Cifras y datos
La
hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre;
ese virus puede causar una infección tanto aguda como crónica, cuya gravedad
varía entre una dolencia leve que dura algunas semanas, hasta una enfermedad
grave de por vida. El virus de la hepatitis C se transmite a través de la
sangre y las causas de infección más comunes son las prácticas de inyección
poco seguras, la esterilización inapropiada de equipo médico y la transfusión
de sangre y productos sanguíneos sin analizar. El VHC también se puede
transmitir por vía sexual y pasar de la madre infectada a su hijo, aunque estas
formas de transmisión son menos frecuentes. La hepatitis C no se transmite a
través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto ocasional,
por ejemplo, abrazos, besos y comidas o bebidas compartidas con una persona
infectada.
En
todo el mundo hay entre 130 y 150 millones de personas con infección crónica
por el virus de la hepatitis C. Un número considerable de esas personas con
infección crónica desarrollarán cirrosis o cáncer de hígado.
Aproximadamente 700,000 personas mueren cada año por enfermedades hepáticas
relacionadas con la hepatitis C (Global and
regional mortality from 235 causes of death for 20 age groups in 1990 and 2010:
a systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2010,
Lozano R, Naghavi M, Foreman K, Lim S, Shibuya K, Aboyans V, Abraham J, et al. Lancet 2012; 380:2095-2128).
Lozano R, Naghavi M, Foreman K, Lim S, Shibuya K, Aboyans V, Abraham J, et al. Lancet 2012; 380:2095-2128).
Los
antivíricos pueden curar más del 90% de los casos de infección por el virus de
la hepatitis C, lo que reduce el riesgo de muerte por cáncer de hígado y
cirrosis, pero el acceso al diagnóstico y el tratamiento es limitado. En la
actualidad no existe ninguna vacuna contra la hepatitis C, pero la
investigación en esa esfera continúa.
El
virus de la hepatitis C (VHC) causa infección aguda y crónica. Por lo general,
la infección aguda es asintomática y muy raramente se asocia a una enfermedad
potencialmente mortal. Aproximadamente de un 15% a 45% de las personas
infectadas elimina el virus espontáneamente en un plazo de seis meses, sin
necesidad de tratamiento alguno. Entre el 55 y 85% restante desarrollará
infección crónica, y en estos casos el riesgo de cirrosis hepática a los 20
años es del 15 al 30%.
Síntomas y diagnóstico
El período de incubación de la hepatitis C puede variar de dos semanas a seis meses. Tras la infección inicial, aproximadamente un 80% de los casos no presentan síntomas. Aquéllos con sintomatología aguda pueden presentar fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).
Dado
que la infección aguda por el VHC es generalmente asintomática, pocos son los
casos diagnosticados en la fase aguda. A menudo, la infección crónica por el
VHC también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta
décadas después, cuando aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.
La
infección con el VHC se diagnostica en dos etapas: la
detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la
infección; si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la
infección crónica se necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico
(RNA) del virus. Ello es así porque un 15% a 45% de las personas infectadas por
el VHC eliminan espontáneamente la infección mediante una respuesta inmunitaria
fuerte, sin necesidad de tratamiento, y, aunque ya no estén infectadas seguirán
teniendo los anticuerpos anti-VHC positivos.
Una
vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño
hepático (fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por
diversas pruebas no invasivas. Además, se debería realizar una prueba de
laboratorio para identificar el genotipo del virus. Hay seis genotipos del VHC,
y su respuesta al tratamiento es diferente. Por otra parte, una misma persona
puede estar infectada por más de un genotipo. El grado de daño hepático y el
genotipo del virus se utilizan para orientar las decisiones terapéuticas y la
conducta clínica.
Tratamiento
La
hepatitis C no siempre requiere tratamiento, porque en algunas personas la
respuesta inmunitaria eliminará la infección espontáneamente y algunas personas
con infección crónica no llegan a presentar daño hepático. Cuando el
tratamiento es necesario, el objetivo es la curación. La tasa de curación
depende de algunos factores tales como la cepa del virus y el tipo de
tratamiento que se dispensa.
El
tratamiento de la hepatitis C está cambiando rápidamente. Hasta hace poco se
basaba en la administración de interferón y ribavirina, que exigía inyecciones
semanales durante 48 semanas y curaba aproximadamente a la mitad de los casos,
pero provocaba reacciones adversas frecuentes y en ocasiones potencialmente
mortales.
Recientemente
se han desarrollado nuevos medicamentos antivíricos, denominados antivíricos de
acción directa (AAD), que son mucho más eficaces y seguros, y mejor tolerados
que los tratamientos antiguos. El tratamiento con AAD puede curar a la mayoría
de las personas infectadas por el VHC y es más breve (normalmente 12 semanas) y
seguro. Aunque los costos de producción son bajos, los AAD antivíricos siguen
siendo muy caros en muchos países de ingresos altos y medianos. Sus precios se
han reducido drásticamente en algunos países (sobre todo de ingresos bajos), gracias
a la introducción de genéricos. Aún queda mucho por hacer para asegurar que
esos progresos den lugar a un mayor acceso al tratamiento en todo el mundo.
Prevención
Como
no hay vacunas para prevenir la infección por el VHC, la prevención depende de
la reducción del riesgo de exposición al virus en el entorno sanitario, en los
grupos de población de alto riesgo, como los consumidores de drogas
inyectables, y en los contactos sexuales. A continuación se enumeran algunos
ejemplos de intervenciones de prevención
primaria recomendadas por la OMS: higiene de
las manos, incluida la preparación de las manos para la cirugía, el lavado de
las manos y el uso de guantes; manipulación y eliminación segura de objetos
afilados y desechos; prestación de servicios integrales de reducción de daños a
los consumidores de drogas inyectables, por ejemplo, proporcionando material de
inyección estéril; análisis de la sangre donada para detectar las hepatitis B y
C (así como el VIH y la sífilis); capacitación del personal sanitario; y
promoción del uso correcto y sistemático de preservativos.
Para
las personas infectadas por el virus de la hepatitis C la OMS recomienda (prevención secundaria): información
y asesoramiento sobre opciones de atención y tratamiento; vacunación contra las
hepatitis A y B para prevenir la coinfección por esos virus y proteger el
hígado; tratamiento médico temprano y adecuado, incluida, si procede, la
terapia antivírica; seguimiento periódico para el diagnóstico precoz de la
enfermedad hepática crónica.
Más sobre el tema en http://www.cscbiblioteca.com/
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