domingo, 14 de julio de 2019


SAN CAMILO DE LELIS




En el marco del aniversario luctuoso de San Camilo de Lelis, presentamos algunos comentarios sobre la vida, el pensamiento y la obra de este santo de la caridad. Para ello nos ayuda el P. José Villa Cerri con la introducción que puso al relato de la vida de San Camilo.



Esta es la historia sencilla y a la vez dramática de un hombre "loco" por amor: Camilo de Lelis. Nos es lejana en el tiempo (siglo XVI) y en el espacio (Italia), pero es una historia a la vez cercana a la realidad de nuestra América Latina, tierra de inmensas riquezas y de tremenda pobreza; tierra amada por Dios y explotada por hombres codiciosos; tierra del cariño y de la amistad fácil, pero agitada por odios y agobiada por necesidades esenciales de un pueblo que ya no tiene voz para gritar su dolor y sus sufrimientos.

Aquí sigue viviendo Camilo, enfermo con sus hermanos enfermos dispersos en hospitales de escasos recursos humanos y económicos, hacinados en hogares humildes de las grandes barriadas, en chozas de la sierra o de la selva donde todavía sólo llega el curandero. Los poderosos de su época no eran más ambiciosos y egoístas que los poderosos de hoy. Existían entonces y existen hoy los mismos parásitos de toda clase; los mismos hombres astutos y pícaros a todo nivel, los mismos deshonestos entregados en cuerpo y alma a sus ambiciones. Y los mismos humildes, los tímidos, los explotados que no saben, no se atreven y tiemblan frente a quien levanta la voz, frente a quien grita por "su" justicia pisoteando los derechos ajenos. . . y esto se acentúa, sobre todo, cuando se trata de los pobres que no tienen voz.

Pero, gracias a Dios, también hay hombres entregados, generosos, animadores, enviados por Dios a su pueblo, y dispuestos a correr una aventura en la que todos los días se juegan su vida.

Camilo fue un hombre de esta clase. No era ni letrado ni teólogo, pero fue adquiriendo la sabiduría de Dios y la piedad de la caridad que lo llevaron a una experiencia riquísima y a conocimientos extraordinarios e inspirados al servicio del hombre enfermo y desdichado. Él mismo era enfermo: una llaga en el empeine del pie derecho le reveló el "secreto" de la enfermedad como vocación y lo crucificó por cuarenta años en un campo de dura lucha para llevar adelante una "reforma" cuya importancia tal vez ni él mismo pudo prever ni los demás supieron valorar a plenitud, pero en la cual fue instrumento humilde y tenaz de la voluntad de Dios. "Sigue, cobarde, esta obra es mía, no tuya", fueron las palabras de su Señor Crucificado la noche en que sintió toda la amargura de la derrota. A ellas se agarró firmemente y siguió luchando, a menudo solo contra todos, en situaciones difíciles "en las que se habría desanimado también un corazón de león" (son sus propias palabras), sin poder, sin recursos, pobre con los pobres. Pero Dios escoge a los débiles de este mundo para confundir a los poderosos (1 Cor 1,26-29).

Había en su tiempo muchas cosas que exigían un cambio: muchas cosas hoy en nuestros países de América Latina claman también por un cambio. Si en aquel entonces dominaba el egoísmo, hoy en día estamos en idéntica situación.

Camilo puso en marcha un movimiento que poco a poco se transformó en Orden religiosa, la de los Ministros de los Enfermos (o Religiosos Camilos), ampliando su "idea" original: pues el Espíritu sopla donde quiere y lleva donde quiere (Jn. 3, 8). Camilo tuvo fe y confianza en los demás, en sus compañeros, laicos y voluntarios, y los movió con la palabra y el ejemplo a entregarse totalmente a los enfermos para renovar el método de servicio y el ambiente. No fue una vela, fue un incendio.

Hoy extrañamos aquí a este Camilo. Un hombre valiente y tenaz por Dios y el prójimo necesitado. Un hombre de entusiasmo, de ideas nuevas, de chispazos originales. Un hombre consagrado a la persona humana de Cristo, aun a costa de concebir proyectos atrevidos que a veces asustaban porque surgían más de un corazón ardiente que de la lógica fría o del cálculo interesado. Ardiente, a veces recio, siempre obstinado, pero a la vez humilde, tierno y cariñoso: todo por Dios y los demás. No un "Superman", sino un "santo" que todo lo fundamentaba en el amor de Dios. Tal vez aquí está el secreto: en su santidad integral que ni siquiera sus defectos pudieron oscurecer.



Para conocer más sobre temas como este, ingresa a la Biblioteca Virtual del Centro San Camilo www.cscbiblioteca.com

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