miércoles, 29 de julio de 2020

El Enojo

 (Adaptado del libro de Las Emociones del Pbro. Silvio Marinelli)

El enojo es una de las emociones más difíciles de manejar. Está presente en la experiencia y el comportamiento de muchas personas que forman parte de nuestras relaciones interpersonales. En otras palabras, es una emoción que siempre experimentará todo ser humano desde los inicios de su vida.

Hojeando los diccionarios, podemos recopilar una serie de términos que expresan la variedad de las manifestaciones agresivas: odio, destrucción, sarcasmo, irritación, frustración, desquite, venganza, fantasías agresivas, desprecio, sabotaje, amargura, irascibilidad, malevolencia, disensión, rabia, rencor, malhumor, hostilidad, etc.

La vida diaria nos expone muy a menudo a las manifestaciones de estos estados de ánimo que, manejados inadecuadamente, “envenenan”, destruyen o dificultan las relaciones interpersonales en el ámbito de la familia, la escuela, el trabajo, las instituciones, etc. Y lo que puede ser peor, a pesar de que no se exprese esta emoción mediante manifestaciones externas (hacia otros), ese “veneno” hace sus efectos en el interior de la persona.

 

¿Por qué la personase enoja?

Existe la tendencia a responder esta pregunta, afirmando que en el hombre está presente una fuerza ciega e irracional que lo empuja, en algunas circunstancias, a tener manifestaciones agresivas, desde las más ligeras a las más destructivas. El psicoanálisis y la etología (ciencia que estudia la vida humana en su hábitat natural) han desarrollado, investigando científicamente, esta opinión, afirmando la naturaleza instintiva de la agresividad.

La escuela conductista, al contrario, ha afirmado que la agresividad es siempre fruto de una frustración externa, poniendo de tal modo en evidencia, como factor causal, el ambiente.

Una tercera posición está representada por las teorías funcionalistas, según las cuales la agresividad se configura como un fenómeno “funcional” en la adaptación del individuo. En esta última teoría, que integra la hipótesis “instintiva” con la “reactiva”, la agresividad es considerada como síntoma de la organización de la personalidad y de cómo ésta es capaz de interactuar con la realidad que le rodea.

Tomando en cuenta las aportaciones de las diferentes teorías, podemos afirmar que las causas del comportamiento agresivo son variadas y se pueden originar ya sea en el interior o en el exterior de la persona:

-     La frustración: la exigencia de satisfacer una necesidad puede ser tan fuerte, que su privación desencadena una reacción de rebeldía; enfrentar tales situaciones depende del grado de tolerancia del individuo.

-       Las emociones de incapacidad, inadecuación y de inferioridad: la diferencia entre la realidad y las aspiraciones es tan marcado que provoca profundos conflictos e insatisfacciones.

-          El aislamiento y la falta de comunicación.

-          El rechazo y la falta de afecto (especialmente en los primeros años de vida).

-          El exceso de protección, de indulgencia y de libertad.

-          La confusión en los valores.

-          Los modelos ambientales negativos.

-          La represión.

-          La escasez de recursos.

-          La incapacidad para expresar constructivamente el enojo.




miércoles, 22 de julio de 2020

¿Qué es la Tanatología?

 Por: Silvio Marinelli

En la mitología griega, Thánatos (en griego Θάνατος, ‘muerte’) era la personificación de la muerte no violenta. Su toque era suave, como el de su hermano gemelo Hipnos, el sueño (el Sueño “daba muerte” cada noche a los hombres, imitando a su hermano mayor).

En el arte, Thánatos era representado como un hombre joven llevando una mariposa (las mariposas son un símbolo universal de transformación de la vida; este proceso de metamorfosis que las hace capaces de pasar de un capullo a volar libres en el cielo), una corona (símbolo de su poder) o una antorcha invertida en sus manos que se le apaga o se le cae (símbolo del fin de la vida). A veces, tiene dos alas y una espada sujeta a su cinturón. La muerte es representada también con una guadaña, un ánfora y una mariposa: la guadaña sirve para indicar que los hombres serán segados en masa, el ánfora para guardar las cenizas y la mariposa volando es el emblema de la esperanza en otra vida.

Este término fue forjado – según algunos autores - en 1901 por el médico ruso Elías Metchnikoff quien recibió en 1908 el premio Nobel de Medicina; en ese tiempo la Tanatología fue considerada como una rama de la medicina forense que trataba la muerte y todo lo relativo a los cadáveres desde el punto de vista médico-legal.

En los años sesenta del siglo XX se le da otro enfoque: se construye la disciplina que estudia el fenómeno de la muerte en los seres humanos desde diferentes puntos de vista, para propiciar un mejor acompañamiento de los moribundos y en la situación de duelo por la muerte de un ser querido.

Destaca en la reciente historia de la tanatología la psiquiatra Elisabeth Kübler Ross (autora de varios libros como “Sobre los muertos y los moribundos”). Nacida en Suiza, en 1958 se mudó a Nueva York, en donde se horrorizó por el tratamiento que se les daba a los enfermos terminales. En una publicación refiere: “Mi meta era romper con la barrera de la negación profesional que prohibía a los pacientes expresar sus más íntimas preocupaciones”.

La palabra tanatología viene del griego θάνατος - thánatos (= muerte) y λογία - logía (= estudio, discurso, tratado, disciplina, razonamiento). El objetivo inicial de la tanatología era proporcionar ayuda profesional al paciente con una enfermedad en etapa terminal y a sus familias. Fue aceptada como ciencia a partir de las décadas 50’s-60’s del siglo XX.

Hasta la actualidad, se ha caracterizado por su dimensión interdisciplinaria, tomando en cuenta aspectos médico-clínicos, psicológicos, sociales, jurídico-legales, espirituales y religiosos.


Reloj De Bolsillo, Momento De La, Arena 

sábado, 18 de julio de 2020

¿Educarnos a morir?

 Por: Silvio Marinelli


Todos sabemos qué es la muerte. Tal vez podemos disentir respecto a cómo definirla: efectivamente no es fácil; podemos dar diferentes definiciones o aspectos, de tipo biológico, filosófico, teológico, psicológico o social. A lo largo de este trabajo, ofreceremos diferentes perspectivas y reflexiones.

Søren Kierkegaard la definió “maestra de seriedad en la vida”. Efectivamente, para entender la muerte es necesario entender, definir, estudiar la vida y comprometerse en ella. Algunos autores hablan, a este propósito, de una metodología “de la elipsis”[1], ubicando vida y muerte en esta figura geométrica en donde los dos términos se implican e imbrican mutuamente: podemos poner nuestro “foco” en uno de los dos términos, sin embargo, uno necesita del otro para comprenderse y encontrar una lógica.

La muerte no se opone a la vida, es parte de ella. Muerte y vida se condicionan de manera recíproca: la una no puede existir sin la otra. “Nuestra vida y nuestra muerte –nos dice el maestro zen Shunryu Suzuki- son la misma cosa”. “El morir es uno de los deberes de la vida”, afirma Séneca, quien nos exhorta cumplir con presteza y buen ánimo tan importante deber, ya que “la vida, si carece del valor para morir, se convierte en una auténtica esclavitud”: “no importa morir pronto o tarde; morir bien o mal es lo que importa”.

Nuestra vida tendrá sentido en la medida en que seamos capaces de descubrir el sentido de nuestra muerte. Únicamente podré llenar de significación y sustancia mi vivir si soy capaz de dar significado a mi propio fallecer y morir. Saint-Exupéry supo expresarlo con palabras acertadas: “Quien da un sentido a la vida, da un sentido a la muerte. ¡La muerte es tan dulce cuando está en el orden de las cosas!”. Se retoma un axioma latino antiguo: “Ars moriendi, ars viviendi”, es decir, “el arte de morir es el arte de vivir”.

Si hay un rasgo que define la mentalidad moderna, éste es el del rechazo o huida de la muerte. Hace décadas, las personas morían en su casa, rodeadas de su familia, incluidos los niños, amigos y vecinos. El acto de morir era, por tanto, un hecho asumido desde la infancia. Desde niño se presenciaba la muerte de los seres queridos, se conocía su existencia y también la forma en que cada uno se preparaba para morir, para afrontar la despedida, sin duda con sufrimiento. Hoy, las cosas han cambiado[1]. La mayoría de la población desea morir sin dolor, en casa y rodeado de su familia; en realidad la mayoría muere en un hospital. Ya no queremos velar los cadáveres en casa; queremos recibir a la familia y amigos en un lugar ajeno; por lo que las empresas funerarias ofertan todo tipo de servicios. También el luto es considerado hoy como una "costumbre obsoleta", arraigado sólo en el medio tradicional. Los funerales suelen ser breves y la cremación es cada vez más frecuente. La salud y la belleza constituyen una exigencia, casi un “derecho”. El hombre vive proyectado en el futuro, pero sólo en la dimensión placentera: el proyecto de vida rechaza y niega el sufrimiento (podemos interpretar de esta manera la petición de eutanasia). Se pide una “muerte digna”, interpretándose la dignidad como falta de sufrimiento. Nuestra civilización niega la muerte.


Desesperado, Triste, Deprimido, Pies



[1] BRUSCO A., Humanización de la asistencia al enfermo, Sal Terrae, Santander 1999. 



[1] GIANNONI P., Muerte y morir, En Diccionario de Pastoral de la Salud y Bioética, San Pablo, 2009, pp. 1149-1154.


lunes, 13 de julio de 2020

DUELOS INCONCLUSOS

 

Por Dra. Patricia Medina Segura

 

Cuando en enero pasado tuvimos las primeras noticias acerca de que en China estaban muriendo muchas personas por un virus nuevo que aparentemente pasó de algún animal a los humanos, la gran mayoría de los mexicanos seguimos con nuestras vidas normales, pensando que esa situación estaba en el otro extremo del mundo a miles de kilómetros de distancia y en condiciones muy diferentes a las que nosotros tenemos. Pasado el tiempo, ya con una imagen más clara de la situación y viendo cómo la propagación se extendía a pasos agigantados (ocasionada por los miles de viajeros de todos los países del mundo), muchos de nosotros iniciamos con sentimientos de temor y ansiedad  pues las noticias sobre lo sucedido principalmente en Irán, España, Italia, Ecuador y  Estados Unidos han sido impactantes ya que  la mayoría de los sistemas de salud  colapsaron, y hemos tenido un continuo bombardeo de imágenes desgarradoras de personal sanitario agotado y rebasado por la sobresaturación de pacientes en las unidades de cuidados intensivos, de miles de muertos; algunos dentro de los hospitales (recibiendo la atención que requerían por parte del personal sanitario); otros que murieron en sus casas acompañados por familiares desesperados porque a pesar de los numerosos llamados a los servicios de emergencia éstos nunca se presentaron o lo hicieron demasiado tarde; los menos afortunados estuvieron solos en sus hogares sin el contacto cercano de familiares y amigos durante semanas (desde que se instauró la cuarentena en sus países), hasta que murieron. El denominador común de todos los casos es que al final tampoco hay una despedida adecuada, esas despedidas cargadas de ritos y simbolismos de acuerdo con costumbres y creencias religiosas que resultan tan reconfortantes y sanadoras para los deudos. Si acaso se los permiten, estará solamente la familia más allegada manteniendo una sana distancia entre cada uno, carentes de abrazos o cualquier contacto físico,  sin poder acercarse al  féretro, que está cerrado para preservar la seguridad de todos  y dándoles muy poco tiempo para que se despidan antes de retirarlo para ser incinerado o enterrado.

Las características traumáticas de todas estas muertes y la falta o limitación del acompañamiento social tradicional, en el que por lo regular, las personas en duelo están apoyadas y sostenidas por sus familiares,  amigos y compañeros, compartiendo las emociones, los recuerdos, los ritos religiosos (en el catolicismo la velación, las ceremonias religiosas de despedida, el cortejo fúnebre hacia el panteón…) o, en otros casos  los rituales familiares,  en los que los dolientes están contenidos emocionalmente por el cariño y la comprensión que se percibe a través de las palabras, las acciones y los gestos de todas las personas que los aprecian, aunados al estrés provocado por el confinamiento en sus casas y la incertidumbre del curso que tomará la vida, han desplazado a “tiempos mejores” las expresiones que validan  el  dolor  y  el  sentimiento  de pérdida  de los dolientes, motivo por el cual hay un altísimo número de duelos inconclusos que puede convertirse en un factor desencadenante de futuros duelos complicados.

Las cifras dadas por la OMS el viernes 10 de abril eran de un millón de personas afectadas por la enfermedad y más de noventa mil muertos en todo el mundo.

En México, oficialmente, desde hace más de un mes tenemos casos de personas hospitalizadas y fallecimientos ocasionados directamente por el covid-19, sin  llegar hasta ahora a los niveles que se han dado en los otros países referidos, sin embargo también hay muchas personas en duelo por la muerte de sus seres queridos: hace una semana las noticias nos mostraron a una familia que había agredido a los médicos y enfermeros de un hospital en la ciudad de México, desesperados  porque no les permitían ver a su familiar que acababa de fallecer por covid-19.

La cuarentena impuesta por las autoridades a partir del 17 de marzo ha generado diferentes situaciones de pérdida; el libre tránsito por las ciudades, el lugar de trabajo y/o el trabajo mismo, el ingreso económico, los sitios de reunión y esparcimiento, la interacción con familiares y amigos, muchos de los proyectos hechos con anticipación como bodas, bautizos, viajes, cursos… los sueños y expectativas que teníamos para este inicio de año,  la absurda confianza en que todo está bajo control dentro de nuestra cotidianidad. De repente, nos sacaron violentamente de nuestra zona de confort y ahora tenemos que enfrentarnos con una realidad que nos afecta de forma integral, ya que engloba todas nuestras dimensiones personales: física, psicológica, emocional, social y espiritual. Esta realidad que para un gran número de  personas es muy poco satisfactoria y que está actuando como un disparador de todos aquellos asuntos que por resultarnos dolorosos, hemos ido dejando  inconclusos a lo largo de nuestra vida.

Cada persona tiene tras de sí una historia, que según algunos autores, inicia desde el momento de la concepción (ya que dependiendo del estado emocional de la madre, el feto estará en contacto por medio de la sangre materna  con los neurotransmisores que ella está secretando y que tendrán que ver con sensaciones placenteras o de estrés). Después del nacimiento y hasta los dos años aproximadamente, dependerá del tipo de apego (seguro o inseguro y sus variantes) que hayamos desarrollado con nuestra madre o las personas responsables de nuestra crianza, la forma en que nos relacionamos con nuestro entorno y cómo construimos nuestras relaciones afectivas. Lise Bourbeau nos dice en su libro “Las cinco heridas que impiden ser uno mismo” que son  muchas las ocasiones en que de niños nos sentimos rechazados, abandonados, traicionados, humillados o tratados de manera injusta y que recurrimos a las máscaras para «ocultar», a nosotros mismos o a los demás, lo que aún no hemos podido resolver.

Como vemos, es desde la infancia que de manera inconsciente vamos desarrollando mecanismos de defensa (primarios) y pautas de comportamiento que nos protejan del sufrimiento, que ayuden a anestesiar estos sentimientos tan desagradables de rechazo, tristeza, ira, culpa, miedo, abandono…  y así vamos por la vida, cargados de duelos no resueltos, inconclusos.

Debido a que en estos momentos de cuarentena nuestra rutina se perdió, la mayoría nos encontramos confinados en nuestras casas, que dependiendo del tamaño y las condiciones  en que se encuentren, así como del número de personas que estén en ella podrá ser  confortable o no;  en algunos casos encerrados con una familia disfuncional con relaciones  tóxicas o inexistentes, otros viviendo en una pesada y difícil soledad, con una situación financiera mundial muy complicada, con noticias poco alentadoras… que hacen que la frágil y aparente estabilidad que manejábamos a través de la rutinaria vida a la que estábamos tan acostumbrados antes de toda esta crisis se venga abajo, mostrándonos con crudeza todas las máscaras que hemos ido poniéndonos para sobrellevar las situaciones desagradables de nuestro pasado y a las que les “echamos tierra” encima para ocultarlas de nuestra realidad.

Nancy O’ Connor (1990) definió al duelo como los “cambios y reacciones físicas, emocionales, intelectuales y cognitivas que ocurren durante el proceso de cicatrización de una herida (psicológica) por la pérdida de algún ser querido, mismas que pueden presentarse ante el conocimiento de la propia muerte u otras pérdidas importantes en la vida.

El doctor Marcos Gómez Sancho (2004) dice que “es un trabajo, un proceso simbólico y emocional, normal, de lento y doloroso desprendimiento de un objeto o sujeto importante para la persona, que supone un reordenamiento de algunos de los aspectos de nuestro ser. Es la elaboración psíquica y comportamental en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe”.

Cuando no se ha llegado a cerrar este proceso, situación siempre presente en los duelos inconclusos, en algunas personas el sufrimiento y la aflicción se seguirán manifestando en sus pensamientos, sentimientos y acciones al vivir aferradas a un  pasado que no volverá, negando la realidad. En otras, los mecanismos de defensa secundarios les podrán ayudar a convivir con “esa” realidad sin llegar a tocar lo desagradable.  En ambos casos tendremos una sustancial afectación de  su calidad de vida, pues como bien sabemos,  en un proceso que no evoluciona hacia una sana resolución pueden aparecer diferentes enfermedades: físicas mentales, sociales y espirituales, además de que no se está aprovechando la enseñanza o el “para qué” tuve que vivir o pasar por esta situación.

Por esta razón es muy importante elaborar y concluir o cerrar duelos; para sanar viejas heridas perdonando y perdonándonos, incorporar los aprendizajes obtenidos convirtiéndonos en mejores personas y poder disfrutar del momento presente en toda su plenitud. La madurez emocional requiere de trabajo, de esfuerzo, de voluntad y de ganas de mirar en tu interior. Porque no sólo es tener la cabeza en orden, sino también el corazón, no es lo mismo sentir que una etapa de nuestras vidas ha concluido, que sentir que ha concluido y además darse cuenta de que eso nos ha hecho mejorar.

 

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegrí­a y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capí­tulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando”  

Paulo Coelho.


viernes, 10 de julio de 2020

La tristeza en la nueva realidad virtual


Por: Andrés Andrade Arango

Son momentos de evolución, en los que la vida, el amor y la socialización están cambiando. Al principio, tuve mis reservas para ver la comunicación virtual como manera de sentir esta nueva realidad. En ocasiones pensamos que algo va a ser pasajero, pero me estoy dando cuenta que esto va para largo. Tuve momentos de tristeza y confusión al ver que el amor y el sentimiento de vivir no era lo mismo que antes, pero poco a poco he visto que me estoy equivocando.
Y aceptar una equivocación refleja madurez, a diario veo a personas en una pantalla, y me doy cuenta que la cercanía es la misma; hay personas que lloran de alegría y también de tristeza, solo es hablar y sentir, y verás que todo cambia.  Me da alegría sentir el amor y la calidez de las personas que buscan el bien para sí, y también buscan cómo ayudar a sus cercanos, primero es aceptar nuestro dolor para poder ayudar al que sufre.
Desde el corazón del Centro San Camilo trabajamos para que haya afecto y cercanía con las personas que están sufriendo, tenemos limitadas las manos pero tenemos un gran corazón, que siempre está trabajando, además he visto que la institución en la que trabajo siempre está creciendo para ayudar a más personas; y ahora que tenemos limitada la cercanía física, evolucionamos para acércanos de forma virtual. Son tiempos de cambios, es tiempo de aceptar nuestras limitaciones y también es momento de sentir que amamos a los cercanos de corazón, para que no haya una tristeza y no caigamos en una depresión.
Me ha tocado contestar llamadas de personas que están solas y tristes, con mucha confusión de su futuro y veo que no hablan con otros por miedo de demostrar que son débiles; pero me hago una reflexión: ¿porqué querer demostrar que no sientes, o hacerte el fuerte?, el amor y la tristeza son parte de nuestro afecto. Si tenemos una tristeza o lo contrario, una alegría ¡comunícalo!, no tengas miedo de demostrar quién eres. Habrá momentos de confusión, tristeza o miedo, pero siempre habrá alguien que te apoye, por eso son tiempos de cambio. Aceptar que nos limitamos, nos complicamos solos o nos alejamos solos, es aprender a vivir con el corazón.
Por eso te invito a emprender un cambio en tu vida, siempre hay algo que hacer, siempre es momento de ayudar. Ayudar puede ser algo sorprendente, que te satisface a ser más capaz, más humano y con un gran corazón.



jueves, 2 de julio de 2020

LA ASERTIVIDAD

Tomado de “Diplomado en Habilidades de Relación de Ayuda” del Centro San Camilo, para la Humanización de la Salud




El término asertividad, es relativamente reciente, y ha recibido varias definiciones de las que tomaremos las siguientes:
-          Ser asertivo, significa hacer valer los derechos, expresando lo que uno cree, siente y quiere en forma directa, honesta y de manera apropiada, respetando los derechos y la dignidad de los demás (Jacubowski & Lange, 1978).
-          Ser asertivo, implica actuar bajo la plena convicción de que se tiene el derecho de ser uno mismo y de expresar los propios pensamientos y sentimientos, en tanto se respeten los derechos y la dignidad de los demás (Aguilar, 1988).

Para ser asertivo se requiere:
-          No dar excusas o razones para justificar la conducta propia.
-          Capacidad para cambiar de opinión.
-          Ser responsable de nuestros errores.
-          Saber decir “no sé”.
-          Saber diferir de la opinión de los demás.
-          Saber decir “no entendí”.
-          Saber decir “Yo pienso, que esto no es así”.
-          Saber decir “no”, sin sentirse culpable.

La asertividad, se ubica como punto medio entre dos conductas opuestas: la pasividad y la agresividad.
Podemos poner un ejemplo: Imagina que vas a un restaurante; el mesero te lleva lo que pediste y, al ir a tomar tu bebida, te das cuenta de que el vaso está sucio: en el borde, se ven claramente manchas de pintura de labios. ¿Qué harías?
-          Quedarte callado y tomar del vaso aunque sientas disgusto o asco.
-          Armar un gran escándalo, gritarle al mesero que jamás volverás a ese lugar.
-          Llamar al camarero y pedirle que, por favor, cambie el vaso sucio.
En este ejemplo, la primera respuesta es de tipo pasiva, la segunda es agresiva y la tercera es asertiva. Las dos primeras respuestas, pasiva y agresiva, nos hacen, muchas veces, ineficaces en nuestras relaciones interpersonales, generando ya sea abuso hacia nosotros, o bien, abuso por parte de nosotros hacia los demás, ocasionando tensión, fricciones, estrés y mala comunicación.
Así pues, la asertividad es una herramienta básica de las habilidades sociales.  En la medida en que seamos más asertivos, tendremos mayor posibilidad de establecer comunicaciones interpersonales de calidad, y lograr nuestros objetivos.  Por el contrario, la falta de asertividad es causa de depresión, ansiedad y estrés.

ASERTIVIDAD
-          Expresión directa de las necesidades individuales.
-          Manifestación de los deseos.
-          Formulación libre de las opiniones.
-          Hacer realmente lo que se desea, sin dejar que la presión de grupo o situaciones similares influyan en la determinación de la conducta.
-          Expresión de los sentimientos.
-          Rehusar peticiones que contravengan los intereses o valores personales.
-          Respetar los derechos de los otros.


AGRESIVIDAD
-          Hacer comentarios hostiles, ya sea de manera intencional o “sin querer”.
-          Realizar demandas inapropiadas o fuera de contexto, que no correspondan a la realidad dentro de la cual se está viviendo.
-          Rehusar peticiones de manera hostil.
-          Manipular a otros para salvaguardar el interés propio, o incrementar el beneficio personal.

PASIVIDAD
-          Ausencia o no expresión de las emociones.
-          Falta de defensa de derechos.
-          Falta de decisión sobre sí mismo.
-          Falta de expresión de las opiniones por no contravenir las de otros.
-          Comportamientos que son resultado de la presión de grupo o que no se han generado por consenso mayoritario, aunque contravengan la realidad.
       
                                                                                      
CARACTERÍSTICAS DEL ESTILO PASIVO

Verbalmente:
-          Se disculpa constantemente.
-          Da mensajes indirectos.
-          Disimula, habla con rodeos.
-          Comunicación desconectada de emociones.
-          No encuentra las palabras adecuadas.
-          No dice lo que quiere decir.
-          Habla mucho para justificar su comunicación.
-          Se retiene de hablar por miedo, vergüenza o falso pudor.
-          No habla de sí mismo.
-          Puede llegar a humillarse.

Conducta general:
-          Tiene dificultades para rehusar una petición.
-          Deja que otros abusen de él.
-          No puede expresar sentimientos con libertad.
-          Experimenta culpa al expresar un deseo o inconformidad.
-          Se apena en situaciones comunes.
-          Actúa desde el papel de víctima.
-          No se atreve a realizar reclamos legítimos.
-          Evita, a toda costa, el enfrentamiento de conflictos.
-          Se abruma ante el exceso de demandas de los demás.
-          Pierde fácilmente la espontaneidad.
-          Padece porque da más de lo que recibe.
-          Acumula emociones hasta explotar. 
-          Da demasiada importancia al “qué dirán” / la aprobación de otros.
-          Se bloquea cuando la expresión es necesaria.
-          Hace muchas cosas que realmente no desea.
-          Se conduele ante la poca “valía” personal.
-          Vive exceso de tensión y/o miedo en el intercambio social.
-          Actúa con la esperanza de que los demás adivinen sus deseos.

Tono de voz: débil, tembloroso, volumen bajo, monótono.

Ojos: mirada baja, ojos caídos, ojos llorosos, evita el contacto visual.

Postura: busca donde apoyarse, agachado, mueve la cabeza en forma afirmativa constantemente.

Manos y brazos: temblorosos, los mueve constantemente, manos inquietas y sudorosas.

Las personas que actúan pasivamente, probablemente:
-          Divagan en la comunicación (frecuentemente justificándose);  
-          Evitan frases en primera persona.
-          Usan frases o palabras como: “Quizás…”, “Te molestaría si…”, “Me pregunto si…”, “Me da mucha pena  molestarte…”;
-          Se devalúan: “Creo que no puedo lograrlo…”, “No puedo…”, “No estoy en posibilidad de…”;
-          Usan frases que permiten a los demás ignorar sus necesidades: “No es verdaderamente importante…”,  “No importa…”.

Causas comunes del estilo pasivo:
-          Falta de control emocional, predominio del temor y la ansiedad.
-          Aprendizajes sociales: “no seas egoísta”, “sé humilde”, etc.
-          Sentimiento de poco valor personal.
-          Falta de habilidades sociales.
-          Ignorancia de los derechos asertivos.

Efectos del comportamiento pasivo:
-          Frustración, insatisfacción, acumulación de tensión.
-          Los problemas no se resuelven.
-          Los demás aprenden a abusar.
-          Riesgo de explosiones agresivas posteriores, con el subsecuente sentimiento de culpa.
-          Problemas de salud: gastritis, colitis, cefaleas, etc.
-          Aislamiento.
-          Sobre-responsabilización, cargas excesivas de trabajo.
-          Sentimientos de incomprensión, menosprecio y rechazo.
-          Dependencia.
-          Bloqueos.
-          Deterioro en la autoestima, autoconfianza y seguridad.


CARACTERÍSTICAS DEL ESTILO AGRESIVO

Verbalmente:
-          Comunicación basada en exigencias.
-          Palabras altisonantes.
-          Imposición de opiniones.
-          Usa palabras para dominar.
-          Usa mensajes de “TÚ...”.
-          Habla mucho para no ser contrariado.
-          Habla para llamar la atención.
-          Se sobreestima.

Conducta general:
-          Se muestra rígido e inflexible.
-          Abusa de otros siendo insensible a sus necesidades (sólo importa lo propio).
-          Expresa los sentimientos con tonos y ademanes hirientes.
-          No acepta con facilidad la responsabilidad de sus actos.
-          Dificultad para aceptar críticas.
-          Frecuentemente, actúa a la defensiva.
-          Se enoja con facilidad.
-          Emite críticas constantes.
-          Cree tener siempre la razón.
-          Necesita sentirse superior a los demás.
-          Necesita tener constantemente el control.
-          Quiere que los otros hagan lo que desea.
-          Culpa, juzga y condena a los demás.
-          No reconoce ni acepta los derechos ajenos.
-          No acepta los propios errores, olvidándolos con facilidad.
-          Se siente fácilmente amenazado.
-          Reacciona exageradamente para alcanzar sus objetivos.
-          Se cierra, no escucha, no tolera desacuerdos.
-          Ve únicamente las fallas de los demás.
-          Hace bromas ridiculizando.
-          Etiqueta negativamente a los demás.

Tono de voz: fuerte, grita con frecuencia, voz fría, imperiosa y autoritaria.

Ojos: mirada fija, orgullosa, ojos penetrantes, con frialdad.

Postura: rígida, desafiante, soberbia.

Manos y brazos: señala, empuña manos, movimientos bruscos.

Las personas que actúan agresivamente, probablemente:
-          Hacen excesivo uso de: “Lo afirmo…”;
-          Dan por hechos sus opiniones: “Este intento no funcionará”, “Este reporte da asco…”;
-          Amenazan: “Si no lo haces….”;
-          Devalúan a los demás: “Ésta es sólo tu opinión…”;        
-          Hacen excesivo uso de la palabra “deber”: “Es tu deber…”, “Es tu obligación…”, “Tú debes…”,          “Necesitas…”, “Tienes que…”;
-          Son rápidos para descargar su responsabilidad sobre los demás: “Yo sabía que era culpa tuya…”, “Ya lo había previsto…”, “Sabía que sucedería…”.

Causas comunes del estilo agresivo:
-          Falta de control emocional, predominio de la inseguridad.
-          Incapacidad para empatizar.
-          Experiencias exitosas derivadas de su conducta agresiva.
-          Miedos conscientes e inconscientes.
-          Intolerancia a la frustración.
-          Ignorancia de los derechos asertivos.

Efectos del comportamiento agresivo:
-          Rompimiento del diálogo o hacerlo más difícil.
-          La agresividad provoca sensaciones de incomodidad, ira, resentimiento, temor, tensión, etc.
-          La persona con actitudes agresivas se va quedando sola.
-          Genera situaciones difíciles de manejar.
-          Deteriora la autoestima, auto-confianza y seguridad.


Rosa, Rosa Roja, Trenza, Asertividad





CARACTERÍSTICAS DEL ESTILO ASERTIVO

Verbalmente:
-          Comunica lo que quiere en forma clara, directa, objetiva y sencilla.
-          Expresa sus sentimientos.
-          Utiliza el “YO”.
-          Habla lo necesario, cuando tiene algo que decir.
-          Habla bien de sí mismo si es necesario y conveniente.

Conducta general:
-          Se siente libre de manifestarse tal como es.
-          Puede comunicarse con personas de cualquier nivel.
-          Se orienta activamente en la vida.
-          Acepta o rechaza a las personas, en su mundo emocional.
-          Es emocionalmente libre para expresar sus sentimientos.
-          Puede decir SI o NO, de acuerdo a las circunstancias.
-          Puede ejercer poder, sin necesidad de ser autoritario.
-          Reconoce los derechos de las personas y los respeta.

Tono de voz: firme, cálida, bien modulada, relajada.

Ojos: ojos expresivos, mirada franca, abierta, directa.

Postura: bien balanceada, derecha, relajada, tranquila.

Manos y brazos: movimientos relajados, naturales, agradables.

Las personas asertivas se expresan con frecuencia de esta manera:
-          Hacen afirmaciones breves y apropiadas: “Yo pienso...”, “Yo creo…”, “Me gustaría...”, “Yo quisiera...”, “Necesito...”,
-          Distinguen claramente entre hechos y opiniones: “Según mi experiencia...”,  “Mi opinión es…”, “A mí parecer...”;  
-          Evitan  expresiones como “Tú debes...”, “Tú deberías…”,  “Tú eres...”;  
-          Utilizan preguntas abiertas y claras para descubrir los pensamientos, las opiniones, y los deseos ajenos:            “¿Qué opinas sobre…?”, “¿Qué piensas en relación con…?”;  
-          Buscan soluciones a los problemas: “¿Qué podemos hacer para…?”, “¿Qué puedo hacer…?”, “¿Qué sucedería si…?”.

¿QUÉ DIFICULTA LA ASERTIVIDAD?
-          POBRE AUTOESTIMA: nos limita para conocernos, saber cuáles son nuestras necesidades, deberes y derechos.
-          DEFICIENTE MANEJO DE EMOCIONES: si nuestras emociones están fuera de control, o totalmente reprimidas, no sabremos dar una respuesta adecuada a las demandas del medio ambiente.
-          CREENCIAS RESTRICTIVAS: adquiridas durante nuestra infancia: “interrumpir a los demás es falta de educación”; “nuestros problemas son nuestros, y no interesan a los demás”; “hay que adaptarse a los demás o nos arriesgamos a quedarnos solos”; “hay que ayudar siempre a los demás, o seremos unos egoístas”, etc.


¿CÓMO SER MÁS ASERTIVOS?
Como todas las habilidades sociales, la asertividad puede aprenderse, entrenarse y mejorarse;  por lo que se requiere de tiempo y esfuerzo personal.  En general, el entrenamiento consta de 6 etapas:

  1. Identificar nuestro estilo básico de conducta interpersonal: en este punto, habrá que prestar atención a nuestras conductas, actitudes y manifestaciones en las actividades cotidianas; así podremos identificar si son del estilo asertivo, agresivo o pasivo.
  2. Identificar el contexto en el que queremos ser más asertivos: aquí se revisan las situaciones en que tenemos fallas y cómo podemos mejorarlas.  Esto se hace en base a los resultados (positivos o negativos), obtenidos de nuestras interacciones.
  3. Identificar las situaciones problemáticas: se analizan las situaciones en su totalidad: quién, qué, cómo.  Cuáles pensamientos negativos interfieren y qué objetivos queremos conseguir.
  4. Escribir un guión, para el cambio de nuestra conducta: prácticamente es escribir la historia que queremos que se desarrolle, visualizándonos y escuchándonos tal y como quisiéramos estar.
  5. Desarrollo del lenguaje corporal adecuado: aquí se aprenden técnicas sobre el lenguaje no verbal, específicamente:
- La mirada (aprender a mirar a nuestro interlocutor de manera directa, aunque no insistente).
- La distancia interpersonal, que variará de acuerdo a la situación específica.  Según Eduard T. Hall existen: distancia íntima (0 – 50 cms.), para relaciones amorosas y familiares; distancia personal (50 – 125 cms.), es la que usamos para sentirnos cómodos, nuestro espacio personal; distancia social (1. 25 – 3.5 mts.), usada para trabajar en equipo o para relaciones sociales ocasionales; y distancia pública (más de 3.5 mts.) la que nos aleja de los desconocidos, por ejemplo, al caminar por la calle.
- La postura corporal, en especial nuestros brazos, piernas y orientación (inclinados hacia delante o atrás), influyen; por tanto hay que cuidarlos según el mensaje que pretendemos dar.
  1. Aprender a identificar y evitar las manipulaciones de los demás: las personas utilizan la manipulación, consciente o inconsciente, para hacernos sentir culpables, evitar la conversación o victimizarse.  Es importante observar, discernir y aprender técnicas para resistir este influjo.

CONCLUSIONES
Ser asertivo, no depende sólo del aprendizaje de algunas técnicas, sino del nivel de autoestima que hayamos adquirido. Si éste es bajo hay dos consecuencias:
-          Un comportamiento pasivo, o
-          Un comportamiento agresivo.

La persona asertiva, pues, tiene estas características:
  1. Se siente libre para manifestarse, ya sea mediante palabras y/o actos. Más o menos, su mensaje es: «Éste soy yo, y esto es lo que yo siento, pienso, y quiero».
  2. Puede comunicarse con personas de todos los niveles –amigos, familiares, y extraños–, y esta comunicación es siempre abierta, directa, franca y adecuada.
  3. Tiene orientación activa en la vida. Va tras lo que quiere, y, en contraste con la persona pasiva, que aguarda a que las cosas sucedan, intenta hacer que sucedan las cosas.
  4. Actúa de un modo que juzga respetable. Al comprender que no siempre puede ganar, acepta sus limitaciones. Sin embargo, siempre lo intenta con todas sus fuerzas, de modo que, gane, pierda o empate, conserve su propia autoestima.
  5. Sabe controlarse y no deja que los demás lo controlen.
  6. Distingue sus derechos legítimos, los defiende e impide que le sean usurpados, pero también reconoce los derechos de los demás y el respeto de los mismos.
  7. Expresa sus emociones, ya sean de cólera o de ternura.
  8. No manipula con su conducta. La asertividad, consiste en profundizar la experiencia y la expresión de la humanidad, no en convertirse en un artista del engaño.
  9. Sabe decir “no”, cuando quiere decir no, porque sabe que las consecuencias del no saber decir que no: lo llevan a actividades que le hacen a uno perder el respeto por sí mismo; lo llevan a sentirse abrumado al hacer cosas que no desea o no puede o no tiene energías para hacer; le permite que los demás lo exploten, y crece el resentimiento; contribuye a la falta de comunicación con los demás (pues dice «sí» cuando quiere decir «no»).

Ser asertivo, es un requisito indispensable en la relación de ayuda, por lo tanto, será necesario saber manejar las propias emociones, en situaciones extremas de dificultad y conflicto.