
Cuidados PALiativos), El acompañamiento
espiritual en Cuidados Paliativos, 2008: en este trabajo haré referencia a
menudo a este trabajo que se puede encontrar en Internet; la llamaremos “Guía”.